Baltazar nunca antes había dormido en un motel.
Y, honestamente, comenzaba a pensar que habría resultado mejor la opción de dormir en una banca del parque.
No era que quisiera sentirse como un malagradecido por los esfuerzos de Cael, pero definitivamente no poder sentarse sobre la cama polvorienta y descuidada se tradujo en pasar la noche en el motel dormido sobre una silla que parecía más limpia que el resto de la habitación. Mientras estaba ahí, se puso a pensar en todo lo que había ocurrido.
Así que, en pocas palabras, había viajado al pasado por alguna extraña razón que no entendía en lo absoluto y conoció a su hermano mayor... ¿Qué significaba realmente eso? Pasó una mano por su rostro y suspiró, apoyando su barbilla sobre su antebrazo y frunciendo sus cejas. La luz de luna se filtraba a través de la ventana y las cortinas amarillentas frente a él, lo que también traía consigo una fresca brisa nocturna que le resultaba agradable para calmar sus intensos pensamientos.
Y, de pronto, una idea golpeó su cabeza como un doloroso martillo.
Baltazar abrió sus ojos de par en par y se incorporó de golpe. Se quedó mirando hacia la ventana por unos momentos, sintiéndose como un idiota por no haber pensado en eso antes.
Había viajado al pasado.
Al tiempo en el que su hermano todavía vivía.
Su hermano, en esa línea temporal o lo que fuera que tuviera sentido ahí, aún no cometía suicidio.
Era extraño. Realmente había tenido aquella conclusión frente a sus ojos y, en sí, parecía de lo más obvia; pero solo en ese momento se dio cuenta de lo qué significaba.
Un par de lágrimas asomaron al borde de sus ojos y se cubrió la boca.
Giró su cabeza y fijó sus ojos en el calendario desgastado que estaba colgado en la pared frente a él. Hoy era jueves, 2 de octubre... Y sabía que su hermano había muerto el 25.
Su corazón latió con fuerza.
Podía salvar a su hermano.
Podía evitar que se suicidara...
Sin embargo, había un problema. Uno muy grande y doloroso que se sentía como una espina en el trasero.
No tenía ni una sola idea del porqué Cael se había suicidado.
.
Al día siguiente, Baltazar despertó con un intenso dolor por toda su columna vertebral y cuello. Maldijo entre dientes y, por unos efímeros momentos, su mente se bloqueó y no supo en dónde estaba.
¿No se suponía que debía estar ya en Los Ángeles? ¿En su universidad y conociendo la ciudad?
Claro, pero no era así.
Baltazar se frotó los ojos con fuerza y se incorporó, sintiendo un montón de memorias subir hacia su cerebro en un breve resumen de lo acontecido ayer. También reverberó la conclusión a la que había llegado, y suspiró de forma densa.
Se sobresaltó cuando, entonces, alguien llamó a la puerta del cuarto. Estaba segurisímo de que no era nada como atención de limpieza o algo parecido, porque de ser así, entonces aquella habitación se vería muy diferente. Así que la curiosidad atacó su mente y se levantó para atender el llamado.
Abrió la puerta y se sobresaltó en sobremanera al ver que Cael estaba al otro lado. Vestía la misma chaqueta del día anterior y también unos lentes oscuros que ocultaban sus ojos.
—Hey —fue su saludo, seguido de una sonrisa amena y entusiasmada.
Baltazar titubeó. Luego miró su reloj y arrugó las cejas al ver que el reloj marcaba las nueve de la mañana; había dormido demasiado (y en una fatal y mortal postura), mas no era eso lo que le enfadaba.
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El Otoño de 1999 © [EN PROCESO]
Teen FictionCael se suicidó en el otoño de 1999. Solo tenía dieciséis años cuando tomó aquella drástica decisión. Y a Baltazar, su hermano menor, no le quedó más remedio que seguir adelante, preguntándose día tras día qué orilló a Cael al deseo de quitarse la v...