Capítulo 8

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Habían pasado dos días y Baltazar no había vuelto a ver a su hermano.

Naturalmente eso lo ponía de lo más inquieto y ansioso; una cantidad anormal de pensamientos preocupantes e intrusivos no dejaban de ir y venir por su cabeza, haciéndole más daño del que podría hacerse físicamente. La idea de que algo le hubiera sucedido a Cael o que él hubiera apresurado una decisión que estaba destinada a ocurrir en el futuro le hacía sentir un agujero en el estómago que le quemaba las tripas.

Inhaló y exhaló con fuerza, gimiendo con frustración y apoyando su frente sobre la superficie de la barra. Eran las cuatro de la mañana y el club finalmente se había vaciado, lo que se traducía en que ya podía irse a casa luego de una estresante y exhaustiva jornada de trabajo.

Y es que ese también era otro factor importante en no haber podido contactar a su hermano: su trabajo nocturno y el hecho de que Baltazar no fuera muy activo cuando estaba desvelado.

Pasó una mano por su cabello y giró la cabeza para dejar que su mejilla se apoyara sobre el mueble, sintiendo un agotamiento tremendo inundarle el cuerpo y una pequeña crisis basada en no tener idea de qué hacer.

El único motivo por el que parecía haber viajado al pasado era para salvar a su hermano... Sin embargo, si ni siquiera podía hablarle, ¿cómo se suponía que haría algo así de ambicioso?

—Escuché que estás viviendo en un motel. —La voz de Aris le sobresaltó un poco y le hizo girar la cabeza en su dirección, encontrándose con que él estaba frente suyo con las cejas alzadas.

Baltazar se incorporó y se frotó los ojos por debajo de sus lentes; sentía que se había quedado aún más ciego luego de las luces neón que habían recorrido el club unas horas atrás. Tras el viernes, los fines de semana era cuando había una más alta demanda en ese sitio.

—Ah, sí... —murmuró, rascando su cabeza y mostrando una mueca en su rostro—, la verdad es que no he encontrado ningún sitio para quedarme...

Eso era una verdad a medias; ayer había tratado de investigar departamentos a un precio muy accesible, pero se había quedado dormido en la computadora de la biblioteca y lo corrieron de ahí, por lo que no pudo averiguar gran cosa.

Aris le miró con cierto ademán inquisitivo.

—Conozco un sitio donde podrías quedarte —sugirió—, en realidad, estoy quedándome en ese edificio de departamentos, por lo que sé que hace solo unos días la chica que vivía frente a mí se largó luego de unos problemas con su novio o algo así... —Le restó importancia al asunto con un ademán de mano al aire—. El punto es que el departamento está libre; estoy seguro de que si hablas con mi casero, estará feliz de rentártelo a un buen precio. No es que sea el sitio más lujoso del mundo, por lo que no es del todo caro.

Baltazar lo pensó seriamente por unos momentos, aunque no pudo evitar sentir algo de recelo ante la idea de vivir justo frente a alguien como Aris... El sujeto era agradable y todo, mas no del tipo cerca del cual quería vivir. Fingió que lo pensaba unos momentos y sopesó la tentación de negarse.

Sin embargo, la realidad era otra.

No podía decir que no... No tenía un segundo plan, no sabía casi nada sobre el pueblo en ese año del pasado, solo quería dormir en ese momento y, ante todo, se oía dulce el pensamiento de ceder a la primera alternativa que se le presentaba.

—De acuerdo —dijo con una sonrisa un tanto forzada—, ¿me puedes pasar su contacto?

.

No fue difícil llegar a un acuerdo con el casero de Aris, que resultó ser un hombre de mediana de edad que muy apenas escuchaba y al que se le tenía que hablar a gritos. Era más bajito que Baltazar y llevaba una camisa de Nirvana; también lucía un rostro amargado por la vida y llevaba un bastón con el que parecía dispuesto a golpear a la gente.

El Otoño de 1999 © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora