Capítulo 18

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—De haberme avisado que venían con más tiempo, les habría preparado dos habitaciones —suspiró su abuela cuando volvió al comedor y ellos ya habían acabado su cena. En un intento por ser amable, Baltazar se había ofrecido a lavar los platos, cosa que justo ahora estaba haciendo—. Pero solo tengo la tuya, Cael, así que tendrán que compartir cuarto y la cama. Como son amigos, me imagino que no les molestará. De todos modos es una cama muy grande.

Baltazar había dormido antes con Cael... Claro que en ese entonces las cosas eran muy diferentes teniendo entre siete y seis años. Pese a eso, la experiencia estaba ahí.

—Para nada —dijo en voz alta con una sonrisa.

Cael se encogió de hombros, aunque no dijo nada.

Luego de eso su abuela les guio hacia la habitación correspondiente. De inmediato entendió por qué necesitaba más tiempo para preparar las otras habitaciones, pues, según el rápido vistazo que pudo echar, notó que todas las usaba como almacén y estaban llenas de todo tipo de cosas, como herramientas para hacer velas o tejer. Era demasiado intrigante y raro.

El cuarto de su hermano era amplio y poco personalizado, lo que tenía sentido según había llegado a la conclusión de que su hermano solo pasaba pocas noches ahí. Tenía una cama (grande, como su abuela había mencionado), un armario empotrado a la pared, una ventana cuya luz filtrada iluminaba la habitación y un escritorio por debajo.

—Bueno, son casi las doce —bostezó su abuela, suspirando—. Los dejo solos... Les recomiendo dormirse temprano. No tengo ganas de oírlos hablar o algo parecido, así que les recuerdo que estas paredes son muy livianas.

Habiendo dicho esto, su abuela se marchó de la habitación y les cerró la puerta.

Cael y Baltazar se quedaron en silencio por unos breves instantes.

—Deberíamos hacerle caso... —murmuró Baltazar, soltando un hondo bostezo y frotándose los ojos.

—Trabajas en un club hasta la madrugada, ¿y ya estás cansado?

—En mi día libre me gustaría dormir temprano, ¿de acuerdo?

Su hermano sonrió.

—Debe ser la edad —se burló—, dicen que los adultos odian desvelarse.

Baltazar le sacó la lengua.

—Solo soy mayor que tú por dos años —bufó—. Eres un mocoso engreído.

—Está bien, anciano. Ya vamos a dormir, o quizá mañana no te den ganas de levantarte.

—Los jóvenes de ahora son tan maleducados...

Acomodaron la cama y, sin más preámbulos, se acostaron en ella. No era muy diferente a cuando se habían recostado en el césped uno junto al otro, y en esencia era lo mismo, por lo que no hubo ningún rastro de incomodidad entre ellos.

—Gracias por haber venido conmigo —suspiró Cael de forma abrupta, cerrando sus ojos y apoyando su antebrazo sobre su frente—. Habría sido un infierno si te hubieras negado...

—Ya mejor dime que no puedes vivir sin mí —ironizó Baltazar con una sonrisa.

—Ah, me pregunto qué tan verdad será eso...

Después se callaron y se quedaron dormidos.

Baltazar se alegró de que por primera vez desde que había llegado no estaba durmiendo solo.

.

Despertó con una pesadez en sus párpados y un cansancio que le abrumaba el cuerpo. La luz que atravesaba la ventana no le había dejado dormir por más tiempo; su cerebro le gritaba que tenía que levantarse.

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⏰ Última actualización: May 31 ⏰

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El Otoño de 1999 © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora