XVIII

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Su ropa encuentra su lugar al lado de la de Leo, mitad de closet para cada uno. Sus zapatos se acomodan junto a los suyos; corbatas, relojes y la ropa interior se mezclan en un cajón, sin saber qué cosa pertenece a cada uno. Leo dice que es el tipo de vida hogareña que siempre imaginó, con cepillos dentales a juego e incluso mantas individuales idénticas para cuando se acurruquen en los sofás de la sala.

Pasa varios días de dicha absoluta junto a Leo, ayudándolo a remodelar la casa para tenerla a su gusto, escuchándolo hablar mientras cocina y adorándolo cada noche. Leo ignora el teléfono que suena un par de veces cada pocas horas, Memo tiene una idea de que puede ser, pero prefiere darle su espacio y que sea él quien le cuente que sucede. Gerard no se ha aparecido en sus sueños ni cuando está despierto, manteniéndolo tranquilo.

El trámite para la adopción de Mateo avanza a pasos agigantados gracias a la ayuda económica de Lewandowski, Leo le ha dicho que lo tendrán en casa en dos meses. Se enfocan entonces en arreglar una de las habitaciones para su hijo, con paredes azul celeste y una cama con colchas verde esmeralda con dibujos de balones de fútbol. La llenan de juguetes y libros, Leo luce radiante al terminar y, con voz tímida, sugiere que arreglen otra habitación para recibir a un nuevo niño.

Aunque por mucho que le guste estar con Leo, pasar tiempo con él o joderlo hasta que grita por piedad; no olvida que tiene un trabajo por hacer. Ahora que vive con Leo y tiene planes de pedirle matrimonio, necesita cerrar este caso lo más pronto posible. Se despide de Leo con un beso y parte hacia la casa de Gignac, de reojo puede ver sombras levantarse y seguirlo, sin dejarlo en paz ni un solo segundo del trayecto. Las escaleras le parecen interminables y toca tres veces la puerta, esperando.

Diego le abre la puerta después de unos minutos, tiene el cabello húmedo pegado a la frente y las mejillas rojas igual que un par de manzanas, su ropa desordenada no cubre por completo las marcas rojizas sobre sus clavículas, mucho menos cierta sustancia pegajosa que le escurre por una pierna. Memo casi quiere decir que mejor regresa otro día, pero necesita esa información para hoy.

El chico le permite entrar y corre a sentarse sobre el regazo de Gignac, al menos él luce un poco más decente mientras hablan por susurros. Memo se entretiene un poco curioseando los detalles de la habitación, alguna cosa que le dé pistas sobre cómo se unen los caminos de André Gignac y Pablo Piqué; pero es obvio que el francés es meticuloso en lo que hace, no guarda pruebas de sus anteriores trabajos. A excepción de Lainez, por supuesto.

Se sienta en la única silla disponible frente al escritorio, esforzándose en parecer relajado pese a la profunda incomodidad por la situación, las mejillas de Diego están más rojas que antes y respira con un poco de dificultad. Memo agradece que el escritorio de madera sea tan amplio, impidiéndole ver qué ocurre debajo de su superficie. La grabadora está oculta en su camisa grabando todo, pero saca su cuaderno para dar una apariencia de normalidad al asunto. En la esquina en el lado derecho de Gignac, Gerard Piqué lo mira con una sonrisa aterradora.

—Pablo Piqué. Hermano menor de Gerard, dado por muerto en un accidente un año después de que su hermano contrajo nupcias con Lionel Messi. Necesito información.

André se tensa, la sonrisa de Gerard se hace más amplia, el negro de sus pupilas aumenta más y más hasta que sus ojos desaparecen por completo. Cuencas vacías que se clavan en el alma de Memo. —El niño se volvió el favorito del padre. Inquieto, pero inteligente para los negocios a pesar de su corta edad, Gerard enfureció al saber que su hermanito heredaría los negocios familiares y él sería relegado.

Memo asiente, escribiendo con rapidez. Al casarse con Leo, aseguraba su posición con la promesa de herederos para el negocio familiar, además, se le concedió total poder y autoridad en la empresa de Leo, logró recuperar el dinero perdido y colocarla una vez más en la cima. Dinero, estatus, poder. ¿Por qué querer muerto a Pablo si ya tenía todo eso? Por supuesto, siendo él incapaz de procrear con Leo, debió tener que su padre aun así quisiera tener a Pablo como el principal heredero.

