La oportunidad

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Lo que tanto pediste, está por llegar....












La mañana había llegado y con ella la hermosa luz que esta emitía. Se levantó para asearse y realizar sus actividades matutinas, pues la noche era usada para ir trás las almas de los ambiciosos.

Su trabajo en ocasiones era tedioso, tan rutinario que sólo le podía pedir a los Dioses piedad para que enviarán a su sucesor lo más pronto posible y así su alma se encontrará con la que tanto anhelaba.

Se dió un baño y se vistió en un segundo, sólo chasqueando sus dedos. A veces le dedicaba tiempo para hacerlo, pero hoy no era esa mañana pues un dolor de cabeza lo atormentaba. Habían pasado años desde la última vez que le acongojaba un dolor así.

Se dirijo a la cocina por un vaso de agua y un traguito de Mezcal. Se sentó en la larga mesa a desayunar, solo como siempre.

Terminó, era momento de comenzar su trabajo. Iba de aquí para allá, arreglando su hacienda, cuidando a su corcel y supervisando a sus sirvientes.

Llegó el momento en donde se dió cuenta que el dolor no cesaba, la preocupación ocupando lugar en su ser. Se dirigió nuevamente a su hogar para entrar a la más misteriosa y respetada de las habitaciones de la hacienda, nadie más que él podía entrar ahí. Incluso para darle mantenimiento él mismo debía hacerlo.

Retiró su sombrero al entrar, agachó la cabeza como gesto de respeto por lo que estaba frente a él. Era su señor, su patrón, su Dios, su razón de existir, quién le había entregado su misión y dándole sus dones, el Dios de la noche.

Ocupando la mitad de la habitación adornado con velas que jamás se apagaban, piedras preciosas, jade, frutas y muchas plumas, cráneos que podían ser de una infinidad de especies incluyendo humanas, prestándose para darle esa pinta tetrica digna de alguien como lo era el señor Tezcatlipoca. Pero, lo más característico de aquella ofrenda era el enorme espejo negro de obsidiana incrustado en el pecho de la enorme figura tallada en piedra.

-Señor mío, me presento ante usted. No sé cuál es la intención de tan incesante dolor pero he venido a que me guíe ¿Qué es lo que desea de mí?- dijo aún manteniendo la cabeza hacía abajo, símbolo del enorme respeto que debía tener. Sabía exactamente que no tenía porque levantar la mirada a menos que su señor lo ordenará.

Más velas se prendieron a su alrededor, iluminando por completo la habitación de rojo, como la sangre que en algún momento corrió por sus venas. Acto seguido, una voz que parecía venir de todas partes y de ninguna a la vez se hizo presente. El miedo no era algo digno de un ser como él, nunca volvió a estar presente desde que dejó de ser un mortal. Pero, cada que pedía de la presencia de su señor, este parecía volver a darle una probadita de lo que se sentía.

Aquella voz era tan tenebrosa y espectral, decirlo así se quedaba muy corto, casi se podía jurar que se sentían como cuchillas en el alma.

-Levanta la mirada y escucha con atención- mandó la deidad y el Charro no hacía más que obedecer.

Después de tantas súplicas que por siglos el Charro le ofreció, parecieron por fin ser escuchadas. Pues a la tierra ya estaba por llegar aquella alma que lo sustituiría y era deber del Charro buscarla y entrenarla a como de lugar. Los Dioses son sabios y ya saben el destino que tenemos todos, desde que nacemos hasta que morimos, incluso de un ser como él que se pensaría que no tendría final alguno.

Tendría una oportunidad más, la piedad que tanto quería. El hombre no entendía muy bien a que se refería su señor, igual no preguntaría más de lo que había pedido saber.

Ya estaba dictado el destino, era el Charro quien debía darle un empujoncito. Mover las piezas para que éstas se unieran y todo saliera a como los Dioses ya lo tenían escrito. No había espacio para los errores y él muy bien lo sabía.

-Mira a través de mí, mira lo que debes hacer y no te equivoques. Si lo haces, te sentenciarás de nuevo, y no tendrás otra oportunidad.- Fueron sus últimas palabras, para después escucharse un rugido de jaguar que se asimilaba a miles y con estos desaparecer.

Lo que se dibujó en el espejo lo confundió aún más, pero siquiera el dolor se había ido. Una muchacha poblanita, de doce años, delgada y bonita.

-Esta re chula la condenada- su oración vino acompañada de su característica risa.

En su boca volvió a dibujarse otra sonrisa haciendo notar sus colmillos. La tarea era complicada pero no imposible. Un juego en el cual se debían crear reacciones en cadena.

Se retiró de aquel recinto sagrado. Sacudió su traje y volvió a trabajar, pues lo que pareció una charla de pocos minutos había sido en realidad medio día. La noche había llegado, su trabajo comenzaba.

Subió a su corcel, pegó sus dedos a sus labios y realizó aquel silbido que abriría el portal hacía el mundo humano.



¡Hola!
Un nuevo día un nuevo capítulo.

Estos serán publicados cada tres días, pues tengo ya un par terminados. Los publicaré rápido para sacarlos que ya están listos y ponerme al corriente.

Espero les guste y que dejen un lindo comentario

𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐒𝐓𝐈𝐆𝐎 𝐃𝐈𝐕𝐈𝐍𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora