Nuevos cambios

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Hermione subió rápidamente hacia el taburete y tomó asiento mientras el sombrero era colocado en su cabeza. Sin embargo, no recibió ni una palabra solo el silencio y ella comenzó a preocuparse, ¿seguiría acaso en Gryffindor? Por una parte eso sería beneficioso, no deseaba estar en Slytherin.

-Rencor, mucho rencor veo en tu interior–Hermione se sorprendió, ¿rencor? Si ella no podía odiar a sus antiguos padres ni nada. –Toda tu vida has guardado tus verdaderos sentimientos, te lo dije una vez y te lo volveré a decir, Slytherin es tu casa desde que llegaste a Hogwarts. Tu inteligencia, tu ingenio y astucia están escondidos y deberás descubrirlas.

-Pero yo no quiero...

-Lo mismo has dicho la primera vez que te pusiste en mi camino. Pero ahora es diferente, tienes mucho rencor en tu corazón, rencor hacia las personas que llamaste un tiempo atrás padres, y rencor hacia tus amigos... Tienes sed de demostrar quién eres en verdad y de hacer pagar cada uno de los desprecios...

-Ponme en cualquier casa pero Slytherin no... -susurró Hermione desesperada.

-Pues ellos esperan por ti... SLYTHERIN -un silencio sepulcral se apodero del lugar, la castaña se había quedado en piedra al escuchar sus palabras, ni siquiera su profesora de transformaciones reaccionaba.

Lentamente la castaña se quitó el sombrero y fijo su mirada en sus amigos, ambos la miraban con recelo y sorpresa cosa que la entristeció más si eso era posible. Bajó con torpeza del taburete y se acercó a la mesa de las serpientes, notó con asombro como su uniforme cambiaba bruscamente al uniforme de Slytherin, eso era más de lo que podía soportar.

Su hermana y hermano le llamaban animados desde una de las esquinas mientras que el resto del alumnado observaba con sorpresa.

-Felicidades, Evy, eres Slytherin igual que nosotros –dijo Oriana notablemente emocionada.

-¿Evy?

-De Evangeline, acostúmbrate a Oriana le encanta cambiar los nombres para tener una forma original de llamarte –dijo Sam encogiéndose de hombros.

-Entiendo... -se limitó a responder la castaña.

Hace un par de días atrás solo se tenía que preocupar por leer un libro y escribirles a sus amigos, cenar con sus padres y ser la hija modelo, como siempre lo había sido. Respetarlos y amarlos era su prioridad, sobre todo tratar de ganarse la confianza de su padre, confianza que nunca iba a obtener gracias a que siempre la había visto como un fenómeno.

Que ilusa fue al pensar que él estaba emocionado por demostrar que no solo era inteligente sino que poseía cualidades únicas que solo una persona extraordinaria y llena de magia podía poseer. Jane, en cambio, quería demostrarle más amor del que necesitaba, tanto que no la dejaba salir y la sobreprotegía. Todo eso la llevó a refugiarse en los libros. La lectura era uno de sus pasatiempos preferidos, sentir la emoción de cada protagonista, imaginar todo lo que el autor imaginaba la hacían sentir libre.

-Buenas noches y buena suerte... -la voz de Dumbledore la sorprendió, no había probado bocado alguno, no tenía hambre.

Hermione siguió como autómata a todos los estudiantes de su casa, no se atrevió siquiera mirar a sus amigos o alguno de los Gryffindor de seguro le odiaba. Prestó poca atención a las indicaciones de los prefectos, se imaginaba que ahora era una simple alumna ya que solo era prefecta cuando pertenecía a Gryffindor.

-Rosier, sigues siendo prefecta. Cumplirás horarios con Malfoy –dijo McMillan con sorna, él sabía el odio que ambos chicos se tenían. Sin embargo, no sabía lo equivocado que estaba en ese momento.

Gryffindor nunca másDonde viven las historias. Descúbrelo ahora