Gignac continúa después de una pausa. —Para entonces, yo ya tenía a Diego. Me asustaba que alguien supiera lo que había hecho, así que hicimos un trato. El accidente de auto mató a la niñera, el niño quedó vivo. Tenía que terminar el trabajo, pero no pude hacerlo. Lo llevé a un orfanato en otra ciudad y lo abandoné ahí. Supe que lo trasladaron de lugar a lugar por ser demasiado problemático, después de dos años decidí olvidarme de él y concentrarme en cuidar de Diego.

—¿Pablo ya tenía sentimientos negativos hacía Gerard al momento del incidente?

—Le temía, Gerard no fue su persona favorita para nada. Observé al chico un tiempo antes de realizar el trabajo y para ese entonces solo estaba muy asustado de su hermano mayor.

¿Qué cambió? Tal vez Pablo supo que Gerard había intentado matarlo, el chico era demasiado inteligente para su propio bien según le contó Leo. Lewandowski debe tener mejor información sobre él, por supuesto, pero no cree que una visita sea lo mejor por ahora, ya alteró los nervios del polaco en una ocasión y está bastante seguro que pudo haber muerto en su oficina ese día. Bueno, ya encontrará una excusa para verlo.

—¿Qué pasa con Pablo? —André pregunta, luce interesado en el asunto. Diego se ha mantenido callado desde que iniciaron la conversación, pero ahora sus ojos se desvían hacia él con una chispa de curiosidad.

—Está relacionado con el asesinato de Gerard. Aún no tengo muy claro cómo, falta información que reunir antes de poder señalar un culpable. Sin embargo, mi investigación me ha llevado a él. —Y a Robert Lewandowski, por supuesto, todo un misterio que resolver.

Se despide de ambos pocos minutos después, ignorando los obvios sonidos que llegan al pasillo una vez cierra la puerta. Suspira con los ojos cerrados, debe darle fin a todo esto pronto, no cree que pueda resistir mucho más de visiones aterradoras y voces que con susurros lo atormentan. Abandona el lugar pensando en otras cosas para distraerse. Javi y su esposo lo invitaron a comer el fin de semana y piensa pedirle a Leo que haga alguno de sus postres para llevar a la casa del matrimonio, quizás ese rico pastel de manzana que lo hará subir unos diez kilos si lo sigue comiendo.

Llega a su propia casa, en la cocina hay una nota firmada por Leo que dice fue al orfanato a visitar a Mateo, le ha dejado una ración de galletas y pasta en el refrigerador. Sonriendo, se pasea por la cocina buscando una taza y azúcar, pone agua a calentar y decide que por esta ocasión evitará tomar café optando por un té. Sabe que Leo guarda todo para preparar té de diferentes cosas en la alacena inferior, ríe al imaginarlo teniendo que subir a un taburete para conseguir las cosas si lo hubiera puesto en algún estante alto. Por su altura, agacharse a buscar las plantas hace que le duelan las rodillas y la espalda. Hojas de limón, manzanilla, canela, anís, jamaica, acónito, jengibre, menta…

Regresa la mirada a la planta que luce inocente en medio de todas las demás, con los pétalos lilas abiertos. La mente de Memo trabaja a toda velocidad, ha leído sobre esa planta antes, durante su tiempo estudiando como detective luego de tomar un curso sobre toxicología y venenos. ¿Por qué Leo guarda acónito? Tan solo tocarla tendrá consecuencias graves para la salud, pues no hay antídoto conocido. La autopsia no revelaba signos de envenenamiento, pero quizás se pasó por alto por lo obvio de sus lesiones externas.

Leo no es estúpido, pasa demasiado tiempo metido hasta los codos en la tierra de su jardín para no saber qué es y lo más importante, qué hace. Además, escondida ahí donde a un tipo tan alto como Gerard le sería difícil o tedioso investigar. Eso, si es la única planta venenosa oculta en la casa, algunas otras con menos efectos adversos para la salud también pueden pasar desapercibidas con facilidad.

—¿Cielo? ¿Qué hacés ahí metido?

Se golpea la cabeza tratando de salir, Leo lo mira con una adorable sonrisa, sus ojos viajan a la bolsita con menta que sostiene en la mano. Memo siente seca la garganta. —Té, quería preparar algo de té.

—Dale, vos verás que es mejor que el café. Aunque debes tomar mate también de vez en cuando.

—Si, lo haré, mon amour. Ahora cuéntame cómo te fue con Mateo.

El brillo de sus ojos lo encandila igual que la luz a una polilla, por las siguientes horas, perdido en su dulzura y en su calor, Memo se olvida de la planta venenosa que se oculta en la alacena de la cocina.

Expediente 65Donde viven las historias. Descúbrelo ahora