Sueños

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¿Es culpa lo que hay en ti?...















-Holkan, amor mío, déjame ir. No fue culpa tuya- depósito un dulce beso en su piel morena careciente de vida, pertenecientes al Charro.

Sus ojos, aquellos ojos en forma de avellana y color de la misma, su cabello largo y negro llegando hasta su espalda, su delgado cuerpo y caderas muy bien formadas, el color de su piel morena como el delicioso chocolate. Aún con todo esto, no podía divisar bien su rostro, ya desde hace mucho tiempo que no lo hacía.

Los ojos pertenecientes al Charro se llenaron de desesperación, sus manos no pudieron quedarse quietas, tomando con algo de fuerza el brazo y la cintura de su amado, aferrándose a él.

-¡No, vida mía! ¡Quédate conmigo! ¡Kaknab! - Su grito se ahogo en una penumbra.
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Despertó, el mismo sueño repitiéndose cada vez. Si los Dioses no le enviaban mensajes a través de estos, estas eran las imágenes que siempre vería.

Tallo su rostro con su áspera mano y bebió un poco de agua que tenía en su mesita de noche. Se preguntaba porque insistía en dormir, si ya no sabía que era el  descansar, todo se sentía igual; frío, calor, día y noche. Gruñó después de este pensamiento y se puso de pie para realizar su rutina, bañarse, vestirse y trabajar.

Ya había pasado un tiempo desde la última conversación con la deidad, cumplió los pasos que se le indicaron para llevar a cabo el destino. Se logró un gran proceso, pero era cosa de seguir supervisando, si quería pronto su descanso.

Este no era todo su deber, su presencia debía cambiar miles de destinos, no podía descuidarse.

Malo no era una palabra para describirlo, ¿Qué era lo tan malo?. Somos capaces de decidir nuestro actuar, siempre hay más opciones, las hay en todas partes. Pero así es el hombre, buscando lo más fácil y rápido, trayendo duras consecuencias para luego buscar a quien culpar.

Un temblar surgió dentro de él que lo hizo caer de rodillas. - ¡Señor! ¿Está usted bien? - dijo preocupada una de las sirvientas, ayudándolo a ponerse de pie.

Y es que últimamente esto pasaba a menudo, quizá debía echar un vistazo a quien llevaría a su sucesor, podría haber estado cambiando el destino y él ni cuenta se había dado.

Buscó respuestas en aquel espejo negro, pero no recibió ninguna. Incluso pidió la presencia de su señor, este tampoco se hizo presente, lo había abandonado. No sabía que hacer, temía haber cometido un error.

Otra opción no había, él mismo iría a solucionar aquel problema. Así tomando a su corcel se abrió pasó al mundo humano.

Era un dos de noviembre, Día de muertos para los humanos, para él también un día de fiesta, pues podía darse ciertos lujos de mortales, como por ejemplo, una acostadita con alguna dama por ahí que necesitará de calor. No era necesario decir que en algún momento lo pensó, cuando pasaba por las cantinas y veía a cientos de muchachas bonitas y con buen cuerpo.

No era ningún santo, en algún momento se dió algún encuentro, pero no siendo de a gratis pues se llevaba sus almas en el proceso. Uno de los muchos trucos que tenía bajo la manga para cumplir su trabajo.

Algo peculiar que buscaba en ellas era que tuvieran pechos pequeños, sino no le apetecían, también y sobre todo adoraba a las morenas con cabello largo y negro intenso. La mayoría siendo de las más hermosas, lástima porque todas ya hacían en botellas de tequila.

Se hizo presente en el hogar  San Juan. Una panadería algo humilde pero con buena clientela. Está de más decir que a acercándose apenas al lugar, este te recibía con un delicioso y cálido olor. Ahí se encontraba Toñita San Juan, una muchacha valiente y determinada a todo.

El Charro se había encargado de unirla a un buen muchacho. Cómo era costumbre en esos entonces, la damita de aproximadamente unos trece años ya, era pretendida por este.

No era que le importara su vida del todo, sólo debía encargarse de que no muriera o que tuviera alguna pareja diferente a la que él se había encargado de darle, si esto pasaba todo el trabajo de un año entero, se iría al infierno.

Entonces si ella se encontraba bien, ¿Por qué las incesantes molestias? 
Una perdida de tiempo había sido ese viaje. Podría volver a la hacienda o darse un paseíto por Puebla y llevarse algunas almas. Se dió vuelta en su caballo que  hizo sonar su galopar acompañado de sus brillantes espuelas, alejándose con algo de molestía.

No tardó mucho en llegar a un pequeño cerro, quería darse un gustito. Llevo a su compañero a un pequeño río para que esté bebiera, mientras él reposaba en el pasto seco, disfrutando de la noche y de la bella luz de luna. Aprovechando la soledad del lugar, su mente volvió al sueño de la mañana, siempre esforzándose para recordar el rostro de a quién alguna vez amó.

El sonido del suave viento y el cantar de los grillos eran de gran ayuda para abrir su mente. Llegó a tal punto de relajación que estaba quedándose casi dormido, con aquellas imágenes pasando por su pensar.

Pero este reposó fue  interrumpido por un intenso aroma a flor de cempasuchil y pétalos de ésta que se regaron por todo el suelo. Al darse cuenta, de un sólo vuelo se puso de pie y de rodillas al instante, pues había recibido una grata visita.

𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐒𝐓𝐈𝐆𝐎 𝐃𝐈𝐕𝐈𝐍𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora