CAPITULO 6

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CAPITULO 6

Fueron tres días que me quedé en casa.
El virus me había afectado demasiado, no podía salir de la cama. Mi rutina diaria solo era tomar mis pastillas, dormir, con dificultad ir al baño y comer galletas saladas, pues al parecer eso era lo único que mi estómago admitía para comer.
Mamá había hecho lo posible para hacerme recuperar, preparaba algunas recetas caseras, algunos de ellos hacían efecto.

—¿Cómo te encuentras? —Darien entró tomando asiento en el borde de la cama, su mano tomó mi brazo y lo acarició suavemente.

Nuestra relación estaba en una Completa tensión.
Darien había tomado enserio mis palabras. Me había dejado tranquila aquel día, estuvo en casa, no salió pero supuse que se mantuvo trabajando a pesar de ser su día libre.

—Estoy bien —suspiré—. Mañana entro a trabajar de nuevo.

—¿Por qué? Aún no te sientes lo bastante bien para ir a trabajar.

Me encogí de hombros.
Había recibido un mensaje de Neherencia, ella me pidió, perdón, me exigió regresar a trabajar pues los enfermeros eran muy escasos, y como me había tomado tres días de descanso, eso había sido lo suficiente para recuperarme.

—El trabajo es trabajo.

—Tu salud es primero. —corrigió

Lo Miré.
Darien durante estos años había tenido pocos días cuando se enfermaba pero nunca se quedaba en casa, él prefería tomar un antibiótico y seguir trabajando.

—Bueno, el trabajo ocupa nuestro tiempo completo. Tu lo entiendes mejor que nadie.

Su mirada se quedó fija en la mía.
Desde nuestra discusión, mis comentarios estaban llenos de espinas, todo lo que decía lo comentaba con odio e ironía. Darien a veces se queda en silencio y me miraba, otras veces solo se disculpaba.

—¿Por sigues atacandome de esa manera Serena?

—¿Atacarte? —alcé una ceja—. Nunca te atacaria, solo te digo la verdad. Que tu no lo veas de esa manera no es mi problema.

Salí de la cama sin saber a donde ir.
Mi primer refugio fue la cocina pero escuché sus pasos detrás de mi.

—¿Que mas quieres que haga? —habló—. Has estado de una manera muy diferente y no me está gustando.

Me detuve en secó.

—¿Perdón?

—Si, desde ese día te has comportado diferente. Tus arrebatos no me están gustando, Tú no eras así, eras más... —pensó—. Eras más cariñosa y amable.

¿Era mi culpa? ¿Era mi culpa el actuar de esa manera? Me sentía cansada, y no sé debía por mi enfermedad, estaba cansada de fingir que todo iba bien en mi vida cuando no lo estaba. Me refugiada en un rincón cada vez que me sentía triste y sola.
¿Mi esposo lo sabía? Claro que no, porque si se lo decía, a él parecía darle igual.
Así que me reí. Me reí tan fuerte que me dolió el pecho. Me reí hasta que las lágrimas ocultaron mi tristeza.

—¿Yo soy la que cambia? ¿Que he dejado a la mujer cariñosa? ¿Te molesta mis arrebatos? , bueno, a mi me da igual —le pinché el pecho con mi dedo—. Estoy cansada de ti, De tu trabajo, de tu falta de interes hacia mi, de que pones en primer lugar a tu maldito trabajo antes que a mi, que soy tu esposa. Estoy cansada, es todo Darien.

Seguía mirándome, no había nada en sus ojos, solo suspiró pasando su mano por el rostro y cabello.

—Me he esforzado bastante en llamar tu atención —continúe—. Te hago la cena para que tu llegues, y ni siquiera comes lo que te preparo o me felicites porque pasé mi día libre en la cocina. Trato de seducirte cuando llegas del trabajo porque extraño tener sexo con mi esposo. Pospongo las comidas con mi familia y la tuya solo porque priorizas tu trabajo. Estoy haciendo tiempo extra o doble turno en mi trabajo porque prefiero convivir con otras personas antes de llegar a esta casa vacía. ¿Y dices que yo soy la que cambió? ¿Que hay de ti Darien? ¿Alguna vez has pensado en mí, en mis necesidades?  —seguía sin responderme, y jodidamente dolía—. Supongo que no. Nunca has pensado en mí. Y es extraño y doloroso porque me prometiste hacerme la mujer más feliz del mundo, lastimosamente estoy siendo la mujer más infeliz.

—Nena... Yo... Lo siento...

—No lo sientas —le interrumpí—. Siempre dices “Lo siento” “Perdoname” cuando termino diciéndote algo que no me gusta de nuestro matrimonio. Dices lo mismo cuando me descuidas, dices lo mismo cuando ni siquiera se que de verdad lo sientas porque sigues haciéndolo una y otra y otra vez. Y estúpidamente te sigo comprando tus disculpas cuando sólo son palabras vacías.

Suspiré con el ardor de las lágrimas en mis ojos.
No quiero llorar.

—Olvida todo esto, y sigamos como siempre. Eso se nos ha dado bien en estos años —finalizando, me di la media vuelta y me escapé a la cocina.

Estuve en la sala durante tres horas viendo a la nada. Podía ver de reojo como Darien se paseaba por la casa, hablaba por teléfono y en ocasiones quiso disculparse de nuevo y formar una conversación conmigo, pero mi voz se mantuvo callada y no dijo nada, y Darien simplemente suspiró y me dió mi tiempo a solas.

Al menos el antibiótico que me había tomado antes de llegar al trabajo, estaba haciendo su efecto. Aún tenía poca tos y un poco de moco, pero me sentí bien para iniciar de nuevo en el trabajo.

—¿Señorita Chiba?

Me giré en el momento cuando el doctor Endimion se acercó a mi con una gran sonrisa.

—¿Viene a trabajar?

Asentí.

—Si, he venido de nuevo.

—Pero debe descansar.

—Oh no, estoy bien, ya me siento un poco mejor además por lo que Neherencia me comentó, necesitan al personal.

—Oh si. La mayoría se infectó.

—¿Usted no logró enfermarse?

—No, soy casi inmune a las enfermedades.

Alcé ambas cejas.

—Que suerte.

Me miró de reojo, y juntos caminamos por el pasillo.
Rara era la vez que nos encontrábamos solos. El doctor Endimion siempre quería la comodidad de su equipo así que nos visitaba de vez en cuando para preguntar como íbamos en el trabajo, a veces me miraba y me sonreía, e incluso me dirigía una que otra pregunta pero siempre era cuando estaba con mis compañeros. Así que en esta situación era muy diferente.

—¿Tuvo un buen descanso?

Me encogí de hombros.

—Algo. No quería dejar la comodidad de mi cama, mamá me preparaba algunos tés para la gripe, y mi esposo hacía lo posible para que mi fiebre bajara.

Asintió.

—Me alegro que su esposo la atienda. Muy pocos esposos cuidan de sus esposas cuando se enferman. Su esposo debe amarla mucho.

Y me quedé en silencio.
A pesar de que esta mañana Darien me haya preparado el café y el desayuno, hubo cortas palabras entre nosotros e incluso no hubo contacto íntimo, ni un beso de despedida. Ahora nuestra relación realmente se encontraba tensa y fina.

—Bueno, —me detuve en mi área de trabajo—. Es hora de iniciar con el día.

Endimion asintió.

—Buena suerte, y si te llegas a sentir mal, no dudes en informar a tu jefe, y de paso a mi.

Asentí.

—Muchas gracias Doctor.

Sonrió y se marchó.

Supongo que lo sabes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora