"¿Cómo pudo hacernos esto?".
Ese era, probablemente, el pensamiento más comprensible en la mente de un niño de siete años incapaz de entender a ciencia cierta lo que significaba el suicidio.
El acto de quitarse la vida de forma voluntaria... ¿Y por qué? Para Baltazar, lo único que pudo pensar durante el funeral es que era la acción más egoísta que un ser humano podía cometer. Sin razones reales. Sin sentido. Solo algo estúpido.
Un acto de cobardes.
O eso había gritado su padre frente al ataúd de Cael.
Baltazar estaba aferrado al vestido de su mamá, observando con gesto vacío la forma en que ella lloraba y las lágrimas le rodaban por los ojos. En realidad, él no había llorado... Cuando le llegó la noticia, lo primero que le golpeó fue un gran shock y desconcierto. Luego vino la negación. Después se sintió tan cohibido al ver a sus padres romperse en pedazos que no se sintió capaz de darles otro motivo para llorar.
Así que se lo guardó todo. No lloró en el funeral. No lloró cuando finalmente enterraron la tumba de su hermano. No lloró los días siguientes cuando su mamá empezó a entrar en depresión y su papá no dejó de maldecir a todo aquel que llegara a casa con buenas intenciones.
No lloró hasta que fue año nuevo y Baltazar finalmente entró en razón.
No volvería a ver a Cael. A su hermano. A ese que le había comprado dulces y que lo había consolado cuando perdió su partido de fútbol. Ese que jugó con él incluso cuando estaba abarrotado de tareas. Ese que le dio su ración de cereal a escondidas de mamá. Ese que siempre le ayudaba a montar un fuerte de almohadas y luego se quedaba un par de horas mientras jugaban a todo y nada. Ese que le había dado el Transformer que había mirado por una vitrina en una tienda. Ese que había sido tan amable y nunca le había visto sin sonreír.
Y quizá por eso dolía tanto recordar el otoño de 1999.
Porque Baltazar jamás pudo haber visto venir que Cael, ese chico tan brillante, paciente y feliz como nadie, sería capaz de hacer algo como eso. De tirar su futuro por la borda.
De abandonarlo junto a sus padres.
Pero lo había hecho.
Cael se había suicidado.
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El Otoño de 1999 © [EN PROCESO]
Teen FictionCael se suicidó en el otoño de 1999. Solo tenía dieciséis años cuando tomó aquella drástica decisión. Y a Baltazar, su hermano menor, no le quedó más remedio que seguir adelante, preguntándose día tras día qué orilló a Cael al deseo de quitarse la v...