Capítulo 3

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Baltazar acabó en un callejón maltrecho y solo así se sintió en la libertad de echarse a llorar.

Ni siquiera sabía por qué lloraba. Simplemente se sentía irritado, confundido y con una intensa migraña. ¿Acaso era posible que...? ¡No, eso era estúpido! No estaba en una película. No protagonizada ningún filme fantástico ni nada.

Era la vida real... por lo que no podía suceder nada de lo que estaba pensando ahora.

Sin embargo, ¿de qué otra forma se explicaba su situación? La florería de su amiga no estaba ahí. No estaba registrado en el aeropuerto. El periódico y el guardia ya se lo habían dicho. Y ahora todo su alrededor realmente no era como Baltazar lo recordaba.

Eso era demasiado como para tratarse de una simple broma.

El nudo en su garganta se quebró y las lágrimas empezaron a arremolinarse sobre el borde sus ojos. Y lloró por un largo rato, pensando en qué se suponía que debía hacer ahora. ¿Buscar a alguien? No, si realmente había viajado a 1999, entonces nadie lo conocería, ¡absolutamente nadie! Porque existía una gran brecha entre tener siete años y tener dieciocho.

Y es que aquí también venía un factor importante en esto: Baltazar había cambiado demasiado desde que era un niño.

A los catorce años decidió pintarse el cabello de negro, y apagó esa melena rojiza y anaranjada similar al amanecer; en ese momento le dijo a su mamá que era porque odiaba destacar y que todos siempre lo acusaban de verse raro. Y desde entonces teñirse se volvió un hábito y ahora mismo no se parecía en nada a su madre, cuyo cabello era del mismo tono pelirrojo. Además, había comenzado a usar gafas desde los doce y se había estirado demasiado; ya no era más ese niño torpe y patoso de siete años que medía menos que sus compañeros de clase, que era pelirrojo y se jactaba de una excelente vista.

Así que, incluso si de alguna forma milagrosa Baltazar podía convencer a alguien de lo que había sucedido, nadie se lo creería cuando su supuesto "yo del pasado" no se le parecía en nada.

Aunque el mero hecho de estar pensando de forma seria en que había viajado al pasado solo le hizo sollozar con más intensidad. Tembló y se mordió con fuerza el labio inferior, maldiciendo al destino o a quien fuera que había planeado eso.

—Hey, oye, ese es un bonito reloj.

Baltazar se sobresaltó cuando una voz interrumpió sus pensamientos. Alzó la mirada de golpe y se encontró con que había dos chicos justo frente a él. ¿En qué momento se habían acercado? No tenía idea, pero definitivamente no los había oído... O quizá había estado demasiado ocupado llorando como para advertir en algo más que no fuera en sí mismo.

Ambos chicos, robustos y de miradas divertidas, le veían con atención. Llevaban ropa holgada y lo que Baltazar conocía como "retro". Pero sabía que no se trataba de eso.

Esos chicos simplemente vestían como lo hacía la gente de Connecticut en 1999.

—No tengo tiempo para sus juegos —murmuró Baltazar con molestia, haciendo amago de levantarse, mas el intento falló cuando el chico a su izquierda sin un diente le empujó de vuelta al suelo.

—No estamos jugando —señaló el chico de la derecha con burla—. Ahora danos tus cosas si quieres irte sin una paliza.

Baltazar se rio.

—¿Qué edad tienen? Por lo que veo, siguen siendo unos mocosos inmaduros —escupió—. Les recomiendo que vuelvan a su escuela y ocupen este tiempo que usan en molestar a la gente para dedicarse a estudiar... Créanme, se invierte mejor el tiempo. Aunque quién sabe, quizá a ustedes les tome una vida acabar la universidad y no valga tanto la pena...

El Otoño de 1999 © [EN PROCESO]Donde viven las historias. Descúbrelo ahora