Capítulo 17

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Cuando Baltazar y Cael volvieron al cementerio, cayeron en la cuenta de que ya los demás se habían ido.

—Eso fue rápido —murmuró Baltazar con sorpresa y mirando a su hermano, que se rio y meneó la cabeza.

—Que no te sorprenda —dijo—, ellos suelen planear cosas y, antes de lo previsto, ya están yéndose a otro sitio... Para ellos el dicho de "la noche es joven" dura hasta que sale el sol.

—Oh... Por cierto, ¿cómo se supone que volveremos al pueblo?

La sonrisa de Cael se congeló.

—No pasan taxis por aquí —puntualizó, como si apenas acabara de darse cuenta.

—Y el pueblo queda como a dos horas caminando —aportó Baltazar, mirando hacia el cielo y apoyando sus manos sobre su nuca—. Estoy decepcionado de mí... ¿Cómo no se me ocurrió pensar una manera de regresar antes de aceptar venir?

Cael le miró con intriga, y luego se carcajeó.

—Podemos ir a la casa de mi abuela; vive cerca de aquí... A media hora caminando, pero es mejor que andar durante dos horas... —confesó.

Baltazar parpadeó con sorpresa.

—¿Tu abuela vive por aquí? —repitió.

En realidad eso le sorprendía... y momentos después se preguntó por qué. Sabía que su abuela había vivido en Connecticut cuando él era pequeño, aunque desconocía que Cael había sido cercano a ella. Recordaba haberla visto vagamente en su funeral, pero eso era todo. Tenía entendido que se había mudado a Florida y cortó toda comunicación con su madre y, por tanto, jamás la había conocido de verdad.

Otra cosa que Baltazar también recordaba era una discusión entre ambas. No estaba seguro de la razón, mas en su memoria flotaban múltiples diálogos que ahora cobraban un poco de sentido.

"Esto es tu culpa".

Teorizó que tal vez el suicidio de Cael había sido un intenso golpe para su abuela, lo que la llevó a irse del pueblo y cortar lazos con su propia hija.

Pensar en eso lo entristeció.

—Eh, sí... Vive en una especie de rancho o algo así —murmuró su hermano con deje pensativo—. Es una persona increíble, así que estoy seguro de que la amarás...

—Tal vez.

Dejaron atrás el cementerio y salieron a la carretera. Estaba tan solitaria como cuando llegaron, aunque ahora ya no estaba ningún auto estacionado ahí. Incluso si debía caminar, Baltazar se alegraba de que aquella bola de idiotas se hubiera ido sin ellos... Al menos eso significaba que ya no tenía por qué dirigirles la palabra.

—¿Cómo es tu abuela? —preguntó Baltazar, incapaz de contener la curiosidad que asomaba en sus ojos y alzando las cejas. Quería saber todo en relación a su abuela y, sobre todo, qué significaba para Cael.

—Uh, bueno... Es algo fuera de lo común de lo que alguien pensaría —respondió Cael, ladeando la cabeza—, quiero decir, le gusta la caza y el rock, además de que también baila... La verdad es que no tiene una buena relación con mis padres, así que naturalmente debía llevarme bien con ella. Ni siquiera sabía en dónde vivía hasta que un día me la encontré por casualidad mientras vagaba por aquí. Fue tan raro y genial que aún sigo viniendo ocasionalmente.

Baltazar sonrió en respuesta, tratando de imaginárselo.

—Se oye como una abuela increíble —suspiró.

—¿Tú no tienes una?

—No... Mi abuela paterna murió hace unos años, y mi abuela materna vive en otro estado. Y ninguno de mis abuelos está vivo. Así que supongo que nunca tuve la oportunidad de vivir ese tipo de cosas.

El Otoño de 1999 © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora