El valiente

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Cerca...












“Hace muchos años, una buena mujer llamada Yotzin, madre de Ollin y Tonatihu, se encarga de vender sus flores que ella misma cuidaba en su chinampa. La vida era plena para ella y sus pequeños, pues se habían ganado el respeto y el corazón de todo Xochimilco, viviendo felizmente como cualquiera desea hacerlo.

Pero, a veces todo lo bueno se nos va en abrir y cerrar de ojos. Un repentino incendio que cobraba su casa se hizo presente, al llegar y mirar esto la desesperación y la angustia la dominó. Inútilmente intentaba apagar el fuego, olvidando por un momento el bote en donde sus pequeños ya hacian, se alejaron de repente de su vista, intentó correr y detenerles, pero fue inútil, el agua se los llevó rápidamente.

De inmediato el pueblo entero emprendió una búsqueda, día tras día, noche tras noche una y mil veces por el mismo lugar... Hasta que fueron encontrados, pero no de la manera que una madre desea ver a sus hijos. Los pequeños o al menos los cuerpos de estos, fueron hallados bajo su propio bote, sin un rastro de vida y con sus pequeños rostros completamente desfigurados. El dolor y la irá de la pobre mujer no se hicieron esperar, se ahogaba en su propio llanto, soltando gritos y alaridos que se te clavaban en el corazón y te hacían querer compartir las lágrimas, llorar junto con ella.

La gente comentaba que se había vuelto loca, que sólo merodeaba por el canal diciendo que aún buscaba a sus hijos, ignorando la muerte de éstos. Esto entristeció a todo lo el pueblo, pero más cuando ya no se supo nada acerca de Yotzin...”

Interrumpió la lectura–¿Estás seguro de esto, chamaco?.– Comentó un tanto nervioso Alebrije. Una agradable criatura, cómica y de buen corazón que si bien, en ciertos momentos actuaba un tanto cobarde, sería capaz de dar su vida por sus amigos y más por la seguridad de Leonardo.

También les acompañaban Don Andrés, un espíritu que venía de España. Sabio y un tanto egocéntrico, pero siempre dispuesto a arriesgarse al igual por la seguridad de sus amigos. En ocasiones perdía un poco la razón y actuaba cuál personaje de libros de fantasía. –Pero claro que sí. ¿Qué acaso no vez las agallas del muchacho?.- Lo tomó de los hombros, para pararlo derecho.

Soltándose del agarre de Don Andrés y tomando el timón, el castaño asintió orgullosamente. –Debemos hacerlo. Después de esto podremos volver a Puebla y seguir como si nada.– Era un buen plan, la cuestión que al ser nuevo en el ámbito no sabía mucho sobre espíritus. Una idea vino a su mente, recordando a quién en el pasado fue de gran ayuda con la Nahuala.

Teodora se hizo presente justo en el momento en que Alebrije dijo su nombre.
Una joven de piel blanca, cabellos rojizos al igual que sus ojos, de alta sociedad y un tanto caprichosa. Sorprendida por ver nuevamente a 'los nahuales de la aventura anterior', se rió de ellos, burlándose.
–Yo hablaba de Xóchitl.– Comentaba San Juan un poco irritado.
La joven de cabellos rojizos, se llevaba la mano a su pecho y la otra a la frente, haciéndose la ofendida reclamando la mala bienvenida dada.

Al cabo de unos largos minutos y de una ligera discusión entre todos los pasajeros del globo, una tormenta se dejó venir. Por supuesto la joven Teodora no quería echar a perder su fina ropa, así que de un chasquido desapareció.

En la hacienda del Charro Negro, éste ya hacía preparándose para ir a la compañía de San Juan. Coyotito ya también alistaba sus pertenencias y al semental, para cabalgar y ayudar en lo fuese necesario. –Vamonos Coyotito.– Estuvo apunto de abrir el portal con la criatura montada trás suyo, pero fue detenido por el Dios de los espíritus y las enfermedades Xolotl.

–No puedes interferir en esto, dijo el Dios oscuro.– Decía entre risas burlonas, apuntándole con un dedo. Trás de él, aparecía la Diosa Mictecacíhualt. En su rostro se dibujaba la tranquilidad misma.

𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐒𝐓𝐈𝐆𝐎 𝐃𝐈𝐕𝐈𝐍𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora