Algunos corazones rotos

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Puede que no le importen mucho las cosas relacionadas con la moda, pero debe admitir que fue emocionante sentirse como un diseñador de modas profesional por un rato.

No era ningún sueño que tenía, pero le parecía importante saber hacer cosas como coser o tejer porque quizás le sirvan para el futuro.
Se quedó toda la noche cosiendo, de milagro solo se pinchó el dedo unas cuantas veces.

Cortó muchas telas, cosió botones e hizo algunos bordados. Todo casi listo. Faltaba cortar algunos hilos sobrantes y, por último, en el fondo de su guardarropa encontró un gorro que parecía combinar a la perfección con la humilde creación que hizo.

No es lo mejor, pero no está mal y así reutiliza el material que ya era inservible para ese momento.

Aún faltan unas pocas horas para irse; sinceramente, una vez estando ahí, no sabrá qué hacer. ¿Bailar? Le daría vergüenza. ¿Quedarse en una esquina observando? Muy aburrido.

Pero sinceramente, no quería arrepentirse a último momento porque no solía animarse a hacer estas cosas. Y, tal vez, ¿puede divertirse? Es algo incierto, pero al menos irán sus amigos, entonces no será tan malo.

Dejó toda la ropa sobre la cama y salió de su habitación para prepararse un café. Al bajar las escaleras, notó que su madre no estaba; eso lo tranquilizaba.




¿Qué es peor que despertarse temprano un fin de semana en el que se supone duermes hasta muy tarde? ¡Que te hayan despertado!

Es decir, dormía plácidamente en su cama cuando escuchó a alguien gritarle al oído. Al despertar, vio que era su mejor amiga.

No le dio ni tiempo de lavarse la cara cuando la sacó de su casa en pijama para iniciar con un plan que, por supuesto, había aceptado, qué tonta que era.

—Karen, ¿por qué pones esa cara?
— Preguntó Tricia. —¿No dormiste bien?

Se encontraban sentadas en la banca de un parque esperando a la tercera persona que se uniría a este divertido plan.

—¿Lo preguntas? — Dijo un poco malhumorada. —Me despertaste un sábado en la mañana y me sacaste de casa en pijama.

Se quejaba y Tricia solo atinó a reír, la verdad es que a veces sí se pasaba de la raya.

—Ay, lo siento — Dijo conteniendo su risa y dándole palmaditas en la espalda a su amiga. —Ya, no lo volveré a hacer.

—Siempre dices eso — La miró aburrida. —Ya no te creo…

—Bueno, tendrás que hacerlo — Dijo sonriente y sacó su celular. —Bueno, según mis investigaciones, esa mujer es la dueña de esa concurrida cafetería del pueblo.

—¿La de los Tweak? — Preguntó Karen. —¿Es esa?

—Sí, esa — Sonrió maliciosamente.
—Estoy emocionada por saber qué pasa ahí.

—¿Y si no pasa nada y solo fue tu imaginación? — Intentó explicar.
—Quizás solo te parece muy extraña porque no la conoces, pero si dices que es la mamá de Tweek, debe ser buena, ¿no?

—Yo estaba pensando lo mismo — Dijo Tricia recordando lo de ayer. —Pero cuando la vi en mi casa ayer, sentí que interrumpí algo, por lo que me deja con la duda.

—Bueno, yo misma comprobaré qué tan aterradora es cuando la vea — Dijo y vio sus pantuflas. —Debiste dejar que me cambiara al menos.

—Es que me emocioné — Rió. —Te ves bien de todas formas, solo falta que te laves la cara y listo.

Destino o Castigo - [ Creek ]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora