2. Pasarela

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Siete años antes...

Antoine terminó sus estudios en Artes en la Universidad Estatal de Moscú , en la especialidad de fotografía. Como no tenía experiencia, se dedicó a hacer trabajos pequeños, cobrando un tercio de lo que cobraba un profesional.

Dos meses más tarde, lo contrataron para un evento exclusivo en Krasnoyarsk, con todos los gastos pagos. Su profesor de fotografía le había pedido que armara un portafolio el mes anterior y lo envió a un colega. Los organizadores quedaron encantados con el trabajo del chico.

Las fotos saldrían en la revista Maxim del mes siguiente. Estaban preparando todo, la escenografía era hermosa. Pero todo eso no le hacía justicia a la hermosa rubia que entró en una bata. Quedó idiotizado hasta que su voz le hizo volver en sí.

—Oye, cariño —le dijo la chica— no te culpo, siempre produzco ese efecto. Pero tenemos que empezar ya.

La rubia se quitó la bata y Antoine se sonrojó. Ajustó el lente de su cámara y a medida que el director le iba indicando las poses, él iba capturando los movimientos de ella con cada flash. La sesión de fotos duró aproximadamente una hora, pero para Antoine el tiempo se le coló como agua entre los dedos.

—Bueno querido, ya te puedes retirar. Tienes tres días para tenerme las fotos listas. No te pierdas guapo —le guiñó el ojo el director.

Antoine tomó sus cosas y se encaminaba a la puerta, cuando fue detenido por una voz. La rubia estaba detrás de él.

—No nos presentaron formalmente —extendió su mano— Lorena Ivanova, mucho gusto.
—Antoine Volkov —tomando su mano— el gusto es todo mío, linda.
—Haré unas cosas más acá, pero regreso a Rusia en unos cinco días. ¿Qué tal si me das tu número?

Antoine se sonrojó levemente divertido. No había conocido a una mujer tan directa y hermosa. Se perdió un poco en sus pensamientos, mientras Lorena lo miraba divertida.

—¿Me lo vas a dar o te tengo que rogar? —le dijo en tono coqueto— mira que normalmente es al revés.
—Lo siento, es que me tomaste por sorpresa. Sí, por supuesto.

La rubia le tendió el móvil, el lo tomó y marcó su número. El móvil de él vibró en su bolsillo.

—De acuerdo, debo irme. Espero verte de nuevo, linda.

Antoine tomó su mano y la besó, sorprendiendo a la chica.

Lorena al regresar a Rusia contactó a Antoine. El chico dijo que estaba desocupado y dejó lo que estaba haciendo para encontrarse con ella.

Antoine recogió a la rubia en un centro comercial y luego condujo hasta llegar a la cafetería de la señora Gretta. La ancianita aún vivía. Gozaba de buena salud, sólo que sus pasos eran más lentos.

—Buenas tardes señora Gretta. ¿Cómo se encuentra?
—Hola Anty, todo bien cariño —le respondió la anciana con una sonrisa— ¿Cómo están Yulia y Elena? No pude asistir a la boda de Fedora, es que no tenía quien me atendiera el negocio... ¿Cómo está ella?

Antoine se ruborizó. No es que se avergonzara de sus madres, pero era la primera cita con la chica y no tenía planeado abordar ese tema aún.

—Ellas están bien, señora Gretta, trabajando mucho —dijo el chico contestando de forma superficial— Fedora se mudó hace un par de meses, tiene una bebita de un año.
—Me alegro mucho, dales mis saludos. ¿Te doy lo de siempre? —él asintó con la cabeza.

A los diez minutos, la señora Gretta le hizo entrega de dos platos de pie de manzana. El chico cada vez que podía ir, pedía eso. La anciana le trajo dos chocolates calientes. La rubia tomó los platos y él las tazas, para dirigirse hacia una mesa.

Los secretos de familia se ocultan en casa: justicia para Sergey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora