Capítulo 7

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Una charla real

Permanecí en la habitación que me asignaron prácticamente todo el resto del día. Aunque sinceramente no tenía muchas opciones, no conocía ningún otro sitio, ni tenía ganas de hablar con nadie.

"Tal vez con Lyota" pensé, pero enseguida sacudí la cabeza descartando la idea.

Mis pensamientos fueron interrumpidos cuando alguien golpeó ligeramente a mi puerta. Permití el acceso. Era un soldado vestido de forma antigua (o por lo menos para mi mundo). Hizo una gran reverencia que me hizo ponerme colorado, y luego permaneció firme en completo silencio. Al principio no entendí el por qué de su actitud, hasta que comprendí que esperaba de mi permiso para hablar.

–A... adelante –le concedí aún confundido.

–Los oráculos, esperan que haya tenido un buen descanso. Y si ya se encuentra en condiciones les gustaría poder hablar con usted.

–Cla... claro.

–Acompáñeme por favor.

Seguí al guardia. Nuevamente me condujo por innumerables pasillos y escaleras, me pregunté si algún día sería capaz de moverme libremente en aquel castillo sin tener temor de perderme, lo dudé. De hecho, ni siquiera sabía por qué razón desearía permanecer en aquel lugar. Pero al decir verdad tampoco había mucho en mi mundo real.

–Llegamos –aseguró el soldado, volviéndome a la realidad.

Frente a mí, se alzaba una puerta doble de madera de increíbles dimensiones. Nuevos guardias las abrieron para permitir mi ingreso. Dentro el lugar era lúgubre y poco iluminado, apestaba a humedad. Prácticamente no había muebles a excepción de una larga mesa donde descansaban extraños frascos y demás utensilios. Una figura surgió desde la oscuridad, era el mismo sujeto que interviniera en la reunión con los concejales, o al menos eso me imaginé porque su capucha me seguía imposibilitando ver su rostro, apenas lograba ver su grueso mentón.

–Bienvenida –exclamó.

Su voz sonaba grave y clara. Pero a pesar de ello pareciera que el sonido no surgía del sujeto, sino que la voz aparecía en mi cerebro. Y pensándolo fríamente así también había sido la primera vez.

Aquello me asustó. Todo parecía nuevo, distinto. Aquel sujeto tampoco me agradaba. Me molestaba que se refiriera hacía mí con términos femeninos.

Permaneció en silencio, inspeccionándome, lo cual me hizo sentir aún más incomodó.

–Noto que las ropas que pusimos en su habitación no son de su agrado –dijo al fin.

–Desde luego que no, son de mujer –respondí ofendido.

–Lo sé, y entiendo su incomodidad –Dio unos pocos pasos acercándose –. Pero mientras más rápido acepte su realidad más rápido actuará la magia.

–Es la segunda vez que menciona eso ¿A qué se refiere?

–Ya habrá tiempo para explicarlo –dijo con un leve gesto de la mano como desechando la posibilidad de hablarlo en aquel momento–. Es otro el motivo por el cual está aquí.

–Y entonces... ¿cuál es la razón?

–Conocer su pasado.

–Conozco muy bien mi vida, es patética –dije con sorna.

El hombre soltó un sonido, que entendí como una pequeña risa.

–No me refiero a esta vida. Sino a su anterior vida. Su vida como la princesa Anastasia.

La princesa interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora