XXII

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Tres días después de cerrar el caso de Gerard, la noticia recorre las calles. No hay nadie que no esté hablando de cómo un ex empleado de Gerard fue el causante de su muerte; con voces sorprendidas, la gente murmura sobre cómo un policía podría cometer un acto tan atroz y que horrible debió ser para Lionel.

Cinco días después de cerrar el caso de Gerard, reciben una carta de Lewandowski deseándoles lo mejor en la nueva etapa de sus vidas, además de decirle a Leo que como muestra de amabilidad, ha desactivado todas las cámaras de su casa. André permanece en silencio lo cual es una buena señal de su parte. Cristiano y Javier los invitan a comer, los cuatro pasan una amena tarde evadiendo los temas más sensibles para todos.

Una semana después de cerrar el caso de Gerard, borran todo recuerdo de él en la casa. La oficina de Gerard pasa a ser de Leo, renovada con papel tapiz en celeste y una alfombra blanca suave y bonita. También cambian el escritorio, las estanterías y quitan las inútiles cámaras de seguridad de las esquinas. No solo el cambio de color favorece el ambiente en la casa, también el amor que se respira en el aire.

Una semana y un día después de cerrar el caso de Gerard, reciben una llamada del orfanato que les informa han obtenido la custodia total de Mateo. Con visitas periódicas de algún encargado para cerciorarse que el pequeño esté bien, por supuesto, pero la custodia es toda suya. Es bueno que su habitación esta lista, repleta de juguetes y demás cosas que ambos consideraron necesario. Memo está muy ilusionado y contento por estar cerca de su hijo.

Una semana y dos días después, Mateo llega a casa con ambos. Leo sostiene su mano izquierda y Memo la derecha, los tres entran a la renovada casa con una sonrisa, llenándola de inmediato con calidez hogareña y risas infantiles. Mateo duerme con ellos esa primera noche, protegido entre sus cuerpos mientras sus papás lo miran dormir con dulces sonrisas, compartiendo en silencio lo mucho que se aman.

Una semana y tres días después, luego de ayudar a Mateo a comer, Leo le sirve una rebanada de pastel. Él sienta a Mateo sobre sus piernas para ayudarle a terminar con su comida mientras Memo toma un primer bocado de su postre. Es delicioso, como todo lo que prepara Leo. Al terminar, se fija en las letras en el plato de porcelana. Leo sigue ayudando a su hijo a comer y voltea a verlo al sentir su mirada, Memo lo mira con incredulidad y él asiente, la felicidad lo inunda, se lanza a abrazar a ambos y llenarlos de besos, repitiendo en su mente "vamos a tener otro hijo".

Una semana y cuatro días después, le pide matrimonio. No hace una gran propuesta ni nada parecido, en realidad lo mantiene muy simple. Mientras Leo le enseña a Mateo a regar las plantas, él lo derriba sobre el montón de tierra que hay a su lado. Leo grita de sorpresa, apuntando la manguera a su cara y disparando un chorro de agua que lo manda hacía atrás. El jardín se llena de sus carcajadas estridentes, los tres juegan con el agua hasta quedar empapados. Recostados sobre el césped mojado, Memo saca el anillo y se lo ofrece a Leo, quien se lo pone de inmediato con una gran sonrisa.

Una semana y cinco días después, Memo se para en la que solía ser la oficina de Gerard con una gran sonrisa, uno de los cajones del escritorio está a reventar de los dulces y snacks favoritos de Leo, para que disfrute mientras trabaja. Memo casi puede imaginar a Gerard gritando enojado al ver qué ha sucedido con su antigua casa y su esposo. No ha vuelto a ver fantasmas, así que no sabe que este haciendo Gerard, es lo mejor.

Una semana y seis días después, Leo le dice que quiere ir al cementerio donde está Gerard para llevarle flores y cerrar definitivamente ese capítulo tan oscuro de su vida. Ha continuado con la terapia que, en conjunto con Memo y Mateo, ha hecho maravillas por él. Memo le dice que irán el siguiente día.

Dos semanas después, van al cementerio. Memo se sorprende al ver a dos personas en la tumba de Gerard. Leo parece que no tanto, pues se acerca a ellos con felicidad y estrecha al pequeño Pablo en sus brazos bajo la atenta mirada de Lewandowski. Permanece un poco atrás, observando a su prometido hablar en voz baja con Pablo, ambos tienen los ojos un poco llorosos pero pequeñas sonrisas a juego.

Asiente a Lewandowski, el polaco hace lo mismo, aunque no hacen ningún esfuerzo real por entablar una conversación. Esperan con paciencia a que la apresurada conversación entre los otros dos termine, con promesas de visitas y salidas para recuperar el tiempo perdido. Fija su mirada en la lápida, Pablo no le trajo flores a su hermano, pero si pintó un par de cuernos encima del nombre junto a una carita riéndose con pintura roja, la lata permanece al lado y ni él ni el polaco parecen tener intención de llevársela.

Leo si le trajo flores, un precioso y pequeño arreglo dentro de un frasco para evitar que cualquiera pueda sufrir daños accidentales, después de todo, le ha traído acónito. Pablo y Lewandowski se alejan de camino a su auto, Leo se arrodilla frente a la lápida para arreglar un poco la hierba a su alrededor y charlar con él, su terapeuta había dicho que lo ayudaría a sanar. Memo sabe que es un momento solo para él, así que se aleja para darle algo de privacidad.

Camina en dirección a dónde Lewandowski parece estar discutiendo con Pablo, ambos tan enfrascados en su conversación que no se percatan de su presencia. Le recorre un escalofrío muy familiar, sus pupilas se dilatan y su corazón se acelera en respuesta a la señal de peligro enviada por su cerebro.

—No lo entiendo. Ya encontraron al asesino y tú sigues con esa cara de culo. —Pablo resopla. —¿Por qué no puedes relajarte?

Memo se esconde para poder verlos, Lewandowski tiene una expresión neutral, no puede ver sus ojos por sus lentes oscuros. —El anillo que encontraron como principal prueba fue un regalo que yo le hice a Leo hace cuatro años y lo perdió hace dos. Tú y yo sabemos que Manuel Neuer no fue el responsable de la muerte de tu querido hermano.

—Papi...

—¿Vas a seguir mintiéndome? Te he cuidado y protegido cada día desde que llegaste a mi vida, mój mały. He permitido que tengas tus secretos, tu privacidad, que salgas de casa en la noche sin decirme a dónde vas. He tratado de ser lo mejor para ti pero necesito que me digas la verdad.

El silencio lo asfixia, pasan lentos y angustiosos segundos en los que Pablo no dice nada hasta que finalmente se rompe. —Thomas Müller. Estaba tan enojado al ver cómo el estúpido de Marco Reus te habló en esa reunión, diciendo cosas horribles sobre tu familia. Quería verlo sufriendo y maté a su pareja... Rob, y-yo sé que cometí un error al hacerlo ese mismo día p-pero escondí toda la evidencia y nadie creía que yo lo había hecho.

—En eso te equivocas, hay alguien que si creía que habías sido tú. Pero no te preocupes, mi amor... —El polaco lleva su mirada a Memo, con su presencia descubierta, se acerca a ambos en silencio. Pablo se pega al costado de Lewandowski, mirando a su papá. —Secreto por secreto, ¿verdad, detective?

Memo le sonríe. Leo regresa en ese momento, acercándose a darle un suave beso sobre los labios. Se despiden, de regreso a casa Leo nota su inusual estado de ánimo y pregunta sobre eso.

—¿Qué tenés? Pensé que te caía mal Rob.

—Descubrí que podemos ser buenos amigos. Además, estoy contento. Nos vamos a casar y vamos a tener otro hijo, nada podrá hacerme más feliz.

—Dale, pero prepárate. Quiero que tengamos al menos otros dos nenes.

—Lo que tú quieras, mon amour. Todo lo que tú quieras.

—Te amo Guille.

—Te amo más.

Memo suspira feliz al deslizar su mano junto a la de Leo. En su mente, no puede evitar reírse de Gerard. Qué curioso que temía quedarse sin dinero, sin su esposo y sin vida, todo eso se cumplió y a manos de quién menos lo esperaba. Memo ahora ocupa el lugar que siempre le perteneció, junto a Leo. 

Expediente 65Donde viven las historias. Descúbrelo ahora