Latidos

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Está buscando por ti...















¿Qué es lo que sabemos del amor? Es más allá de las experiencias ajenas que solemos escuchar. No podemos asegurar nada acerca de éste, cada persona tiene un destino diferente, acciones a tomar que llevarán a un resultado bueno o malo.

De qué manera alguien tan joven e inocente como San Juan podía saber o diferenciar del verdadero amor o sólo la mera intención de la manipulación. Alguien que fue arrebatado de los cálidos brazos de sus amados padres, humillando y sobajado por su mala suerte, molestado por todos los de su alrededor.
Un simple halago o abrazo era suficiente para ganarse a San Juan, una pobre y limpia alma que solo buscaba el consuelo del amor y que ahora qué estaba lejos de su abuela, no encontraba a quien pedirlo.

No se podía ser capaz de percibir ésto, Leo vivía bajo una extensa capa de humo que él mismo se encargaba de hacer. Tan sólo era un adolescente, su mente no pasa por los mejores momentos, su cuerpo y carácter iban en constante cambio.
Sin embargo, siempre abrazaba su dolor, su pena y martirio. Era capaz de convertirlo en aquel impulso para continuar, por más duro que parezca, San Juan no perecía.

Luis, ahora se encontraba fuera de su ventana con lo que parecía ser un papel. Leonardo por otra parte seguía furioso con el muchacho de capa oscura.
Éste le pedía salir de su hogar y escucharlo, creyó que podía ser que venía a pedir las disculpas que merecía por tan vil traición, nada más equivocado para el chico.

-Sal tantito, menso...- Susurraba de tal manera que Leo fingía no escucharlo. Le dió la espalda y trató de dormir para no tener que lidiar con él.
No lo logró, cuándo Luis por fin había acabado con la paciencia de San Juan éste salió por la ventana, hecho el diablo.
-¿Ahora que quieres? ¡Por tu culpa me iban a matar en el mercado!- Susurraba con enojo, intentando no gritar y despertar a todos en el globo.

Leo no había dicho nada sobre aquella pelea, tampoco dijo nada sobre haber sido golpeado por un soldado y casi ser asesinado con un arma.
-Ayudame a encontrar a mi tío... Yo sé lo que te hice y de verdad me arrepiento mucho- Su voz se quebraba al darle a San Juan la hoja que llevaba en sus manos.

Gaspar, el criminal que provocó la explosión en la mina. Buscado para ser juzgado por alterar el orden de Dios...


-¿Él... Es tu tío?- Clavó su mirada en Luis, intentando buscarla, pero fue inútil, aquel muchacho estaba destrozado con lágrimas que abundaban en ambos ojos.
Al igual que él deseaba encontrar un consuelo, una pequeña esperanza de saber que su tío estaba vivo tal y como con su padre, hace unos años atrás...

Ahora Leo estaba en una dura batalla interna, seguía furioso con el muchacho por haberlo dejado a su suerte, pero, también sentía una enorme pena y compasión por él. Comprendía en totalidad lo que sentía y deseaba aquel misterioso personaje.

No era capaz de negarse, era la naturaleza de San Juan, ir hacia el socorro de todo aquel que lo necesitara. Una alma demasiado empática y noble... Pero muchas veces, esto guía al camino del peligro.

Los ojos almendrados iluminados por la luz de luna de aquella noche, viajaban una y otra vez por la mente de Alejandro.
Extrañamente sentía la agobiante necesidad de volver a verlo, de sentir su suave piel y escuchar su melodiosa voz.

Suspiro en frustración, junto con su aliento venía acompañado el humo de su cigarrillo. Una y otra vez, la imagen pasaba por su retorcida mente, fijando su mirada en sus hermosos campos de agave.
-Buenas noches, patroncito. ¿Va a querer su cafecito?- Desde ya hace mucho la presencia de la criatura ayudaba a calmar su furia. Desde aquel 'incidente' cómo lo llamaba Coyotito, nunca le gustó la idea de que su patrón se sintiera culpable por eso, no fue capaz de hacerlo responsable. Era el tonto más bueno o podía ser que el bueno más tonto.

𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐒𝐓𝐈𝐆𝐎 𝐃𝐈𝐕𝐈𝐍𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora