Capítulo 1: Buscando una cura para el Señor Joo

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El líder del clan Joo estaba sentado en su silla, mirando fijamente al lacayo frente suyo en lo que este le informaba de la situación en su territorio previo a los meses de ocaso, cuando los días se tornan fríos y cortos; con ello vendría la escasez y el inminente peligro. Su gente estaba preparándose para el invierno, apresurándose con la recolección de la siembra y las reservas necesarias, a pesar si era difícil de realizarse cuando la mayoría de los jóvenes se "perdían" cada vez que pasaban los vigilantes del noble; sin embargo, la reserva más importante, una hecha especialmente para el joven líder, estaba a punto de perderse a medida que la llama de la vida lo abandonaba en la fría bodega dentro de la casona Joo.

Él ocupaba ese antídoto, o sería imposible sobrevivir al crudo invierno coreano. Su gente lo necesitaba para protegerlos, y si no podía obtener su tratamiento, todos ellos estarían destinados a algo peor que la muerte.

Era el defensor de su territorio después de que su padre falleciera hace algunos años, siendo su labor principal proteger a los mercantes y plebeyos de su tierra de cualquier peligro, sea ajeno o propio del lugar. Era su destino al ser el único hijo legítimo del antiguo líder, y como un idiota era incapaz de realizarlo de la manera adecuada desde hace mil lunas. Algunos días, sobre todo aquellos donde el clima era húmedo o frío, le era imposible mover sus articulaciones normalmente, y sus entrenamientos con la espada eran dolorosos de cumplir. Siendo el líder, no estaba en una posición de no ser bueno en lo que hacía, y la importancia de una cura era enorme tanto para él como para su gente.

Buscó respuestas a su situación, todas ellas terminando en un callejón sin salida. Los medios tradicionales habían sido inútiles y habían destruido todas sus esperanzas de salvar a su pueblo hasta que tuvo que acudir a métodos poco ortodoxos: Un chamán.

Sólo bastó una consulta para que ese hechicero le dijera acertadamente lo que tenía: Joo Jaekyung tenía una maldición. Le aseguró que era un demonio de la ira el que había tomado control de su cuerpo debido a los asuntos sin resolver que dejó el previo líder antes de su fallecimiento, y ahora buscaba cobrar esas deudas en el cuerpo de su hijo. Para Jaekyung, sólo había una cosa en claro:

Si no era capaz de proteger a su pueblo, mucha gente iba a morir.

Así que tomó el remedio del médico, y su búsqueda de un antídoto comenzó. El primero fue una chica de una granja cercana, pero falleció al poco tiempo de haber llegado. Y le siguió otra, pero al no haber mostrado mejoría en su acaecimiento, tuvo que morir también. Probó media docena de variaciones hasta encontrar ese tan anhelado alivio en el cuerpo de un hombre joven, que sólo sería el primero de una enorme lista de nombres del antídoto que ahora carecía.

―Mi señor, la última reserva del antídoto dejó de respirar y no... no queda más.

Las palabras del sirviente lo enfurecieron, haciéndole apretar el agarre que tenía en la orilla de su hanbok sin siquiera mirar a otro lado que no fuera a aquel mensajero. El hombre, aterrado, sólo miró al suelo, esperando no haber despertado a la bestia dentro de su señor.

Era conocido a lo largo de la tierra del señor Joo que aquel demonio que habitaba como un parásito dentro de su cuerpo era el mismo que le causaba arrebatos tan impredecibles como el movimiento de la tierra, siendo capaz de dejar salir esa ira malintencionada en quien sea que estuviera frente a él, sin importar su rango social. El joven noble miró al hombre frente a él, sacando de la funda con un estridente sonido metálico su espada. Pareciera que este mismo ruido dañó al pobre hombre, que comenzó a gimotear del terror, seguro de que su destino sería el mismo al de aquellos que osaron en hacer enojar a su señor no cumpliendo con lo encomendado. El hombre se quedó quieto, cerrando su ojos con fuerza e incapaz de mover un solo músculo.

Amor Atemporal || Jinx (Manhwa) || TRADUCCIÓNDonde viven las historias. Descúbrelo ahora