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Es el día de la gran cena con Lewandowski y Pablo. Memo despertó con una rara sensación acumulada en el pecho, los fantasmas que lo aquejan mucho más activos y por lo tanto molestos de lo normal. Riendo, murmurando cosas, acercándose demasiado hasta que se siente hunde en su frialdad antinatural. Leo se dio cuenta de su estado ansioso y le dijo con amabilidad que saliera un rato en lo que él preparaba la cena.

No quería dejarle toda la carga a su adorado novio, pero admite que va a quemar la casa si se acerca a la cocina en ese estado. Tres cigarros y una larga caminata después, se encuentra con Manuel en una bonita cafetería llena a tal hora de la mañana. Se las arreglan para conseguir una mesa y un desayuno adecuado para ambos, pero si bien Memo aprecia la comida, todo su cuerpo sigue tenso. Quiere otro cigarro.

—¿Qué te pasa?

Que no le pasa, debería ser la pregunta. Los rostros de los desconocidos se deforman cada que los ve, un molesto zumbido en sus oídos le pone difícil mantenerse concentrado. —Este caso me está matando. Estoy en un callejón sin salida y me quedan dos semanas para completar el plazo que me dieron.

—No entiendo por qué has tardado tanto. Sabes bien quién lo hizo, Memo.

Es un susurro que congela el mundo a su alrededor. Memo lo mira con los ojos muy abiertos y los labios separados por la absoluta sorpresa, el resto de ruidos se desvanecen en su mente y solo puede enfocar a Manuel en frente suyo, con su taza de café todavía llena y humeante, el plato lleno de migas. Manuel le da una sonrisa, de su abrigo saca una cajita de terciopelo negro y la abre para él, Memo baja la mirada para ver la joya dentro. Es un simple anillo de oro, delicado y bonito, con una piedra brillante rodeada por lo que simulan ser pétalos de rosa. Es precioso.

Vuelve a levantar la mirada para ver a Manuel. —Lionel Messi perdió esta joya hace un año. El día que comencé a seguirlo. Ya sabes cómo soy, me consumía la necesidad de entender por qué Piqué me había despedido. En su lugar, me encontré con una necesidad más fuerte, de saber todo lo que pudiera sobre Lionel Messi.

—No… —Memo puede sentir su corazón latiendo con fuerza contra su pecho, la línea entre la realidad y la fantasía se borra en su mente. Atrás de Manuel aparece una sombra con enorme sonrisa, murmurando cosas que no se molesta en intentar comprender.

—Admito que fue extraño, no es mi tipo usual y tú lo sabes. Pero que puedo decir, me fascinó por completo. Supongo que lo entiendes. —A su pesar, Memo asiente, la comprensión de a dónde va todo esto estruja su corazón de manera dolorosa. Al mismo tiempo, lo llena de un cariño infinito hacía su amigo. —Pensé que Gerard presentaría una pelea más interesante, que me haría sentir vivo una vez más. Me equivoqué. Lamento haberme tardado tanto en decírtelo, Memo, sabes que haría cualquier cosa por ti y me lastima mucho verte así.

Siente un nudo en la garganta que le impide decir algo, cualquier cosa para aligerar la pesada carga en los hombros de Manu. No tiene ni puta idea de qué decir y sabe que su expresión debe ser de dolor por la forma en que lo ojos de su amigo se llenan de tristeza. Respira hondo. —Manuel Neuer, quedas bajo arresto por el asesinato de Gerard Piqué. Por favor, acompáñame a la estación de policía.

—¿Me darás un último beso antes de despedirnos? —Se le revuelve un poco el estómago por eso, ahora que lo suyo con Leo va en serio, no se imagina besando a nadie más, incluyendo a Manu.

—No puedo.

Él luce afligido, asiente. —Está bien, lo entiendo. Pero me temo que no puedo cooperar más contigo. No voy a ingresar a esa estación de policía vivo.

—Manu, por favor.

—No.

Tiene solo segundos para reaccionar, la mano derecha de Manuel se mueve y Memo se agacha justo a tiempo para evitar acabar con bala incrustada en su cráneo. La cafetería se llena de gritos y ruido, un llanto doloroso que le dice a Memo que la bala que iba para él acabó con la inocente vida de otra persona. Empuja la mesa contra Manuel, él se aparta justo a tiempo y dispara dos veces más.

Con el corazón latiendo desenfrenado, se oculta detrás de la mesa derribada. El sonido de otros tres disparos, más gritos y un abrumador silencio. Asoma la cabeza y observa a Manuel deambulando por la cafetería ahora hecha un desastre, hay tres cuerpos desangrándose a sus pies, seguro intentaron detenerlo para proteger al resto de personas en el lugar. Se fija en el arma en su mano, un revólver; mantiene la mirada en las balas que mete en el tambor para contarlas, seis.

Respira hondo, el rostro de Leo aparece en su mente, con su hermosa sonrisa esperando a que regrese a casa para que puedan vestirse apropiadamente para la cena, no puede morir aquí. Antes de que Manuel se de la vuelta, se lanza contra él logrando derribarlo. Forcejean en el suelo, Memo intenta arrebatarle el arma mientras Manuel se esfuerza por mantenerla en su poder. Un golpe en la cabeza lo desorienta lo suficiente para que Manuel tenga la ventaja, invierte sus posiciones y puede sentir el cañón del arma sobre su frente.

Toma sus muñecas, tirando de su cuerpo hacía adelante para que pierda el equilibrio. Manuel se golpea la cabeza al caer, un quejido de dolor llega a los oídos de Memo mientras se pone de pie con el arma en la mano. Va a alejarse, una mano lo toma del tobillo, el revólver se le resbala al tropezar. Escucha el metal golpeando el suelo, Manuel le sonríe con un hilo de sangre bajando por su frente hasta perderse en el cuello de su camisa. Se enfrascan en una pelea a golpes que tiene a Memo jadeando por el esfuerzo, su mente distraída por el constante pensamiento de que hace solo minutos atrás, Manuel era su amigo y ahora es el responsable de la muerte de Gerard Piqué, es su deber arrastrarlo a la estación de policía para que pague por lo que hizo.

No quiere perder a quien ha sido su mejor amigo durante largos años, con quién pasó el momento más traumático de su vida al matar a alguien por primera vez. Pero Manuel no parece pensar en él con el mismo cariño, en sus ojos no queda un rastro del afecto alguna vez profesado. Con la boca llena de sangre, Memo entiende que si quiere salir vivo de aquí, tiene que matarlo. Entenderlo le llena los ojos de lágrimas, hace que la mirada de Manuel se suavice por breves momentos, dándole a ambos un respiro.

La cabeza de Manuel sigue sangrando, hay manchas rojizas en su camisa y un moretón floreciendo en su ojo izquierdo y la mejilla derecha. Sabe que debe lucir igual de mal, con la ropa desarreglada llena de suciedad y los dientes manchados de sangre que todavía escupe de vez en cuando. Capta el brillo metálico del revólver cerca de uno de los pies de Manuel que permanece ajeno a la posición de su arma.

—Debemos acabar con esto pronto, querido amigo —dice, con una enloquecida sonrisa—, aunque debo agradecerte por nuestra última danza. No me había sentido tan vivo en mucho tiempo.

Muy a su pesar, Memo le corresponde la sonrisa. Puede escuchar las sirenas de los carros de policía acercándose, tienen un máximo de cinco minutos para terminar con todo esto. —Todavía puedes cooperar y hacer esto de la manera pacífica.

—Soy el responsable de la muerte de Gerard Piqué y de tres inocentes individuos presentes en esta cafetería. No van a darme unos años de cárcel y una multa, me encerarán ahí para siempre. Ya no hay nada más para mí. Acaba con esto de una buena vez.

La imagen de Manuel cambia y se distorsiona a la del hombre que mató tratando de protegerlo. Parpadea y vuelve a cambiar, es Gerard post mortem con expresión afligida suplicando por un alivio para su dolor. Cambia una vez más, es su propio reflejo con una sonrisa engreída bañado en sangre. Memo lo tiene muy claro, cuando las fuerzas policíacas arriben a la destruida cafetería encontrarán un cadáver más en el suelo. Y no va a ser el suyo.

Manuel se lanza hacia adelante al tiempo que Memo se avienta al suelo, con milisegundos de ventaja por la desorientación de Manuel, su mano derecha se cierra sobre la forma del revólver. Se gira, con el corazón latiéndole con tanta fuerza que es doloroso, en el medio de un latido y una temblorosa exhalación, apunta casi a ciegas y jala el gatillo.

El disparo resuena atronador en el vacío del lugar, policías entran y se quedan mudos por lo que ven. Desde arriba, Memo observa a Manuel, con una bala incrustada en el cráneo y la expresión más pacífica que ha visto en su amigo. 

Expediente 65Donde viven las historias. Descúbrelo ahora