Capítulo 9

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Baltazar había comprado sopa instantánea y regresado a su apartamento junto a Cael. Su presupuesto no bastaba para comprar algo más caro, y era peor considerando que debía duplicarlo para tener en consideración a su hermano, por lo que, muy a su pesar, se vio forzado a conformarse con eso.

Ni siquiera tenía una olla o agua caliente para calentar las sopas en su apartamento, por lo que las trajeron preparadas desde la tienda.

—¡Vaya, es increíble! —soltó Cael cuando llegaron. Ahora estaban sentados en el suelo de la sala, porque tampoco había sillas, mirando hacia la ventana que daba al exterior—. Realmente me parece admirable que hayas conseguido un apartamento.

Este comentario despejó un poco los pensamientos de Baltazar; no había dejado de repetir lo que su hermano le había dicho respecto a su padre... Simplemente no podía dejarlo ir, así que se alivió un poco de que le hiciera pensar en algo más.

—¿En serio? —inquirió, emocionado y tomando un sorbo del recipiente de su sopa.

Cael asintió.

—Yo también quiero hacerlo —confesó—, poder independizarme y largarme de este pueblo para conseguirme un apartamento en otro sitio se oye como todo un sueño, ¿sabes?

Baltazar parpadeó varias veces, y se inclinó un poco en su dirección. Pensar y hablar como si el futuro fuera algo tangible y real... Eso era una buena señal, ¿cierto? Alguien que planeaba terminar con su vida no se molestaba en crear proyecciones a largo plazo. Una sonrisa asomó a sus labios y se encogió de hombros.

—No es nada fácil —dijo, recordando la cantidad de noches que pasaron hasta que pudo convencer a sus padres de irse a Los Ángeles... Las veces que se desveló estudiando para ser admitido en la universidad y el dinero que tuvo que ahorrar para pagar la matrícula (e, incluso así, tuvo que recibir ayuda de su abuela a la que rara vez le hablaba); no había sido en lo absoluto sencillo y, a decir verdad, había sido un infierno, mas claramente no iba a decirle eso a su hermano—, pero la recompensa de todo ese esfuerzo vale la pena. No siempre estamos destinados a vivir con nuestra familia, así que, en lo personal, creo que si lo que buscas es irte, deberías hacerlo. Jamás deberías quedarte en un sitio donde no eres feliz.

Su hermano se quedó en silencio por unos momentos, contemplando la ventana y frunciendo levemente el ceño.

—Creo que nadie me había dicho eso —murmuró, viéndolo de reojo y, acto seguido, esgrimiendo una sonrisa—. Todos dicen que irte de donde vives es similar a una especie de traición. Aunque, ¿qué más da? No es que me importe realmente, pero me gusta cómo piensas. —Alzó las cejas y añadió—: ¿Y no extrañas a nadie de Los Ángeles?

Baltazar sopesó una respuesta.

Extrañaba un poco a su madre, porque sabía que siempre podía contar con ella sin importar la hora. Extrañaba un poco a su padre, pero ahora, basándose en la información que le había dado su hermano, se sentía culpable por eso. Extrañaba a gente como Amelia, su única amiga, y quizá un poco a los vecinos de su calle o a los que atendían las tiendas y que conocía, como la Sra. Orlando.

Soltó un suspiro y se rascó la nuca, dándose cuenta de que en realidad era una pregunta difícil.

—Eh, no lo sé —dijo—, "extrañar" es una palabra algo rara. No pienso mucho en la gente que dejé atrás, aunque volver a verlos tampoco me parecería malo...

—¿De verdad? —Cael le miró con algo de curiosidad—. Pensaba que habías huido de casa porque odiabas a todos o algo así... Quiero decir, esa fue la impresión que me diste cuando me dijiste que habías llegado hasta aquí sin absolutamente nada.

El Otoño de 1999 © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora