XVII

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Dos días después, de vuelta en casa, le toma una cantidad corta de tiempo elegir que llevarse al hogar de Leo y que dejar atrás. Es bastante sencillo ordenar sus pertenencias en aquellas que prefiere olvidar y aquellas adecuadas para empezar su nueva vida. Con todo lo elegido en cajas de cartón, se sienta en el escritorio mirando la carpeta del caso, la grabadora a su lado junto al reproductor de video.

Cierra los ojos para evitar ver el rostro post mortem de Gerard, gritándole con rabia por tener a su esposo. Ignorar sus gritos es sencillo, pero no desea seguir viendo su cuello lleno de marcas violetas, mucho menos el agujero en su cabeza rezumando sangre producto de la bala que le quitó la vida. Vuelve a abrir los ojos, solo él en la habitación; deja salir un profundo suspiro, agotado. Enciende un cigarro, dispuesto a hacer algo de trabajo antes de llevar sus pertenencias a su nuevo hogar.

Gerard dejó cinco sobres con videos, una nota decía una simple palabra "pruebas" en color rojo, tres están marcados con ese mismo color y los dos restantes están en azul. Intrigado, reproduce primero los azules, sintiéndose asqueado a los pocos segundos de iniciar. La cámara enfoca a Leo, su expresión de dolor con lágrimas bajando por sus mejillas hasta perderse en la sábana blanca que cubre el colchón, una mano lo sostiene del cabello para mantenerlo abajo, su cuerpo se sacude al ritmo de las embestidas marcadas por Gerard. Corta con rapidez el vídeo, haciendo lo mismo con el siguiente al ver que es idéntico, no desea ver cómo lo violan.

Suspira, masajeando sus sienes; podría guardar los vídeos, aunque esa evidencia no le sirve de nada contra un hombre muerto. Los arroja al fuego de la chimenea, mirando las llamas crecer lamiendo hambrientas un recordatorio más del sufrimiento de Leo. No hace nada para reparar el daño causado, pero lo hace sentir mejor. Vuelve a sentir la presencia de Gerard a su lado, su rostro desfigurado le causa escalofríos que se esfuerza por retener, no quiere darle la satisfacción de verlo incómodo bajo su mirada.

Reproduce entonces el primero de los rojos. En la imagen, puede ver a Cristiano limpiando una herida en la espalda de Javier, sollozos sacuden el cuerpo de su amigo mientras su esposo le da palmaditas junto a besos reconfortantes en áreas no lastimada de su piel. Javier se voltea, su rostro claro y visible para la cámara al pedirle un beso a su marido que concede gustoso. Con ese material en las manos equivocadas, Javi podría regresar a la vida de miseria de la que tanto le costó salir. Borra su existencia de la misma manera que los anteriores, su corazón se siente más ligero al saber que está protegiendo a su amigo.

El siguiente video muestra a Gignac sentado en un cómodo sofá color crema, un arma en la mesita frente a él mientras revisa documentos ilegibles por la distancia. Memo observa el lugar, no es el departamento que visitó; debe ser su antigua casa entonces. Gignac levanta la mirada al ver entrar a la sala a un chico, Diego Lainez. Lleva un par de calcetas blancas que le llegan a la mitad de las pantorrillas y una playera grande en color amarillo. Se sienta sobre el regazo del hombre mayor, reclamando toda su atención con un beso; Memo aparta la mirada sintiéndose incómodo. ¿Qué hará con ese vídeo? La situación es complicada para Gignac, necesita investigar más sobre el asunto antes de tomar una decisión.

Sus sospechosos principales son Lewandowski o Pablo, pero no está de más observar al otro en caso de pasar algún detalle por alto. Guarda el vídeo en su sobre, rasga el papel del último y nota que son dos, elije uno al azar que empieza a reproducirse. Memo observa la oficina de Lewandowski, todo tal cual como la visitó aquél día. El polaco está sentado detrás del escritorio, con postura aburrida mientras escucha hablar a Gerard. Algo pasa que torna la charla en una discusión, ambos de pie gritándose el uno al otro, la situación escala a niveles alarmantes en pocos segundos, terminando con Gerard arrojándole un cenicero a la cabeza a Lewandowski.

Se le corta la respiración al ver entrar a Pablo, lanzándose sin pensar a la espalda de Gerard y ahorcándolo. La diferencia de tamaños es evidente al igual que la de fuerza, Pablo es demasiado pequeño, pero lo compensa con una furia sorprendente. Memo sonríe al ver al niño encajar sus dientes en el hombro de Gerard, sacándole un grito de dolor; Lewandowski logra quitarle de encima a Pablo, sin duda buscando proteger al niño de Gerard quién ha sacado un arma que apunta directo a la cabeza de Pablo.

El punto débil de Lewandowski, expuesto a la perfección. Memo sabe, mirando su expresión de pánico puro, que no hay nada que no haría por ese niño. De alguna manera logra menguar la situación y Gerard se marcha con más que solo su orgullo herido, dejando a padre e hijo solos. Es testigo del dulce y empalagoso momento que comparten, revisándose en busca de heridas urgentes que atender. Todo el aire sale de sus pulmones al verlos compartir un beso que se torna apasionado a los segundos, Lewandowski atrapa el cuerpo más pequeño entre el suyo y el escritorio, arrancándole la ropa.

Detiene el vídeo, su mente corriendo a toda velocidad. Bien, eso sin duda trae muchos más inconvenientes. Cómo si la situación no fuera ya lo suficientemente difícil, con tantos giros y vueltas; además, Pablo luce tan pequeño. De cualquier manera, a menos que afecte el caso, ese no es su asunto, si alguien tiene algo que decir al respecto es Leo ya que Pablo es su familia, política, pero familia, al fin y al cabo. Reproduce el último video, un dolor punzante se acopla en su cabeza.

Es la habitación de Leo, vacía al principio, con la cama hecha un desastre; Memo suspira encantado al ver a Leo aparecer en la grabación, desnudo y tan hermoso como siempre. Su piel pálida parece tener un brillo etéreo mientras pasa una toalla sobre su cuerpo para secarse. Gotitas de agua caen de su cabello hasta el suelo y la sonrisa de Memo cae al ver la persona aparecer detrás de él, dándole un amoroso abrazo junto a un beso en el cuello.

Gerard descubrió a su esposo siéndole infiel con Lewandowski entonces, recuerda una nota mencionar algo parecido, pero nunca creyó que tuviera pruebas. Pese a los celos ardiendo en su pecho, no siente el rechazo que había sentido con los vídeos de Gerard; al menos puede ver qué Lewandowski trató bien a Leo el tiempo que lo tuvo, se ve relajado disfrutando del sexo suave. No puede contener su sonrisa, saber que tuvo a Leo extendido debajo suyo, tan receptivo a su toque, gimiendo su nombre con esa dulce carita sonrojada.

Sale de su fantasía, el vídeo ha terminado dejándolo con un ruido de estática de fondo. Deja caer la cabeza hacía atrás, tomando una respiración profunda. No desea más que ir a casa de Leo y volver a hacerle el amor con dulzura, tenerlo cabalgando sobre su verga mientras le llena el pecho de marcas rojizas que duren semanas. Siente como se endurece en sus pantalones, su mente se desvía más de su objetivo principal a cada segundo. Vuelve a respirar hondo, alejándose de las fantasías para regresar al mundo real.

Empieza a escribir, ignorando con determinación a los dos cadáveres putrefactos parados a cada lado suyo. Su frialdad fantasmal se filtra en su cuerpo y cala en sus huesos, haciéndolo temblar; susurros ininteligibles llenan el anterior silencio de su hogar, ellos pegan sus rostros al suyo buscando llamar su atención, enfureciéndose al no conseguirlo. Mantiene presente el recuerdo de Leo, su dulce sonrisa, sus ojos brillantes al cocinar, la suavidad de su piel. Leo se ha vuelto una droga mucho más poderosa que el opio, no puede sacar de su sistema la necesidad de estar con él o en su defecto, fantasear con él cada segundo que puede.

Cierra el expediente al terminar de añadir sus notas de hoy, recoge el resto de sus cosas relacionadas a la investigación, van a una caja especial que llevará con particular cuidado a casa de Leo. Tres toques en la puerta le advierten que Manuel ha llegado, lo recibe con una pequeña sonrisa junto a un abrazo, murmurándole su agradecimiento por venir a ayudarlo.

—¿No crees que es raro que vivan en la casa donde murió Gerard? Vivo era un hijo de puta, lo recuerdo bien de cuando trabajaba en su empresa. No entiendo por qué querría seguir viviendo dónde también habitaba un hombre tan horrible como Gerard.

—Le dije a Leo que no teníamos que vivir ahí, pero él quiere dejar atrás todo lo relacionado a Gerard, enterrar su recuerdo en los mismos cimientos que formaron su jaula.

—Que valiente —Manuel murmura, ayudándole con un par de cajas. Entre ambos, llevan todas sus cosas a su nuevo hogar. El sol brilla en lo alto del cielo, un buen presagio para empezar este nuevo capítulo de su vida, si él creyera en esas cosas.

Expediente 65Donde viven las historias. Descúbrelo ahora