Ver a su padre en ese momento y lugar dejó a Baltazar sin aliento
Parpadeó varias veces y se le quedó mirando, incapaz de articular una sola palabra y sintiendo una ola de sentimientos encontrados cruzar por su mente.
Su padre, naturalmente, lucía más joven. Tenía cabello cubriéndole toda la cabeza, lo que ya significaba demasiado, y los pliegues al borde de sus ojos estaban un poco más lisos. Tenía el ceño fruncido y por sus ojos asomaba la confusión.
—Oh, rayos... —murmuró Cael, frunciendo los ojos y mirando hacia la entrada de la casa. La aparición de su padre y la metida de pata de Baltazar parecía haberle devuelto un poco de lucidez a juzgar por cómo ya podía pararse sin problemas, lo que en ese instante no podía ser mejor.
Baltazar sintió un nudo en su garganta cuando vio que su padre se acercaba a ellos, cruzándose de brazos y deteniéndose justo en frente. Un montón de palabras le llegaron y deseó poder decir cada una de ellas.
"¿Cómo pudiste hacerlo?"
Quería gritarle y descargar su ira contra él. Quizá estaba molesto consigo mismo por ni siquiera haberse enterado de algo así... lo odiaba tanto y quería preguntarle cómo era capaz de golpear a Cael... Nada lo justificaba. A su parecer, era algo imperdonable.
O tal vez pensaba así porque justo ahora se preguntaba si era uno de los motivos por los que su hermano había elegido la muerte por encima de la vida.
Bajó la cabeza y se obligó a morderse la lengua contra todos sus deseos. Era consciente de que a nadie le beneficiaría si se decidía a discutir contra él sobre algo que Cael le había contado en confidencialidad.
—¿Quién eres? —La voz de su padre nunca había sonado tan fría y autoritaria como en ese momento. Con todo y sus defectos, él nunca lo había tratado como a un desconocido.
Dolió un poco, y hasta por unos segundos se le olvidó el contexto de todo y estuvo a nada de enfurecerse por su indiferencia. Inhaló y exhaló; acto seguido, alzó la cabeza y le sostuvo la mirada a su padre.
—Mi nombre es Shade —respondió con tanta seriedad como le fue posible reunir. Notó de reojo que su hermano tensaba los hombros y arrugaba las cejas—, soy amigo de Cael. —Intentó remarcar la palabra, deseando poder decir algo más como "y si vuelve a ponerle un dedo encima, me aseguraré de hacer un infierno lo que le quede de vida".
Pero eso no era nada cortés o algo que se decía a alguien que recién se acababa de conocer, por lo que, de nuevo, se contuvo y se limitó a sonreír como lo haría una serpiente de tener labios.
—Shade —repitió su padre, como si fuera una especie de insulto—, ¿eres nuevo aquí?
Cael rodó los ojos; parecía impaciente por hacer que dejaran de interactuar. Baltazar podía entenderlo, pues la verdad era que a él tampoco solía gustarle que la gente conociera y hablara con su padre... Solo que aquí, claro, la historia y las razones eran diferentes.
—Vengo de Los Ángeles —dijo con las cejas alzadas.
Su padre le miró con ademán inquisitivo y estudioso, como queriendo descifrar por qué alguien abandonaría la gran ciudad por irse a vivir a un pueblo de Connecticut en medio de la nada.
—Ya veo... —murmuró, viendo de soslayo hacia Cael—. Deberías mantenerte alejado de mi hijo. La gente como tú no conduce a ningún lado bueno.
Y dicho esto, dio media vuelta y dio por zanjada la conversación. Cael tampoco agregó nada más y se retiró del mismo modo, con la cabeza gacha y los hombros hundidos.
Por otro lado, Baltazar se rio y escupió al suelo una vez que se aseguró que la puerta de la casa ya estaba cerrada y nadie podía oírle.
—Maldito hipócrita —dijo hacia el viento, apretando sus puños con tanta fuerza que sus nudillos palidecieron—, ya quisiera yo que te preocuparas en serio por él.
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El Otoño de 1999 © [EN PROCESO]
Teen FictionCael se suicidó en el otoño de 1999. Solo tenía dieciséis años cuando tomó aquella drástica decisión. Y a Baltazar, su hermano menor, no le quedó más remedio que seguir adelante, preguntándose día tras día qué orilló a Cael al deseo de quitarse la v...