III

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»Mi nombre es Guillermo Ochoa, detective. Investigo el asesinato de Gerard Piqué.

El día de ayer, dieciséis de mayo del presente año, visité la casa en busca de información. No quise extender mi visita más de la cuenta por temor a incomodar al reciente viudo, Lionel Messi, aunque resultó que mi presencia no interrumpía un luto que no parece sentir. 

Mis... pensamientos sobre mi cliente rayaron lo inapropiado, sé apreciar la belleza en todas sus formas pero él... temo que la calidad de mi trabajo se vea comprometido por mi interés sobre el viudo. Sobre Leo. 

Aún así, ayer logré encontrar tres sobres. Hoy, diecisiete de mayo del presente año, voy a abrirlos y leer su contenido, empezaré con el que tiene las letras "CR", estaba primero en el cajón.«

Rasga el papel con cuidado de no romper de más. El fuego crepita en la chimenea, iluminando la sala y llenando la habitación con un calor que casi lo adormece. Distraído, deja caer la carta, el papel se desliza con suavidad sobre la madera, entonces nota que hay un papel extra que no había notado antes.

Pese al calor de la habitación, siente un frío que le cala los huesos, pesado y melancólico igual que el ambiente en la casa del asesinato. No es un gran creyente, incluso si muchos en su área de trabajo si, pero tiene que respirar hondo varias veces antes de atreverse a tomar ambos papeles. 

Uno, de hecho, es una carta. El otro parecen ser solo notas desordenadas, en claro contraste con la pulcra letra del papel contrario. Intrigado, acerca más la grabadora, decidiendo leer primero la nota.

»Hay algo acechando en las paredes, sé que estaré muerto en poco tiempo.

Mi esposo dice que me estoy volviendo loco, imaginando sombras en los rincones oscuros de nuestra casa, él no sabe nada. Casarme con él me entregó más dinero, pero jamás pudo darme lo mínimo que esperaba de su parte, un heredero. Lo tomé varias veces, estuviera de acuerdo o no, esperando por fin tener un hijo, lo culpo por completo por arruinar mi vida.

Él no tiene idea del peligro en el que estoy. Sé que alguien me sigue, quiere quitarme lo que por derecho es mío. Soy... el único heredero. El negocio familiar es mío, alguien quiere arrebatarlo de mis manos. 

Me asocié con gente que sabía podía protegerme, aunque ninguno de ellos quiso escuchar mis súplicas cuando me estaban siguiendo. No consideré el riesgo de que pudieran traicionarme, sé que guardan secretos y estoy dispuesto a descubrirlos solo para tenerlos de mi lado. 

Lo escucho cada noche, es un hombre con una mirada oscura, me persigue en mis sueños y en el día me impide hacer mis actividades normales. No le voy a dar mi dinero, no le entregaré los frutos de mi esfuerzo, no después de todo lo que he hecho.

No soy un loco, no lo soy. Es él, es su culpa, él me envenena y me debilita diariamente, él tiene la culpa de todo. 

Todo es su culpa.«

Se lame los labios resecos, escuchando su corazón latiendo en sus oídos. La descripción de Leo sobre su marido había sido vaga, pero necesita más detalles sobre su comportamiento errático para atar cabos sueltos. Por ahora, su teoría principal se confirma, sus tres conocidos son sospechosos potenciales. 

Esa penúltima línea, sin embargo, sugiere que alguien de un círculo mucho más íntimo formó parte del asesinato. Sin hijos, con familia viviendo en otros países, sin amigos cercanos conocidos... La única otra persona que podría ajustarse al perfil, su esposo.

Sus ojos se nublan, fijos en el fuego que arde con fuerza sobre un par de troncos de madera. Rojo, amarillo, naranja. Morado vibrante en un trozo de tela que a penas cubre al hombre que la usa, dejando a la vista pálidos muslos y la más leve insinuación de un par de pezones que ruegan por ser chupados.

Expediente 65Donde viven las historias. Descúbrelo ahora