Atrapado

212 14 1
                                    

No puedes confiar...
















A Leonardo se le erizó la piel al ver cómo Javier al igual que un caballero, depositaba delicados y suaves besos sobre su mano.
—Perdoname San Juan, discúlpame por jugar así con tu inocencia.— Ahora más que nunca latían ambos corazones. Quizá en alguna otra ocasión esto podría ser humillante para el Charro, sin embargo esto había salido de lo más profundo de su oscura alma.
—Javier...— Formuló entre un suave jadeo. Los sentidos del hombre se juntaron todos por igual, creando una sensación como ninguna otra.

Pero no toda la gente aprobaría su unión, si es que la había.
Alguien los miraba entre las rocas y los nopales, alguien a quién le hervía la sangre hasta casi hacerla coágulos. Luis, si pudiera se lanzaría rápidamente y les cortaría la garganta.
—Ahora resulta que hasta te protegen... Me lleva la chingada.— Pensó.

Se prometieron verse a media noche, en un callejón lleno de flores, que igual ya no habían, con todas las muertes ya nadie les prestaba atención.
—Te veré ahí entonces, San Juan. — Un último beso en sus manos.
—Está bien... Bien, ahí nos vemos.— Dió una débil sonrisa, no más por la emoción de aquella sonrisa que le dió.
Javier siguió su camino después de dejar a Leo en su hogar, se marchó cabalgando.

Cómo podía esperar, todos con una cara de furia y apunto de sacar sus mejores regaños. Leonardo aclaraba su mente para dar una larga explicación que obviamente se saltará las partes que sabe pondría en riesgo su 'relación' con Javier.

La noche había llegado, Leonardo estaba más que nervioso y tenso porque no sabía exactamente para que Huerta lo quería. En su estómago volaban miles de mariposas, junto con ellas un remolino de emociones.
—¿Qué estoy haciendo?— Miró su reflejo a través del espejo, necesitaba aclarar sus ideas y sobre todo sus sentimientos.

—¿Estás seguro que así estará bien? — El Charro le preguntaba a su entusiasmado compañerito, Coyotito. Se encargó de vestir y preparar a su señor para ser lo más dulce y romántico posible.
—Las Diosas del amor me lo han pedido, yo sólo quiero ayudar.— Sonrió emocionado.
—Yo sólo quiero que sea feliz, patroncito... Quiero que sea libre.— Dió unos últimos retoques al fino traje de Charro, brillante por las llamativas espuelas.

San Juan esperó a que todos cayeran dormidos después de cenar, se escurrió silenciosamente por la ventana y rápidamente se alejó para no ser visto. Sigilosamente caminaba entre las oscuras calles de Guanajuato, no quería encontrarse ni con aquellas criaturas ni con los soldados.
Todo iba bien, la sensación de su corazón latir estaba a tope, sus mejillas coloradas y una infantil sonrisa de oreja a oreja.
—¡San Juan!— Escuchó detrás de sí, de golpe bajó de su suave nube. Al voltear no era nadie más que Luis llamando.
—¿Qué haces aquí? Me seguiste... ¿Verdad?— Cuestionó molesto.
—¿A dónde crees que vas?— Su semblante era totalmente diferente, ya no parecía ser aquel simpático muchacho que conocía.
Leonardo se puso demasiado nervioso, no sabía que decir, aunque fuera Luis, podría ir con sus amigos y delatarlo.

—No sabes con quien te metes Leo, ese Javier no es de fiar. — Lo señalaba con el dedo.
—¿Tú qué sabes?— Caminó para acercarse más.
—Lo culpan por haber explotado la mina, de haber asesinado a mucha gente. Te estás metiendo con un criminal, ¿No lo ves?—
Esas palabras caían como cuchillos en el corazón de San Juan, era cierto, no lo conocía de nada, no sabía ni siquiera de dónde venía.
—Él no es de aquí, es igual como ustedes, un fuereño. Pero, el pueblo le tiene el ojo encima, dicen que el provoco la explosión y con ella la llegada de las momias.—
San Juan le dió la espalda, en sus ojos se acumulaban un par de lágrimas, se sentía tonto, fallaba a su ética. Tan rápido confiaba en su persona, sólo por unos sentimientos vacíos.

—No puedo hacerlo...— Susurró Luis.
—Vete a casa, rápido Leo ¡Vete!—
Quiso reaccionar lo más rápido que pudo, correr o siquiera defenderse, pero ya estaba envuelto en unos brazos que lo apretaban horriblemente. Una mano tapó su boca, la otra se colocó en su pecho.
—Hola, Leo San Juan... Te estaba esperando.— Remarcó su asento, uno que era francés.
Leo luchaba por soltarse, lo único que pudo hacer  fue buscar su mirada. Una cara palida, los ojos llenos de ojeras y el color... Azul, al igual qué esa pesadilla.
—¡Ya no quiero hacer esto, déjalo en paz!— Gritó Luis, golpeandolo de donde podía. Este sólo se limitó a darle una fuerte bofetada que lo mandó al suelo.

—¿Por qué no llega?— Javier esperaba impaciente en aquel lugar que habían acordado, movía su pie nervioso, sostenía un ramo de bonitas y ricas flores, junto con un collar de finas piedras que Coyotito le había hecho.
—Tranquilo, patroncito... Seguro ya viene.— fingió una alegre sonrisa, no admitía que la inquietud también le ganaba.

Pasaron unos largos minutos, ya casi la una de la mañana. La criatura regresaba corriendo en sus cuatro patas, alterado. —¡Patrón, el no está en su casa! ¡No está por ninguna parte! Quise olfatear su rastro, pero ya no no lo encontré.— Hiperventilaba y apenas podía decir palabra.
—Lo sabía.— Subió rápidamente a Tunich, adoptó su imponente imagen del Charro negro y se echó a cabalgar.

—El momento ya llegó cariño...— Micteccacíhualt sostenía las manos de su esposo de ultra tumba.
—Todo lo que construimos... Se esfumara.— Mictlantecutli miraba decepcionado a través del portal, listo y resignado al cruel destino.
—Como lo dije en un principio. Esto no sólo ayudará a su unión, sino que también protegerá a los humanos. Ellos no pueden con este poder sobre la tierra, en manos equivocadas sería el fin de los tiempos. Así que confíen.— La madre Coatlicue consolaba a los dos Dioses.

Espera traer de vuelta lo que ya no le pertenece. Avaricia, terquedad, prepotencia o simplemente amor.

No puede florecer lo que ya está marchito, no puedo volver a llenarse un lago que ya está seco, una estrella no puede encenderse cuando ya se apagó y un cuerpo ya no vuelve a la vida cuando está muerto.







Este capítulo es corto porque ando apurado ya es semana de evaluaciones y ya sabes cómo se pone. Si estudian, espero les vaya bien. Nos vemos la próxima semana

𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐒𝐓𝐈𝐆𝐎 𝐃𝐈𝐕𝐈𝐍𝐎Donde viven las historias. Descúbrelo ahora