Capítulo 12

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Baltazar odiaba a la gente que era insistente cuando estaba de mal humor; a los que le preguntaban cómo estaba cuando era de lo más obvia la respuesta... Y, ante todo, a las personas que no parecían saber cuándo parar con sus preguntas.

Así que ahora mismo estaba siendo el hipócrita más grande que alguna vez había conocido.

—Uh, ¿estás bien? —Tan pronto como esa pregunta salió de sus labios se sintió estúpido y contuvo el impulso de golpearse la frente.

Incluso Cael frenó su paso acelerado y furioso para mirarle incrédulo. "¿Es en serio?", eso gritaban sus ojos llenos de exasperación.

—Tienes que estar bromeando —se enfadó, luego rodó los ojos e hizo amago de seguir caminando, mas Baltazar se paró frente a él y ladeó la cabeza.

Nunca había lidiado con una persona como su hermano... con alguien con quien se sentía con los pies de plomo y como si tuviera que cuidar excesivamente todo lo que decía. Le aterraba la idea de perder a su hermano... le asustaba muchísimo pensar que un suceso como aquel pudiera ser esa gota que colmaba el vaso.

Así que miró con nerviosismo hacia el suelo y pasó una mano por su cuello.

—Yo... eh, pienso que ellos son un montón de imbéciles —balbuceó, juntando la punta de sus zapatos y de repente sintiéndose la persona más patética de la tierra—, siento que debas lidiar con gente así...

Cael parpadeó varias veces.

—Quiero estar solo —soltó con visible irritación, y se abrió paso para irse de ahí con el ceño fruncido y la cabeza gacha.

Baltazar se sintió mal y se golpeó la cabeza. "Idiota", se dijo a sí mismo, soltando un hondo suspiro y mirando hacia el cielo. ¿Por qué no podía ser como esas personas que eran capaces de soltar consejos y lemas de vida a diestra y siniestra? De esa gente confiable y que todos amaban al primer momento de conocerles.

De ese tipo de persona que seguramente sería capaz de darle a su hermano la fuerza para seguir viviendo.

Se frotó los ojos y, algo cansado, caminó detrás de Cael.

No quería sentirse como una especie de niñera y mucho menos que su hermano creyera que era un raro acosador; pero en serio le hacía entrar en pánico la idea de que las cosas pudieran descontrolarse en segundos. Que su hermano decidiera suicidarse en un día diferente al que él conocía.

Eso también le hacía un poco gracia. ¿Quién iba a decir que estaría en una situación como aquella? Vigilando a alguien secretamente y a sabiendas de que, en el futuro, se suicidaba.

Tratando de evitar lo que quizá algunos pensarían que era inevitable.

No siguió a su hermano todo el tiempo; dejó de hacerlo cuando vio que se sentaba en un callejón y se quedaba ahí. Se alivió al notar que no lucía como si tuviera planeado ir a alguna otra parte y suspiró, llevándose una mano al pecho y sonriendo levemente. Esta sonrisa titubeó un poco cuando vio que Cael sacaba un cigarrillo y lo encendía.

Sin embargo, decidió dejarlo pasar... Sobre todo, no estaba en su poder actuar o hacer algo más.

Estuvo a punto de dar media vuelta e irse hasta que oyó:

—¿Cuál es tu problema, Shade?

Baltazar sintió un escalofrío y, a regañadientes, salió de su escondite. Cael le miraba con el ceño fruncido y con sus ojos ardiendo en furia.

No le gustó cómo se sentía esa mirada cuando estaba dirigida hacia él.

Con algo de recato y vergüenza, Baltazar caminó hasta su hermano con sus ojos fijos en el suelo y sus labios dibujando sonrisa complaciente y vacilante. Como un cachorro con la cola entre las patas que iba a enfrentarse a su dueño.

El Otoño de 1999 © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora