XV

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El camino a casa de Leo está grabado en su memoria para siempre. Recuerdos se arremolinan en su cabeza, caóticos y dispersos. Pensamientos que regresan a Lewandowski y su hijo adoptivo, Pablo. 

No se siente más cerca de encontrar al responsable de la muerte de Gerard, los dolores de cabeza se han vuelto difíciles de ignorar. Piensa que podría darse un descanso de la investigación, solo un par de días, estar junto a Leo suena bastante bien para su mente cansada.

Toca la puerta y espera; lo recibe Leo, con las mejillas manchadas de harina y una gran sonrisa que corresponde. Él avienta sus brazos alrededor de su cuello, así que se agacha para tomarlo de los muslos. Entra a la casa cargando su agradable peso, cierra la puerta y siente un beso sobre su mejilla.

—¿Estabas cocinando? Espero no hayas dejado nada en el horno.

—Terminé. Hice solo un par de postres, para Mateo y Robert. 

La mención del polaco le borra la sonrisa. Camina un poco más, pega la espalda de Leo a la pared y pega todo su cuerpo al suyo, manteniendo sus piernas bien abiertas para poder acomodar su cuerpo en medio.

—Parece que eres muy cercano a él —murmura, mirando sus ojos que vagan nerviosamente por su rostro.

—Vos sabés, somos amigos. 

Los celos arden y queman, incendian todo pensamiento racional dejándolo con ansias de poseer, demostrarle al mundo que Leo es suyo. Besa su mejilla, manteniendo su mente bajo control.

—¿De verdad? Dime algo más, amor mío, ¿qué sabes de Pablo Piqué?

Él se congela, igual que un ciervo atrapado en los faros. —¿Cómo sabés de Pablo? 

—Háblame de él.

—Aquí no...

Lo deja en el suelo. Él lo mira por breves segundos y toma su mano, llevándolo hasta su habitación. Ha estado en ocasiones anteriores, pero nunca se le había acelerado el corazón como ahora. Toma asiento sobre la cama, Leo se pasea de un lado a otro antes de quedarse quieto para mirarlo.

—Pablo murió en un accidente un año después de que me casé con Gerard. Él nunca... Nunca pareció ser cercano al chico, ni quererlo. ¿Por qué? 

—Pablo sigue vivo, está con Lewandowski.

—¿Cómo sabés eso? —Leo pregunta luego de minutos de silencio. Le hace un gesto para que se acerque y él lo hace, vacila un poco pero finalmente toma asiento sobre sus muslos, lo sujeta de la cintura.

—Sigo investigando quién mató a Gerard. Así fue como lo encontré.

—¿Qué tiene que ver Robert con todo esto? Vos no pensás que él lo mató. Él jamás haría eso.

La seguridad con la que lo afirma, que Lewandowski es inocente. No sabe si creerle, él o su chico son sus principales sospechosos ahora.

—Las pruebas juegan en su contra. A menos que tú sepas algo más.

Él baja la mirada, luce culpable, tenso. Suspira, temblando al hablar. —No tiene sentido... Rob pudo haberlo hecho antes y nunca lo intentó. 

Permanece en silencio, hay más en la historia que Leo no le ha contado. Espera, paciente, hasta que él vuelve a suspirar; se acurruca sobre su regazo, ocultando su rostro en el hueco de su cuello. 

—Después del nacimiento de Mateo, a penas permití que Gerard me pusiera una mano encima, pero... Yo quería a alguien... Quería sentir lo mismo que sentí con ese desconocido... Rob se convirtió en mi amante. 

Expediente 65Donde viven las historias. Descúbrelo ahora