CAPITULO 5

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CAPITULO 5

Todos estábamos reunidos esperando la llegada del nuevo doctor.
Por desgracia nuestro doctor se había dado de baja por paternidad.

—Dicen que es atractivo —Murmuró Mina a mi lado—. Es bueno tener a una distracción.

—Concentrate mujer. Primero es tu trabajo —Amy como buena enfermera se concentró en su trabajo.

—Calmen sus hormonas mujeres —Kelvin a pesar de todos parecía estar emocionado por conocer a su nuevo jefe, él podía controlar sus emociones.

—¿Creen que sea soltero?

Negué con cada emoción y pregunta que Mina decía.
Yo por lo tanto me quedé callada, no importaba quien sería el nuevo jefe, con tal de hacer mi trabajo bien me daba por bien servida.

—Ahí viene...

Dando vuelta de un pasillo, un hombre alto de cabello oscuro apareció seguido por el jefe del hospital, la jefa de enfermeras y otro par de médicos.
Inmediatamente el hombre se fijo en nosotros y nos sonrió.

—¿Ustedes deben ser mi equipo? —habló.

—Por supuesto, somos su equipo y lo que usted quiera de nosotros. —Mina le guiñó el ojo, y para sorpresa de todos, el nuevo doctor se rió.

—Actitud, eso me gusta de mi nuevo equipo.

Su mirada recorrió a cada uno de nosotros pero se detuvo en mi.
El color de sus ojos era casi el mismo color que el de Darien, solo que los suyos eran una mezcla entre el verde y el azul.

—Somos el mejor equipo —Interrumpió Neherencia—. Aún que les he dicho que las bromas a veces están fuera de lugar.

Neherencia era nuestra jefa de enfermeras. Era un dolor en el culo, bastante teníamos que lidiar con los pacientes para tener que soportar a esa mujer.
Su perfección y el querer ser el centro de atención nos causaba dolores de cabeza.

—Bueno, de eso no puedo estar seguro, necesito trabajar bien para ver como será mi equipo, aún que un poco de diversión puede hacer que el ambiente sea mucho mejor. —nos sonrió—. Me presento, soy Endimion Shields, soy médico especialista, y temporalmente su nuevo médico en jefe. Es un placer y un encanto conocerlos y trabajar con ustedes.

—El placer es todo nuestro doctor —mencionamos todos a la vez.

El doctor Endimion asintió y sonrió para de nuevo desviar su mirada hacia a mi. Era extraño pues en su mirada se reflejaba cierto cariño y familiaridad.
Sin más que decir, se disculpó y se marchó para seguir conociendo más el hospital.
Claro que aquel acontecimiento no fue desapercibido por otras personas.

—Te ha mirado mucho —inició Mina.

—Parecía no quitarte la mirada de encima —continuó Amy.

—Pero fue extraño —Finalizó Kelvin.

No respondí. Lo que menos quería era darles falsas ilusiones en sus cabecitas, aún que si fue un poco extraño.

Durante los días, todo fue un caos.
En el hospital había un brote de virus gripal, algunos enfermeros, doctores y pacientes habían sido infectados, así que el porcentaje de trabajadores era muy escasa, y los que no habíamos resultado infectados debíamos trabajar aún más de lo que se estaba haciendo.
Hubo días en los que tomaba doble turno, o a veces solo me queda 24 horas completas en el hospital. Era un maldito caos, y de hecho me había descuidado a mi y mi familia.

Mamá llegaba a mi casa a prepararme la comida, solo era necesario calentarla en el microondas y sería comestible. No sabía nada de Darien, mis horas en el hospital no se me permitía revisar el celular, y cuando yo llegaba a casa, él ya se había marchado a su trabajo.
Todo esto me parecía difícil de llevar.
Asi que hoy, después de 12 horas trabajando sin parar, mi cuerpo reclamaba descanso y creo que empecé a tener síntomas de resfriado.
La cabeza me dolía y la garganta, sentía el cuerpo cortado y por dios, creo que ahora tenía un poco de temperatura.

Al llegar a mi cama me dejé caer boca abajo gimiendo y protestando por todo.
Maldito sea a quien inicio el virus.

—¿Al fin recuerdas que tienes casa?

Moví mi cabeza para ver a Darien salir de la ducha.
Llevaba una toalla enroscada en su cintura.
Mi marido tenía un cuerpo de envidia.

—He querido estar en mi casa.

—Pues no lo parece. Has estado ausente durante días.

—Estuve trabajando —corregí—. Es diferente.

—Aja. —me dio la espalda y se encaminó hacia el closet

—¿Tu que haces aquí? Nunca sueles estar en casa a las 9 de la mañana.

—Quería convivir con mi esposa

—¿A si? ¿Desde cuando?

Me miró matandome con la mirada.

—¿Por qué dices eso?

Me encogí de hombros, quitándome los zapatos.

—No lo sé. Nunca sueles tener días libres y muy rara es la vez en la que convives conmigo.

Me quité los pantalones, y me metí en la comodidad de mi cama.

—Bueno pues hoy quiero salir —alzó los brazos—. Tal vez ir al cine o a la Librería como te gustaba.

—Si, pero no me apetece.

—¿Por qué no? Joder Serena te estoy dando la oportunidad.

—Porque ya se en lo que se va a terminar esa salida —le Miré con dolor—. Siempre haces lo mismo. Tienes tu tiempo libre, me pides salir contigo ¿Y para qué? Para que termines en todo nuestro camino en llamadas sobre el trabajo, me dejes a mi sola disfrutar de una salida miserable, y lo peor del caso es que ni siquiera te disculpas por dejarme abandonada.

Mi arrebato lo sorprendió.
Mientras mi corazón se aceleraba y mi mente procesaba las palabras y la verdad que le había dicho, mi cabeza empezó a explotar.
Las punzadas eran fuertes.
Joder.
Dejé caer mi cabeza hacia la almohada.

—Solo olvidado Darien —continúe—. Estoy cansada, trabajé 12 horas y creo que me he contagiado de la gripe, así que, no, no quiero salir contigo hoy. Solo...solo déjame descansar.

Hubo silencio en la habitación mientras cerraba mis ojos y me ponía el edredón hacia arriba. Esperé... Al menos esperé a que se acercara pero a cambio solo lo escuché suspirar.

—¿Serena...?

Suspiré.

—¿Qué?

—Lo siento.

Mismas palabras.

—Esta bien Darien.

Más silencio.

—¿Que es lo que... —suspiró—. Que puedo hacer?

No sabía a lo que se refería.
Su sola pregunta podría preferiste a muchas cosas, así que volví a suspirar y respondí:

—Déjame sola. Solo déjame.

Supongo que lo sabes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora