Capitulo 8: Life Doesn't Play Fair

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Quien diría que terminaría atrás de las rejas al igual que aquellos múltiples criminales que atrapó durante toda su vida como policía, aunque en este caso, no solo estaba en una simple celda, si no una especial a para los de su "tipo", excluidos bastante peligrosos, ahora no era más que eso, un peligro para la sociedad. Su reputación había sido destruida por una simple estupidez.
Fue una tonta, ella lo sabe, pero aún si lo reconocía no se arrepentía, por ende le hacía sentirse tan inútil, porque aunque se le diera una segunda oportunidad, ella haría todo de nuevo.

Enid se encontraba dentro de aquella celda, la cual pareciera estar hecha de cristal, pero en realidad no era más que un simple material resistente en caso de que Sinclair se transformará en luna llena, para así tenerla controlada, se asemejaba más que nada a Hannibal Lecter, con toda esa seguridad, aislamiento, y dándole su comida por una abertura en aquella celda transparente.
Apesar de poder ver su alrededor, de sentía sola, no había nadie ni nada, su mente le hacía sentirse encerrada en un gran almacén, dónde el único inquilino era ella, y las cámaras.

-Sinclair, tienes visitas.

La rubia permanecía sobre su cama abrazando sus piernas, pero al escuchar tal anunció, levantó su mirada con rapidez, para seguidamente darse la vuelta y ver cómo alguien entraba en aquel lugar.

La persona caminaba lento, lo cual hacia sentir impaciente a Enid, quería ver aquella persona que se había tomado la molestia de venir a verla, después de varias semanas estando sola.
Puso sus manos contra aquel cristal templado, tanteando aquel material como si de alguna forma pudiera salir de aquel lugar y acercarse a aquella persona, pero lamentablemente a este punto, eso no era más que una realidad que no llegaría.
Una vez su visita se acercó lo suficiente le pudo ver con claridad, venía en ropa casual, pelo negro, a simple vista no podía reconocer de quién se trataba, pero una vez estuvo enfrente de su celda y alzó su rostro, fue cuando lo reconoció. No había cambiado mucho, ese bigote la hacía ver bastante bien, y esos lentes, pareciera que ni siquiera los hubiera cambiado.

-¡Eugene!- Enid alzó su voz de felicidad al ver a su viejo amigo, no podía creerlo ¿Enserio había viajado desde lejos para llegar hasta aquí?

El apicultor tomo una silla que se encontraba cerca, las cuales eran para aquellas personas que venían, aunque Eugene era el primero en usarla durante todo este tiempo.
Se acomodó como pudo y se le quedó viendo a la rubia por un par de segundos, se notaba un sentimiento en aquellos ojos que Enid odiaba. Decepción.
Esto hizo que la licántropo se avergonzará, borrando la sonrisa que tenía en su rostro.

-La-Lamento que nos tengamos que ver en... Estás circunstancias.

Apartó sus manos del cristal y se sentó en el suelo, abrazando sus piernas una vez más, buscando quitarse está sensación tan incómoda.

Por su parte, Eugene jugaba con sus pulgares, no sabía cómo iniciar con esta conversación, no creía que el ambiente se pondría tan pesado en poco tiempo.

-¿Nadie a venido a visitarte?

-No... Eres el primero de hecho.

-Ya veo.

Hubo una pausa, dónde el único sonido que había en el lugar era él de las manecillas del reloj que llevaba el moreno en su muñeca.

-¿Haz hecho algo en este lugar? Ya sabes, además de estar en cama y comer.

-Si, he estado gastando mis uñas por estar rascando el cristal.

Sinclair alzo sus manos para enseñar sus garras, las cuales se puede ver cómo en su mayoría están rotas, si ella seguía con ese hábito terminaría con lastimarse.
Ottinger al ver esto no pudo evitar mostrar desagradó, apartando su mirada de ella, haciendo que una vez más el silencio se haga presente.

Enid no sabía que tener a Eugene como visita era algo bueno o malo, se sentía mal por tener a aquel chico que siempre la vio como una buena persona, viendo que ahora estaba en prisión.

Las manecillas de aquel reloj hacían eco en el lugar, para luego hacer retumbar en la cabeza de Enid, le estaba comenzando a agobiar este silenció, quería romperlo, pero no sabía que decir, la culpa le hacía tener la boca cerrada, incluso podía sentir como aquella emoción estaba sobre ella dificultando su respiración y movimientos.

Este silenció se estaba haciendo eterno, no podía soportarlo más, esto era horrible.

-¿Por qué me mentiste?

Vaya, la pregunta que Enid más temía había llegado ¿Que se supone que debía decirle? ¿La verdad? ¿Mentirle otra vez? No, ya ha mentido demasiado, todas le han traído problemas, debe detener esta mala racha, a pesar de que al hacer esto no cambiará nada.
Sus piernas se debilitaron, teniendo que sentarse en el piso, mientras que sus manos permanecían en sobre el cristal.

-Perdoname.

-Se que lo lamentas, y acepto tus disculpas- su voz se había suavizado un poco, pareciera que Eugene comenzaba a sentirse mal, su voz se estaba quebrando -Pero lo que quiero escuchar es el... ¿Por qué lo hiciste?

Una pequeña mentira puede lastimar más de lo que crees al parecer, y entre más tiempo pase, el dolor es más grande.

Enid apartó sus manos de aquel material transparente, juntando sus manos para así ponerlas sobre su pecho, sintiendo como su corazón palpitaba débilmente, comenzó a temblar un poco, sus ojos se humedecieron, necesitaba hablar, y una vez abrió la boca sintió como estaba apunto de sollozar.

-Yo solo...- lagrimas comenzaron a caer, recorrían su rostro, incluso unas pasaban por sus cicatrices, para después deslizarse y caer sobre sus piernas -Estaba tratando de mentirme a mi misma...- pasó sus manos por su cara, tratando de limpiar cada gota de ella, pero era imposible, las lágrimas no parecían parar -Fui una egoísta, una tonta, no se que era lo que se me pasó por la cabeza para hacer esto.

Ottinger sentía como sus entrañas se hundían al ver a la rubia en tal estado, siempre se veía tan llena de vida, alegré, y ahora estaba aquí, encarcelada, apagada, débil, rota, al igual que una muñeca de porcelana.
El joven de lentes se levantó de la silla, su tiempo de visita estaba llegando a su fin, pero antes de irse tenía que hacer algo. De un bolsillo saco lo que parecía un libró de tapa dura, no tenía gravados o si quiera letras, no enseñaba nada a simple vista. Se acercó a la celda mientras su amiga seguía sollozando, y metió aquel objeto por la abertura de la celda, dejándola sobre la bandeja.

Sinclair al escuchar el sonido de la charola de metal, alzó su mirada, para seguidamente levantarse y ver lo que le había dado.

-Eugene, no pue-

-Claro que puedo- interrumpió -Me dieron permiso, y por ende te lo puedes quedar, no aceptó un no por respuesta.

Temblorosa tomo el libro, sintiendo aquel material duro que protegía las hojas.

-¿Que es?

-Sera mejor que lo veas por ti misma.

En eso se pudo escuchar el silbato del guardia a la distancia, dando por finalizada el tiempo de la visita.
El moreno acomodo sus lentes y un poco sus prendas, respiro profundo, le dedicó una última mirada a la rubia.

-Espero verte después- puso delicadamente su mano sobre el cristal, dónde Enid al notar aquel gesto hizo lo mismo, en un burdo intento de juntar sus manos.

-Cuidate Eugene, y... Gracias.

El contrario solo asistió con la cabeza, sonrió, y comenzó a caminar hacia la salida.

Se le quedó viendo hasta que dejó el lugar, quedándose una vez más sola en aquella celda.
Con el libro en manos se dirigió a su cama, dónde se sentó, y analizó por unos momentos la cubierta.
Paso su brazo por sus ojos, quitando las lágrimas restantes, para que cuando abriera el libro no manchara sus hojas, pero vaya una vez vio la primera hoja, sus ojos se humedecieron una vez más, y su corazón se detuvo por un segundo.

"Rasgada Desde Dentro, Por Merlina Addams"

Breath - WenclairDonde viven las historias. Descúbrelo ahora