Ya está lo que deseabas...
- Holkan, amor mío... Ya terminó. Me debo ir, pues los Dioses me han llamado.- depósito un dulce beso en la piel morena careciente de vida del hombre. Ésta vez, no pudo moverse en absoluto, sus ojos fueron los únicos que pudieron llenarse de desesperación.
Aquella hermosa figura se alejó del Charro, caminó hacía un túnel, este estaba guiado por la bella deidad Mictecacíhualt. Ella sólo se limitó a sonreírle y aunque no emitió sonido alguno, pudo distinguirse 'ya está aquí' de sus labios.
Despertó exaltado, frotó sus ojos con algo de molestia. Era tonto quizá, pero ese sueño pudo significar que el espíritu de quién amó ya no lo visitaría nunca más, pues al ver a la Diosa le dió más crédito a su suposición.
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Los años había pasado sobre él, provocando que la furia que alguna vez sentía, aquella fuerza que lo hacía el ser temible que la gente nunca deseaba ver se fuera apagando lentamente hasta sólo quedar un guerrero que no hacía más que obedecer las órdenes del Dios de la noche, esperando a que se cansara de él o en el mejor de los casos tuviera piedad. Pues con lo último, el último engaño que había recibido, lo veía muy lejos.
Estaba ebrio, el Charro negro sin darse cuenta estaba rendido ante los pies de la Diosa de la embriaguez Mayahuel, en alguna parte de un pueblo que por el momento no se reconocía. Ésta lo consoló con palmaditas en la espalda, no sentía más que lástima y algo de vergüenza por el hombre, que estaba apunto de echarse a llorar por su desgracia.
Era un dos de noviembre de mil setecientos noventa y ocho. Era bien sabido que los Dioses en estos días se daban el gusto de andar de aquí para allá, caminando entre sus hijos, convertidos en humanos, éstos evidentemente siendo disfraces para no ser reconocidos y cumplir sus misiones, los que las tenían.
- Ya Charro, mírate nomás mijo, das vergüenza. ¿Esto fue para lo que te hicimos un guerrero?- Comentó un tanto irritada.
El hombre no era tonto, aún ebrio moderaba su habla, pues sea quien sea el Dios con el que hablaba le debía tener un enorme respeto.
- Discúlpeme señora mía, es sólo... Que no hay consuelo que me ampare. - se puso de pie y recargo un poco de su peso en su corcel, no había preocupación si este quedaba inconciente pues Tunich y Coyotito lo llevarían a casa.La diosa rodó sus ojos y suspiro frustrada, ver así a su mejor guerrero era vergonzoso, una burla para todos los Dioses que por suerte no lo miraban en ese momento. Pues siempre y de alguna manera lo tenían vigilado, cada movimiento que realizaba.
Gracias al don de la deidad, desapareció por completo su borrachera. El hombre ya se encontraba en sus cinco sentidos, lo único que no se había marchado era su profunda tristeza.
- Y entonces Charro, ¿Por qué esa jetota?- Mientras esperaba su respuesta, jugueteaba con Coyotito, éste igual que una mascotita correspondía felizmente.
- No pues... No sé ni cómo decirle señora mía. No quiero sonar como un chamaquito que corre a los brazos de su madre - Tosió y remarcó ese acento tan característico que le pertenecía.
- Ay ya mijo, pues total, el ridículo ya lo haz hecho y muchas veces- Río al final de su oración, aún jugando con la criatura.
El Charro explico los años que estuvo detrás de Antonia San Juan, que ésta sería quien traería a su sucesor para que al final él pudiese descansar junto con el alma de su amor arrebatado. No había día en el que el hombre no mencionara a ese 'viejo querer', claro que quién escuchaba siempre la misma historia era Coyotito.
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𝐄𝐋 𝐂𝐀𝐒𝐓𝐈𝐆𝐎 𝐃𝐈𝐕𝐈𝐍𝐎
Fanfiction"El capricho del demonio por lo que le fue arrebatado vidas atrás no se hará esperar más. Ha pasado tanto tiempo para tener otra oportunidad y no la soltará. Experiencias que lo harán volver a lo que fue, mucho que volver a aprender" ⚠️ Porfavor lee...