XIV

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Tiene toda la evidencia que posee sobre el escritorio, acomodada por orden cronológico según la mente de Gerard se iba deteriorando. Aún no sabe que causó su caída a la locura total, pero al menos sabe que la falta de apoyo de sus considerados aliados influyó bastante en sus erráticas acciones de los últimos meses.

Al mediodía, Manuel llega a su casa. Toca la puerta con el mismo patrón de siempre, tres repeticiones de tres golpes. Abre y le permite entrar, los documentos junto al reproductor son colocados sobre el escritorio dónde descansa el resto de la evidencia.

—Lo que pediste Memo, justo a tiempo. Incluí también algunas notas de investigación privada que no aparecen en los expedientes policiacos.

—Gracias, Manu. 

—También traje algunos otros documentos que podrían servirte, enfocados en Gerard —dice, sacando una carpeta que coloca encima de todo lo demás—, los muertos no pueden hablar, pero quizás deberías expandir tu panorama. 

Toma la carpeta para abrirla, una foto de Gerard es lo primero que ve, seguido de algunas otras junto a Leo. Le da la vuelta, encontrando fotos junto a Cristiano en lo que parece ser un burdel, se ven algo jóvenes y aunque Cristiano tiene una expresión de disgusto algo disimulada, en Gerard destaca el oro de su anillo de matrimonio.

Gira la página, hay fotos de Gerard con un niño pequeño el cual luce asustado y nervioso de tenerlo cerca, uno de sus brazos luce varios moretones bastante feos. Otra fotografía muestra a Gerard junto a André, entregándole una mochila. 

Cierra la carpeta y la acomoda sobre el resto de documentos. Manuel está acomodando algunos otros a su lado, con las mangas de la camisa levantadas hasta los codos, puede ver cicatrices de heridas ya curadas y algunas otras a medio sanar.

Toma su brazo derecho, observando de cerca la hilera de cortes, poco profundos pero igual de preocupantes. —Manu... Esos son muy recientes... 

Levanta la mirada para encontrarse con la suya. Sus ojos lucen vacíos y agotados, sin el característico brillo que los suele acompañar, el agotamiento parece tragarse entero a su amigo en cuestión de segundos.

—Me quitaron los antidepresivos y me dieron de baja de servicio, se llevaron mi arma y toda la cosa —termina con una risa que no suena nada divertida —. Me siento muy cansado, Memo... Solo quiero que todo este dolor termine de una vez...

Murmura, inclinándose hacía él. Lo atrapa entre sus brazos para darle un abrazo que espera junte todas sus piezas rotas, él se derrite ante el contacto que dura unos buenos diez minutos. No lo deja ir, apretando con fuerza su cuerpo contra el suyo para anclarlo a tierra.

Es Manuel quien se aparta despues de un tiempo, sus ojos no tan vacíos como antes. —¿Quieres quedarte y tomar una siesta? Estaré aquí ordenando éstos documentos.

—No quiero ser una molestia.

—Para nada. 

—¿Necesitas ayuda con los documentos?

Niega y se congela al sentir sus manos acunando su rostro, levantando su cabeza para que puedan mirarse. Algo intenso y profundo se ha apoderado de sus ojos, que lucen vacíos más sin embargo cargados de emociones.

—¿Estás seguro? Sabes que haría cualquier cosa por ti Memo. —Su rostro se inclina hasta estar casi pegado al suyo, sus labios se rozan cuando vuelve a hablar. —Realmente cualquier cosa que pidas, lo que sea por ti. 

Coloca sus manos sobre las suyas y permite que sus labios se junten por breves segundos. Él tiembla entre sus brazos, dejando algunos besos más sobre su boca antes de separarse, mirándolo con intensidad.

Expediente 65Donde viven las historias. Descúbrelo ahora