XXI

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El material rígido de la silla le entumece las piernas, su espalda duele por la postura encorvada en la que ha permanecido la última media hora, su único consuelo es la calidez de la mano de Leo atrapada entre las suyas. Leo tardó solo diez minutos en llegar corriendo a la estación de policía luego de ser informado de la situación. Memo se aferró a él igual que un niño pequeño, logrando salir de su estupor para responder las preguntas de los oficiales.

Las palabras salieron de forma automática, en su mente permanecía la imagen de Manuel muerto, con los ojos abiertos y expresión pacífica, tranquilo ahora que puede descansar. Memo le había cerrado los ojos, tratando de no mirar fijamente el agujero en su cabeza rezumando sangre producto de la bala. El revólver permanece en una bolsita de hule sobre el escritorio, ahí donde descansan más papeles de otros casos.

Ve gente ir y venir fuera de la oficina donde está, policías murmurando sobre como Manuel Neuer pudo haber hecho algo así, asesinar a un millonario y después a tres personas inocentes en una cafetería, eso sin contar el intento de homicidio contra el que consideraba su mejor amigo, aquel por quién mantenía sentimientos románticos. A Memo se le revuelve el estómago al escuchar a algunos decir palabras despectivas sobre su fallecido amigo; Leo le dice que no escuche lo que otros dicen y se concentre en él, así que eso hace. Con Leo sobre sus piernas, apoya la cabeza sobre su pecho para escuchar los latidos de su corazón, conectando su mente a tierra.

Al terminar de dar su declaración, Leo besa sus labios diciéndole que ha sido muy valiente al relatar todo. Memo no se siente valiente, pero acepta el consuelo con gusto. Leo afirma que la joya robada es suya, lo que a su vez confirma la declaración de Manuel, los hechos coinciden, aunque por desgracia quedan muchos huecos e interrogantes sobre cómo sucedió el asesinato. Lamentablemente, la única persona con las respuestas está en una mesa quirúrgica en espera de que empiece su autopsia.

Memo pide le permitan enterrar el cuerpo de Manu, piensa que merece una sepultura adecuada lejos de las miradas groseras de sus antiguos compañeros. Leo no se opone a ayudarlo a enterrar el cadáver del asesino de su esposo, incluso le pregunta si quiere le fabriquen una tumba de mármol con grabado y todo. Memo niega su amable oferta, sabe que él no querría descansar debajo de un ornamentado pedazo de piedra, sin importar que tan bonito sea.

Al terminar, está exhausto. Todavía debe redactar su informe concluyendo el caso e informar a los padres de Gerard lo sucedido. Además, deberá informarles que ahora que su hijo murió, Leo recuperó la parte de la empresa familiar que por derecho era suyo, así que no va a poder seguir manteniendo a sus ex suegros ahora que está con otro hombre que le permite tomar sus propias decisiones. Sin duda, será una reunión agotadora.

De regreso en casa, acepta un té a base de manzanilla y no sabe que más. La taza humeante permanece intacta frente a él mientras Leo llama a casa de Lewandowski para cancelar la cena, Memo lo agradece. Leo lo cuida el resto de la tarde, ayudándolo a comer, dándole un baño y vistiéndolo con cariño; había escuchado lo sucedido, pero no hace preguntas, aunque seguro debe tenerlas. En lugar de eso, le permite dormir temprano asegurándole que va a estar a su lado, velando por su sueño durante toda la noche.

No hay pesadillas, ni sueños, ni nada. No hay voces ni fantasmas acechando en las sombras más oscuras de su mente, no hay demonios tratando de salir de su apretada prisión en su cabeza. Pasa una noche tranquila y despierta con el cuerpo de Leo entre sus brazos, cálido presionado contra su pecho, todavía dormido. Luce como un ángel, todo bonito al estar dormido. Deja un beso sobre su mejilla y se pone de pie, camina sin preocuparse por su vestimenta a una de las habitaciones donde mantiene sus cosas del trabajo.

Una simple mesa de madera con la carpeta cerrada, la máquina de escribir, la grabadora, un cenicero y un paquete de cigarros. Acerca una desgastada silla a la mesa y acomoda todo a su gusto, pensando en las palabras adecuadas para el informe final. La carpeta del caso parece ocupar un espacio mucho más pequeño que antes, el primer día que llegó a una casa fría sin querer ver el montón de papeles. Se siente como toda una vida desde el día uno en su investigación, ver a dónde lo ha llevado y las cosas que han pasado es tormento para su agotada mente.

Enciende un cigarro, el humo se arremolina sobre su cabeza en espirales calmantes y figuras de una vida feliz. No hay voces, no hay susurros, no hay sombras. Todo terminó. El clic de la máquina llena el silencio que está también en su cabeza, tanta calma lo desconcierta. Con la poca información que tiene, escribe el informe final.

Manuel fue despedido de la empresa de Gerard un año y tres meses antes de su asesinato. Su amigo ya batallaba con depresión y ansiedad, que se hubiera obsesionado con entender el porqué de su despido no es raro, Memo sabe que a él nunca le gustó del todo ser policía, convertirse en guardia de seguridad fue un cambio bienvenido hasta que se terminó. Había desarrollado una malsana obsesión con Leo en algún punto de seguir a Gerard.

¿Y por qué matar a Gerard Piqué? Quizás la pregunta más acertada sería, ¿por qué no? Después de las horribles cosas que le hizo a Leo. Memo no quiere justificar a su amigo, pero lo hace de todos modos, a su parecer, Gerard merecía morir. No escribe eso en el informe, no es nada ético de su parte poner sus consideraciones personales en un documento oficial. Escribe con el sonido de la máquina de fondo, armando una historia que suene coherente con la escasa información que tiene sobre el caso.

Al terminar, apaga su cigarro en el cenicero, coloca cuidadosamente el informe dentro de la carpeta y la cierra. Toma la grabadora y la enciende con una pequeña sonrisa. Piensa en fumar otro cigarro, pero decide que es mejor dejarlo, a Leo no parece agradarle tanto su hábito de fumar seguido.

» Mi nombre es Guillermo Ochoa, detective. He resuelto el caso del asesinato de Gerard Piqué. Encontré al responsable de su muerte. Por desgracia, mi querido amigo Manu tuvo que perder la vida para que pudiera cerrar el caso, se negó a darle fin de manera pacífica. Debo admitir que, viéndolo en retrospectiva, Manu me puso una trampa bastante obvia. Él quería que yo lo matara. Eso hice.

Lo único que me alegra es que sé que ahora está descansando como ha deseado hace tanto tiempo. Además, con el caso cerrado, tengo libertad de vivir mi vida, pues este ha sido mi último caso. En una semana, le pediré a Leo que se case conmigo, ya hemos esperado suficiente tiempo para estar juntos, es lo mejor. Así, será más sencillo que nos entreguen la custodia de nuestro hijo de una buena vez.

Parece que las cosas van a ir maravillosamente de ahora en adelante. «

Esa misma tarde, entrega la carpeta junto a su carta de renuncia, no tiene intenciones de seguir trabajando como detective, ya no. Solo quiere pasar tiempo con su familia. En teoría desempleado pero contento, regresa a casa acompañado por una fina llovizna que asusta a las personas, incitándolas a correr por las calles para resguardarse de las gotas frías.

Memo deja que lo empapen de pies a cabeza, el cabello mojado se le pega a la frente y sus zapatos se llenan de barro por el lodoso camino. Se siente purificado y sereno bajo la lluvia, que lava todos sus pecados y se lleva todo lo malo, dejándolo con las partes más brillantes de su ser. Pasa por una joyería y se toma unos buenos veinte minutos eligiendo el anillo adecuado, sin importar que el vendedor lo vea raro por su aspecto desalineado y mirada medio enloquecida.

Regresa a casa con el corazón contento, lleno de barro y mojado hasta los huesos. Leo se ríe al verlo y lo manda a tomar un baño caliente, Memo obedece al instante, asegurándose de guardar la cajita con el anillo al menos por ahora. Al terminar su baño, Leo lo está esperando sentado en la cama, usando esa bata de seda morada que ha visto tantas veces, luce divino. Al verlo, le da una suave sonrisa.

Memo quiere verlo sonreír por el resto de sus vidas, quiere escuchar sus carcajadas y sus gemidos, adorarlo por la eternidad. El amor que siente por él lo consume de la mejor manera, lo vuelve loco. Sube a la cama junto a él y reclama sus labios en un apasionado beso, tratando de demostrarle con acciones lo mucho que lo ama.

Expediente 65Donde viven las historias. Descúbrelo ahora