—¡Hey, Cael! Regresa a la camioneta... Se nos olvidó una pala —dijo Peter cuando se detuvieron junto a una tumba en el centro del cementerio y dejaron las mochilas y bolsas sobre la tierra. Sasha, a su lado, se rio entre dientes.
—Y cuando estés aquí, ponte cavar tú por mí —ronroneó ella con una sonrisa—. Quiero encontrar un bonito collar de alguna vieja muerta para poder venderlo...
—Hum, está bien... Solo no empiecen sin mí —contestó Cael con una sonrisa.
Era una sonrisa rara.
De esas que Baltazar había aprendido a dibujar cuando iba a reuniones y fiestas que le hacían sentir incómodo y enojado.
Quedarse con ese montón de idiotas mientras su hermano iba a buscar la pala jamás fue una opción, así que claro que iba a ir detrás de él.
—¿Por qué haces eso? —cuestionó Baltazar cuando alcanzó a Cael y pudo seguirle el paso, que era apremiante y algo veloz; caminaba un poco frustrado incluso si su semblante estaba inexpresivo.
—¿Qué cosa? —Su hermano fingió no entender la pregunta.
—Sabes a lo que me refiero... Hacer cosas por esos idiotas.
Cael le miró, y sonrió un poco.
—No seas cruel —respondió—, son mis amigos... Y mira que han estado tranquilos. Seguro que si los conoces más, te caerán bien.
Baltazar tensó la mandíbula.
—Tal vez tú sí crees que son tus amigos —se exasperó—, pero ellos no... ¡Ni siquiera te consideran parte de su grupo! En serio, Cael, ¿por qué haces esto? Lucian me dijo que siempre los ayudas y todo eso y me dijo a la cara que te ve como un perro faldero...
—Solo estaba bromeando. Así nos llevamos él y yo...
—Oh, ¿en serio? ¿Y qué hay de los demás? ¿Pensaste que no me daría cuenta en cómo te miran y te tratan? Son cosas sutiles, quizá, ¿y qué voy a saber yo? ¡Pero no soy idiota, Cael! Y sé que tú tampoco. Así que, ¿se puede saber qué estás haciendo con ellos?
Cael se quedó en silencio. Llegaron a la camioneta antes de lo previsto y se detuvieron junto a ella. Baltazar notó que su hermano simplemente lo estaba ignorando, cosa que comprendió al ver cómo se inclinaba hacia la caja de la camioneta y empezaba a rebuscar entre las cosas que habían quedado ahí; la mayoría era basura de comida y bolsas... La pala no tardó en aparecer.
—Cael, no me ignores —suspiró Baltazar, poniéndose a su lado y tomando la pala solo para que su hermano por fin le mirara—. Hablo en serio, por favor. Quiero entenderte.
—¿Entenderme? —Cael le miró atónito, tensando sus manos sobre el borde de la caja y sonriendo con ironía—, ¿para qué quieres entenderme? —Unos momentos después fijó sus ojos en los suyos; el color azul del mar chocó contra la tormenta de tierra—. Soy patético y un imbécil... ¿Eso es lo que quieres entender? En algún punto de mi vida me cansé de estar solo y ellos estaban ahí... ¿O acaso necesitas otra explicación? Dime, Shade, ¿qué quieres oír? ¡Sería mejor si me lo dijeras, porque al parecer esa es la única forma para que dejes de cuestionar todo lo que hago!
Cael le arrebató la pala y empezó a caminar lejos de él.
Baltazar maldijo entre dientes y se apresuró por alcanzarlo.
Le sorprendió lo rápido que caminaba su hermano. Su respiración se agitó y le costó seguirle el paso; no fue hasta que echó a correr que se dio un poco por vencido y mejor esperó a llegar a su ritmo.
Cuando arribó a la zona donde estaban reunidos todos, observó que Cael ya había llegado.
Ya habían empezado con la excavación y profanación de tumbas. Baltazar maldijo entre dientes y apretó los puños con fuerza; vio cómo Cael sonreía complaciente hacia los idiotas y se ponía a cavar aquella tumba.
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El Otoño de 1999 © [EN PROCESO]
Teen FictionCael se suicidó en el otoño de 1999. Solo tenía dieciséis años cuando tomó aquella drástica decisión. Y a Baltazar, su hermano menor, no le quedó más remedio que seguir adelante, preguntándose día tras día qué orilló a Cael al deseo de quitarse la v...