Un chico malo real
Si me preguntan quién era antes de ser una princesa, se sorprenderán de mi respuesta.
En la tierra, el lugar en que nací, me llamaba Antonio, sí así es Antonio con O final y sí, soy... o era un hombre, ya no estoy muy seguro.
Básicamente mi vida fue de una absoluta soledad. Nací y crecí en un hogar de huérfanos, jamás supe lo que se siente tener una familia o un cariño genuino. Razón por la cual, imagino, me transformé en un antisocial. Nadie quería formar parte de mi círculo íntimo, y yo no tenía interés en que nadie lo integre.
Como todos los jóvenes, tuve que abandonar aquel lugar a los dieciocho años. Aunque no puedo decir que lo iba a echar de menos, jamás sentí dicho especio como un verdadero hogar, o al menos lo que imaginaba que se debería sentir uno.
Durante dos años vagué sin un rumbo fijo, haciendo algunos trabajos para sobrevivir el día a día, no para forjarme un futuro, de hecho, en aquel momento creía no tenerlo. Durante las noches caminaba por barrios peligrosos, buscando peleas, una forma de exteriorizar todo mi odio y bronca. A veces ganaba, y muchas veces perdía, aunque como ya dije, no era el éxito lo que anhelaba. El gustó metálico de la sangre se volvió un sabor habitual para mí, al igual que los magullones y lastimaduras en el cuerpo.
Ese era Antonio, el que no tenía una real expectativa en la vida.
Una noche, en un callejón, recibí una fuerte paliza de un enorme sujeto al que había provocado adrede. Esos golpes me recordaban que aún estaba vivo. Intenté devolver algunos de los ataques, pero un puño en el rostro me lo evitó y terminé en el suelo seminconsciente.
–Para la próxima no te hagas tanto el vivo –escupió mi atacante antes de marcharse.
Tardé varios minutos en reponerme, y poder volver a la posición vertical. Sentía el cuerpo arder por las heridas. Me sujeté de las paredes para no volver al suelo, no paraba de escupir sangre.
Caminé a mi casa. Quizás por los golpes, quizás por desorientación, tomé un camino distinto al habitual y me perdí. Ya era tarde y las calles estaban desiertas, apenas tenues luces iluminaban el pavimento. No tenía miedo, pero me preocupaba no saber dónde me encontraba.
Mis pensamientos estaban perdidos hacia donde iba mi vida, al tiempo que seguía avanzando en soledad... o no tanto. A los pocos segundos, sentí una presencia detrás de mí. Giré, pero no vi nada. Continué mi rumbo, pero la sensación de una presencia asechándome en la oscuridad seguía presente.
Empecé a escuchar pisadas, muchas.
"Algún animal" pensé, pero seguía sin ver a nadie.
Los pasos se multiplicaban, me sentía rodeado. Corrí escapando de una amenaza que no veía. A los pasos, se les sumó una especie de gruñidos. Ahora sí sentía miedo, un sudor frio me corría por la espalda, al tiempo que avanzaba por calles desoladas. Cuando creí que mi suerte no podía empeorar, una densa niebla descendió disminuyendo mi visión. No estoy seguro que sea así, pero me pareció oír risas.
Me detuve en seco, cuando unos extraños seres me cortaron el paso. Medían unos setenta centímetros de alto, tenían orejas largas, una piel amarronada, y rostros con hocicos. Algunos estaban armados con palos, otros con navajas rudimentarias.
Giré y vi que, del lado opuesto, también había más de estas criaturas. Por primera vez en mi vida supe lo que era el terror, no solo por mi destino sino también debido a que estaba presenciando algo que mi lógica no me podía explicar.
–¿Qué mierda son estas cosas? –exclamé mientras avanzaban hacía mí.
Estaba a punto de ser atacado por un lado u otro, fue cuando algo más extraño sucedió: una corriente de aire atípica nos azotó, una luz de una tonalidad azulada nos encandiló, y de ella surgió un sujeto que parecía salir del libro del "Señor de los Anillos". Con espada en mano empezó a ajusticiar a los seres.
Los monstruos se olvidaron de mí y prestaron atención a mi salvador, que con una destreza asombrosa seguía cargándose cuanta criatura se le acercaba. Sacó un cuchillo y con él también atacó. Cuando una de las criaturas me quiso atacar, se lo arrojó matándolo al clavársele en la nuca.
Uno de los seres aprovechó su descuido, e intentó a atacarlo por la espalda. Pero en esta ocasión fui yo quien intervino: lo pateé y cuando estaba en el suelo le aplasté la cabeza de un pisotón.
–Que asco –dije al ver mi pie envuelto en un líquido verdoso y pegajoso.
–¡Muere maldito, trasgo! –gritó el hombre al tiempo que atravesaba con su espada al último de los seres.
–¡¿Trasgos?! –inquirí confundido.
–Sí, mi lady.
Estaba tan sorprendido que no recaí en sus palabras, miraba atónito los restos de las criaturas, incluso algunas seguían retorciéndose con la esperanza de que aire entrara en sus pulmones, si es que respiraban aire y si es que tenían pulmones.
–Pero esto recién es el inicio, princesa.
–¿Cómo me dijiste?
El hombre giró hacia mí con la respiración acelerada, estaba tan confundido que no noté cuando me tomó de las manos.
–No tiene de que preocuparse, he llegado para protegerla, mi princesa.
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La princesa interior
RomanceLas fuerzas del mal crecen en la oscuridad y amenazan romper con la paz. Se ha profetizado que la princesa Anastasia, reencarnaría si el reino de Riverlane corre peligro, ya que solo ella puede salvarlo... pero la princesa ha renacido en otra realid...