Capítulo 9

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Un problema real

Lo que había dicho aquel extraño sujeto me había consternado ¿Cómo no iba a hacerlo? No logré descansar en absoluto, giré sobre el colchón durante toda la noche, y los breves instantes en que lograba dormirme eran interrumpidas por horribles pesadillas.

Cuando el sol se asomó por el este yo continuaba con los ojos abiertos. Me asolaba una fuerte jaqueca, y una dolencia menor a lo largo y ancho de todo el cuerpo.

Seguí girando en la cama con el fin de alcanzar el tan anhelado descanso, pero me fue imposible. Finalmente decidí levantarme. Mis pies descalzos se estremecieron al sentir la roca fría del suelo. Caminé de un lado a otro, con la cabeza abarrotada de preguntas y dudas.

En una de esos recorridos es que pasé por delante de un enorme espejo de cuerpo completo, de reojo vi mi reflejo, y seguí adelante. Sin embargo algo que vi, me hice regresar sobre mis pasos. Entonces presté verdadera atención a la imagen que se reflejaba en el cristal. Mi cabello, mi cabello corto y crispado, había desaparecido para darle paso a uno largo, sedoso y con volumen, muy similar a como acostumbran a llevarlo las modelos. Desde luego, más allá de que mis rasgos en el rostro se mantenían, el pelo de esa forma me daba un aspecto más femenino.

–¡¿Qué es esto?! –exclamé horrorizado y tirándome de los largos mechones.

Decidí dejar a un lado durante un instante el cabello, y analicé el resto de mi cuerpo. No presentaba cambios, o al menos no uno tan evidente.

Volví mi atención a la cabellera que descansaba sobre mi cabeza. Recorrí mi habitación en búsqueda de algo que me permitiera cortarme el cabello. Encontré una serie de cuchillos. Frente a nada mejor, tomé uno y empecé a cortármelo. Cuando finalicé, me volví a inspeccionar: estaba de nuevo corto, desprolijo, pero corto. Sin embargo, en un segundo brilló con intensidad, como si se tratara de una pepita de oro expuesta a los rayos del sol. Volvió a crecer hasta traspasar la altura de mi cintura.

–¡¿Qué demonios es esto?! –grité, mientras una vez más intenté recortármelo.

El resultado fue similar, cada vez que lo cortaba, mi cabello volvía a crecer, incluso me pareció que ganaba unos cuantos centímetros más.

Aún pensaba que estrategia adoptar cuando alguien llamó a mi cuarto. No quería que nadie me viera en esas condiciones, por ello apenas abrí un poco la puerta.

–¿Qué? –inquirí malhumorado al guardia que me observaba.

–Lamento molestarlo... molestarla –se corrigió –. Pero el consejo solicita su presencia.

–Ah... ahora no, no me siento en condiciones. Dígales que hoy no bajaré.

–Como ordene –Hizo una leve reverencia y se retiró.

Seguí intentando encontrarla una solución a mi nueva realidad.

–Lo que dijo ese sujeto es real, me... me estoy transformando en mujer.

* * *

No sé cuánto tiempo tiempo había transcurrido, cuando alguien volvió a llamar a mi puerta.

–¡Dije que no deseo ver a nadie! –grité.

–Su alteza, soy Lyota.

No sé por qué, pero oír su voz hizo mi corazón acelerarse. Sin pensar acerqué mi mano al picaporte. Pero me detuve a pocos centímetros.

–No quiero que entres –dije más calmo y cabizbajo –. No quiero que me veas así.

–¿Así... cómo?

–No importa. Solo no quiero.

–Como desees.

Oí sus pasos alejarse por el pasillo, pero se detuvo y habló otra vez:

–Yo siempre te veré de una única forma: hermosa –Se retiró.

Dejé mi cabeza apoyada sobre la puerta hasta que no escuché nada más.

–Lyota –soltaron mis labios y mi corazón.

La princesa interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora