EPÍLOGO

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EPÍLOGO


Endymion

La primera vez que la vi me cautivó por completo. Me parecía una locura como una mujer me tenía cautivado. Hace años que dejé a que una mujer me llamara por completo la atención, después de mi divorcio hace años me hice un juramento: No volver a enamorarme al cien por ciento.
Pero en cuanto la ví, ese juramento se fue al carajo.

Quería acercarme a ella. Me fascinaba el amor y el cariño que entregaba a sus pacientes sin importar que tanto daño le pueden causar, su pasión por su trabajo, la forma amable y cariñosa que se comportaba, todo en ella me enamoró.
Pero todo decayó cuando me enteré de que estaba casada. Eso si que fue un golpe bajo, pero no era de mi incumbencia.
Ella era feliz con su esposo aún que la veía más decaída.
Y logré saber quien era su esposo cuando el parecido con Zafiro era intenso.
Pero eran polos opuestos. Zafiro no era nada igual a Darien, y Darien era tan poca cosa para Serena.
¿Que cosas decías?
Serena lo amaba. ¿Por qué juzgaba sin conocer?

Pero joder.
Apoyar a Serena en su divorcio fue algo extraño. Me sentía emocionando pero también me sentía idiota y egoísta. Serena parecía amar demasiado a su ex esposo, y aun que yo me sentía un loco enamorado por ella, sabía que debía mantenerme tranquilo y Alejado, apoyando a Serena en su momento de dolor.

Me mantuve paciente por lo menos más de un año cuando ella por fin aceptó tener una cita conmigo.
Y dos años después le sonreí con orgullo cuando ella le contaba con felicidad a su familia sobre su embarazo. Nuestro embarazo.
Estábamos en la espera de nuestro hijo. Una noticia que nos tomó por sorpresa, y más a Serena. Ella parecía nerviosa cuando me dio la noticia, pues de tener hijos nunca lo hablamos con precisión pero aún así me emocionó la noticia. La abracé, la besé y le prometí cuidar de ella y de nuestro bebé.

Así que después de todo. Ambos estábamos aquí, reconstruyendo nuestros corazones rotos, formando algo que deseamos pero que otras personas nos negaron.

Serena se acercó me dio un beso en los labios para después colocar mi mano sobre su vientre. Se podía sentir lo duro que era nuestro hijo.

—Será guapo igual que su papá.

Me reí.

—Y tan amable como su mamá.

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Darien

Sentí la amargura en mi estómago al verla.
Hace demasiado tiempo que no la veía.
Sabía que si me mantenía alejado de ella, ambos podríamos seguir con nuestras vidas. Después de todo yo debía dejarla en libertad después de todo el daño que le hice. La amaba pero ella tenía razón. Yo había sido el desastre en la relación, no pude manejar el trabajo y una matrimonio al mismo tiempo, le di prioridad a algo que probablemente iba acabar muy pronto mientras que hice aún lado a la mujer que me amaba y se sacrificaba por mi.

Era un jodido idiota, debo admitirlo.
Sabía que había cagado la situación al ocultarle las cosas a Serena, en priorizar el trabajo, y no estar pendiente de mi esoosa.
Me dolió cuando las cosas empeoraron, y me arrepentí cuando ya todo era demasiado tarde.
Intenté dar mi esfuerzo, en dejar de lado mi trabajo y enfocarme en la mujer que me amaba, pero no pude. Y tampoco podía mantener a Serena siempre a mi lado. Así que le di esa libertad. Tal vez encuentre a alguien que de verdad se desviva por ella, que la ame con locura y la priorice.

Fueron tres años en la que por fin pude verla de nuevo.
Más brillante, más hermosa y mucho más feliz.
Me alegré por ella, pero esa acidez y culpabilidad me molestó.

Quería acercarme, saludarla pero me detuve en el momento en el que ese hombre la abrazó depositando un leve beso en su boca e inclinándose más para besar la abundante barriga.

Ella... Esta embarazada.
Su sueño.
Cumplió su sueño con una persona que no se molestó ante la noticia, y en la que no corrió a los brazos de otra mujer.
Quise odiar a ese hombre, pero no podía.

Con la mirada baja, no tuve más remedio que amarrar mi corazón, y sentir felicidad por Serena.

Si tan solo hubiera hecho las cosas bien.
Si tan solo hubiera estado Al pendiente de Serena.
Si tan solo el trabajo no me hubiera consumido, estaríamos siendo felices.
Pero, aquí el Hubiera no existe.

El culpable de mi desgracia soy yo, y solamente yo.
No podía dejar que mi autodesprecio afecte a una mujer que está bastante feliz.

Sin más que hacer, me di la media vuelta y le deseé toda la felicidad del mundo a Serena Tsukino.

Porque, Supongo que lo sabía, pero no lo quise ver.

Supongo que lo sabes Donde viven las historias. Descúbrelo ahora