Gryffindor nunca más

¿Conociendo al enemigo, o no?

Hermione estaba harta de ese lugar, no soportaba las miradas de odio por parte de los Gryffindor, odiaba estar en esa posición. Aunque siempre supo que la madura en el trío era ella, nunca imagino que sus ex amigos fueran tan pre juiciosos e idiotas. En toda la hora que tenía allí, solo Luna Lovegood se había acercado a ella. Resultó que la rubia si le creía y se alegraba por ella, pero todo eso le resultaba una locura total.

La castaña se giró aburrida solo para ver a su hermano bailar con Pansy. Ella sonrió mientras negaba con la cabeza, se notaba a leguas que a Sam le encantaba la pelinegra y pues, ella no se quedaba atrás, aunque su mundo estuviera opacado por Nott. Hablando de Nott, ese chico tenía verdaderos problemas de personalidad y tampoco sabía lo que quería en su vida. Allí estaba con una chica, robándole la vida, porque ese beso no tenía otro nombre para Hermione.

-Vaya, estás sólita. Ni como Slytherin quieren a la ratona de biblioteca –esa era Ginny, que no había terminado de aceptar que la castaña era una Rosier. -¿Nadie te invito? ¡Qué mal!

No pretendía gastar sus energías con ella, ahora que lo pensaba, la castaña nunca había notado el resentimiento de la pelirroja hacia todas las personas con dinero. Ella siguió atacándola verbalmente y se burlaba con un séquito de nuevas amigas. "Así que Ginny aprendió a ser toda una perra" pensó Hermione con una sonrisa en los labios.

-¿De qué te ríes? ¿El estatus se te subió a la cabeza, maldita creída? –Ginny no lo había notado, pero había subido el tono varios decibelios, al punto de lograr llamar la atención de todos.

-¡Oh! ¡Me ofender, amiga! –dijo la castaña con tono de voz herido. –A mí nunca se me subiría nada a la cabeza, a diferencia de ti, yo tengo mis pies bien sembrados en la tierra. No necesito de recurrir a la lastima ni a otros hombres para que el chico que me guste recurra a mí. Lo que quiero lo consigo y si antes no luche por la bazofia de tu hermano, fue por simple cobardía.

-¿Cómo me llamaste? –Gritó el pelirrojo acercándose a ella y tomándola del brazo.

-Bazofia, querido Weasley. Te llamé bazofia, o sea, poca cosa... -¡Zaz! Los ojos de Hermione estaban abiertos como platos, estaba muy sorprendida porque se había atrevido a tocarla.

Todo el lugar se sumió en un silencio sepulcral, nadie hablaba y ni siquiera se atrevían a respirar. Las manos del pelirrojo temblaban a causa de la furia y algo más, él jamás se había atrevido a pegarle a una mujer. Podía odiar la nueva actitud de la castaña, no por ello debió hacerlo. Pero todo se volvió más tenso y aterrorizante cuando Hermione comenzó a reír a carcajadas.

-Me vuelves a tocar y lo lamentaras –susurró la castaña con odio.

Ella salió del lugar con rapidez, no pretendía quedarse allí y perder el control por ese idiota. Hermione caminaba lentamente por los pasillos del castillo, uno que otro fantasma se detenía para saludarla y felicitarla por su nuevo estatus mágico. Para ella era una estupidez, lo que menos le importaba era un estúpido apellido. Subió hasta el aula de astronomía, no era de su agrado las clases de esa profesora, sin embargo, el lugar era perfecto para esconderse del mundo y observar las estrellas por la noche.

-Eres algo difícil de conseguir, ¿sabías? –Dijo Draco acercándose lentamente hacia el lugar donde estaba sentada.

-Esa era la idea... -murmuró desinteresada.

El rubio extendió la mano lentamente y acarició su mejilla, aun roja por la cachetada e hizo una mueca que ella no supo descifrar. Él comenzó a conjurar un par de hechizos que le resultó nada familiar a la castaña. Ella sintió un poco de frio en el área afectada, luego algo de calor y por último ya no había dolor; le fue imposible no sorprenderse.