Capitulo 16

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Una duda real

Lo vi de pie, a pocos metros de mí. Era lo cualquier mujer podría desear: alto, gallardo, con el cabello rapado teniendo solo una leve sombra negra, mentón marcado. Vestía una chaqueta roja decorada con una docena de condecoraciones y símbolos de su propia familia. Sus ojos pardos estaban pegados a mi rostro y no se apartaban ni un segundo. Mantenía una sonrisa boba dibujada sobre sus labios.

–H...hola– solo atiné a decir. Mi nueva voz me pareció más femenina y aguda que antes.

Sentí mi cara arder ¿Acaso me había sonrojado por un hombre? ¿Por aquel hombre? No sería la primera vez desde los últimos meses. Por alguna razón, sentí vergüenza pero no por mí actitud. Vergüenza de que me viera en aquel estado, tan deplorable, tan desprolijo, sucio, y no como una princesa.

–Mis disculpas por mi aspecto –Me levanté e incliné la cabeza en señal de respeto tal como me habían enseñado.

–No hay nada que disculpar –dio unos pasos hacia adelante –. Como ya aseguré su belleza me dejó obnubilado. Había oído de ella, pero sin duda se han quedado corto.

–Gracias por sus palabras –Volvía reverenciarlo –. Debe estar agotado de tan largo viaje.

Llamé a uno de los sirvientes que se encontraba a poca distancia.

–Lleva al príncipe a su habitación debe estar cansado –miré al visitante –. Descanse, hablaremos en la cena.

–Aguardaré ansioso –Volvió a sonreír y se retiró acompañado del sirviente.

Me quedé quieto en mi lugar, intentando dilucidar un torrente de emociones que habían invadido mi cuerpo, mí nuevo cuerpo, ese que me hacía sentir nuevas emociones y sensaciones que me eran tan extrañas como ajenas. Mi corazón estaba acelerado, y no parecía querer descansar. Respiré hondo para silenciar todas mis emociones e intentar pensar con claridad. Nada. O por lo menos ningún pensamiento que no incluyera un comportamiento femenino. Desistí en mi lucha.

Me fui a mi propia habitación con el fin de lavarme y vestirme más acorde. Me despojé de aquellas ropas más típicas de un campesino que de una miembro de la realeza. Me vi el cuerpo desnudo, aún demostraba esa ambigüedad entre un sexo y otro: un rostro, un torso y unas piernas claramente femeninas, pero con genitales masculinos, quizás más pequeños que lo que recordaba, pero seguían allí. No sé si aquello me alegraba o me hería. Tampoco estaba seguro de que quería. La magia me estaba llevando a una readaptación de mi género, pero ¿estaba cómodo con ello? ¿Lo deseaba? ¿Ya me había resignado?

Todos pensaban que sí, pero claro nada de todo lo que me estaba sucediendo lo podían entender. Suficientes problemas tenía con los extraños sentimientos que me despertaba Lyota, ahora había llegado un nuevo príncipe que me había causado sensaciones similares.

Me volví a mirar en el espejo y toqué mi rostro.

–¿Dónde está Antonio? –inquirí sin reconocerme. 

La princesa interiorDonde viven las historias. Descúbrelo ahora