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Otro día de escuela, otra falta.

Asistir era igual a aguantar la respiración por más de 5 minutos; algo muy difícil para él.

Se había pasado la mañana entera hecho un ovillo en su cama, abrazándose a sí mismo. No sabía si su estado de ánimo se reflejaba en su aspecto, pero inclusive su hermana, Shelly, había tratado de mantenerse lo más alejada posible de él. Le tenía miedo, después de una niñez llena de burlas hacia su persona.

Todos eran así todo el tiempo, ya no le extrañaba. Además, le gustaba tener su espacio.

Eso sí, hizo tareas que tenía pendientes —no es como si tuviera algo mejor que hacer.— y guardó todo de nuevo en la mochila. Sintió que todo fluyó con más facilidad, y pensó en la posibilidad de pedirle a su madre tomar clases a distancia. Así no necesitaría de sus nulas habilidades para socializar para poder sobrevivir.

Ya no tenía ganas de beber ni fumar, así que bajó a buscar algo de comida. Mirar el techo y dormir había hecho que recuperara sus energías casi por completo. Bajó las escaleras con lentitud, buscando no tropezar y entró a a la cocina, donde se topó a Randy, su padre.

—¿Stan?

No tenían una buena relación que digamos. No por peleas, sino por falta de comunicación. Eso sí, llegaron a haber roces en los cuales ambos eludían la reconciliación, por lo que alguien debía intervenir e obligarlos a hablar, o simplemente lo olvidaban después de una semana.

Sus padres no tenían ni idea de por qué había recaído en las adicciones después de meses de mantenerse limpio, y al tratar de hablar con él fueron ignorados, o faltados al respeto por su malhumor. Entendieron que necesitaba espacio, y lo dejaron en paz.

—¿Qué hay, papá?

Preguntó sin mirarlo, sirviéndose agua directo de la llave. Se sentía de buen humor, quería comenzar una conversación. Tan solo esperaba que él también quisiera hablar.

—Estoy bien, ¿cómo estás tú? — preguntó de igual manera, tanteando el terreno.

—De mejor humor.

—Ya veo.

Un cómodo silencio reinó en el ambiente mientras Randy rebuscaba en el refrigerador y él bebía agua. Se sentía bien. Especial. No siempre podía disfrutar de algo así, menos con quien siempre solía pelear.

Sin embargo, su padre volvió a hablar, arruinándolo todo.

—Stan, tu madre y yo hemos pensado en... — calló al no saber como proceder. El joven lo miró de soslayo con avidez, a punto de tomarse su vaso de agua, a la espera de lo que diría. Cuando sintió el agua pasar por su garganta, finalmente se decidió a hablar. — Hemos pensado en llevarte a un centro de rehabilitación.

Todo se detuvo. Sintió arcadas en su maltratada garganta, ahogándose por la sorpresa de la noticia. Tuvo que apoyarse viendo hacia el suelo para que se le pasara el asco. Sintió la mano de su padre palmeando su espalda, pero lo alejó de un manotazo, mirándolo con enojo.

—¿Qué mierda? — preguntó a duras penas.

—Es claro que no te gusta estar en la escuela, ni siquiera hablas con nadie, acabas de romper una relación y te la pasas en bares. No te hace nada bien, hijo. Necesitas esto.

Genial, ahora sabía sobre lo de Wendy. Maldito pueblo chismoso.

—¿Y qué? Me recuperaré, como siempre lo he hecho. — espetó.

—Ya lo habíamos considerado, pero al volver a ser el mismo de siempre sin ayuda, decidimos dejarlo pasar...

—¿O sea que tengo que mejorar para que no me manden? — interrumpió, tomando en puente de su nariz, buscando paciencia.

✓ WE ARE NEVER GETTING BACK TOGETHER, stan marsh.Donde viven las historias. Descúbrelo ahora