IV

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Pasan dos días en los que acomoda la información en su mente, decidiendo que hacer a continuación. Hay mucha información faltante que no le permite ver el panorama completo, aunque lo poco que tiene no le da una buena imagen a la víctima. 

Acomoda la corbata de su traje por última vez en un gesto nervioso que es muy común en su vida. La parte racional de su mente le dice que podría estar en camino a visitar a Cristiano Ronaldo, pero en cambio camina por el sendero de barro para visitar a Leo bajo la endeble excusa de hacerle unas preguntas.

Necesita información sobre el abuso doméstico y sexual relatado en las cartas, es cierto, aunque podría optar por una estrategia distinta que no implique ver al hombre que le ha estado robando el aliento. No importan los motivos de su matrimonio, todavía es alguien que pasó por una pérdida muy reciente, no debería involucrarse más de la cuenta.

El césped se ve en mejor estado, prolijo y brillante, las flores en el jardín más vivas. Nota, que la casa parece un poco más alegre, lejos de ese ambiente casi moribundo que encontró al principio. 

Respira hondo, sus pulmones se llenan del aroma a tierra mojada y césped recién cortado. Extiende una mano para tocar la puerta, pero se abre abruptamente. Se hace un poco hacía atrás, mirando a los ojos a un desconocido que tan pronto lo nota, sonríe.

—Oh, przepraszam. No tenía idea que Lionel esperaba a alguien. 

La cadencia de su tono al final suena casi como una amenaza, el azul claro en sus ojos se asemeja a un mar turbulento, con olas capaces de hundir grandes barcos con el más leve de los movimientos. Todo en este hombre grita peligro.

—Soy detective, me contrató para resolver el asesinato de su esposo —Él se burla, se recarga contra el marco de la puerta y le da una mirada de arriba a abajo. Mantiene su semblante tranquilo, sin querer parecer una amenaza. 

—Ciekawy. Estoy seguro que todos preferimos que Gerard se mantenga en la tumba, junto a sus secretos. Si usted está aquí debió ser por presión de su familia. Lionel zasługuje na życie bez cienia tego głupca.

Su voz escupe veneno al final, a su mente llegan las palabras de la carta. Cómo en un incidente desconocido su frágil entendimiento cayó a pedazos.

—Solo hago mi trabajo. 

—Muy bien entonces, lo dejo continuar. Powodzenia. 

Pasa a su lado para salir, sus hombros se rozan por breves segundos en una muy sutil advertencia. Suspira, entra a la casa y se alegra solo un poco de ver el triste papel de tapiz de flores grises. Escucha una voz melodiosa que tararea alguna canción desconocida. 

Contiene su sonrisa y camina en silencio hasta la cocina, Leo está ahí, cantando junto a una radio de aspecto antiguo. Lleva un delantal celeste sobre una camisa blanca de gran tamaño, baila moviendo las caderas al ritmo de la música, sacudiendo todo su cuerpo.

Se da la vuelta, congelándose al verlo ahí parado. Se sonroja, el calor se le sube a las mejillas al notar que estaba ahí parado como un loco espeluznante.

—Lo lamento mucho, no quise ser grosero.

Se relaja, alisando su delantal sobre su estómago, nota que no usa pantalones. —Que va, creí que estaba solo. ¿Viste a Rob, supongo? 

—Si. —No da más información, no cree que él la necesite. Un matrimonio arreglado roto y una amistad creada años después, sospecha que hay más aquí para desentrañar.

—Sos muy serio eh. Vení, anda, las galletas se están quemando. 

Confundido, se acerca hasta sus brazos extendidos, permite que lo tomen de la mano y lo lleven a una gran mesa de mármol. Hay una rejilla de metal con varios panecitos recién horneados encima, un agradable aroma a vainilla flota en el aire. 

Expediente 65Donde viven las historias. Descúbrelo ahora