19. La lucha

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Pasaron dos semanas y Sergey volvió al colegio. Emma continuaba recibiendo clases a distancia, ya que su madre no había solicitado reanudar la reincorporación presencial.

La chica pasaba la mayor parte del día sola, ya que Elena y Yulia tenían asuntos que atender en sus respectivos empleos. A medida que las fue conociendo, se dio cuenta de lo afortunado que era su novio de la familia que tenía, la cual lo apoyaba sin importar las circunstancias.

Una mañana los jóvenes discutieron, ya que Sergey a su parecer no había cumplido la promesa que le había hecho en el parque cuando fue acechado por aquel individuo.

-Me lo prometiste y me mentiste... ¿En qué otra cosa lo has hecho?
-Lo siento Emma, tú no lo entiendes -le dijo con dureza - es mejor así. Ya te dije lo que pienso hacer y...
-huirás como un cobarde -le soltó molesta- sólo eres egoísta al pensar así. ¿Es ese el ejemplo que quieres darle a nuestro hijo?
-Tienes razón, soy un cobarde. Esto es lo que soy. Yo no lo pedí, maldición -masculló frustrado- ¿Crees que lo hubiera querido? ¿Lo que ese cerdo -balbuceó un poco, le costaba hablar- me hizo? Creí que me entendías, no tienes por qué tratarme como si fuera mi jodida culpa.

Sergey salió de la casa azotando la puerta. Tomó el auto de su abuela Yulia y arrancó de golpe, haciendo chillar las llantas. Emma se desplomó en el suelo a llorar, había sido hiriente con sus palabras. Él era una persona muy sensible y sin duda lo lastimó.

Ese día en medio de su desesperación, Emma se empecinó en averiguar la verdad. Pasó toda la mañana viendo noticias de dominio público en sitios web y anotó cada cosa fuera de lo común que iba encontrando para tener consolidada una idea.

Aunque la negativa de Sergey era latente, esperó hasta la tarde para hablar con sus abuelas. La chica le contó a ambas lo que había sucedido en el parque días atrás y se atrevió a proponer su idea, aprovechando que su novio estaba en la consulta recibiendo ayuda psicológica.

Elena se puso pálida y Yulia se puso roja. Ambas lidiaban con el mismo sentimiento de diferentes formas. La pelirroja se desvaneció brevemente, que de no ser por Yulia hubiera terminado en el piso.

Emma salió corriendo a la cocina por un poco de agua con azúcar, mientras que la morena la sentaba en el sofá. Le tendió el vaso, Elena bebió la mitad de él en un sorbo y lo dejó sobre la mesita que tenía al frente. Emma se incorporó al lado de ellas con visible preocupación.

-Así que ese desgraciado fue el que lastimó a Sergey -dijo Yulia apretando los puños- de haberlo sabido antes... ¡Demonios! -suspiró con frustración.
-Calma cielo, no podemos tomar la justicia en nuestras manos -le dijo Elena acariciando el brazo de su esposa- por el bien de todos, ni mi madre ni Faddei pueden enterarse de esto.
-Por primera vez estoy en desacuerdo contigo, pecosa. Cómo me gustaría que Inessa lo mandara a ... -Elena la interrumpió antes de que dijera algo que no debía frente a la chica.
-Yulia por Dios, cálmate -le regañó- ni siquiera lo pienses. No es la forma, ese hombre horrendo debe ser llevado ante la justicia. Me duele tanto como a ti, pero no está en nosotros hacerlo pagar. ¿Qué propones? -dijo dirigiéndose esta vez a la chica.
-He investigado toda la mañana y hallé varias denuncias que luego fueron retiradas por falta de pruebas. Resulta que cuando iban a enjuciarlo en Massachuset por primera vez, el padre de aquel niño tuvo un extraño accidente. La madre sin pensarlo regresó a Filipinas, eran inmigrantes. Me imagino que por no ser ciudadanos americanos no le tomaron demasiada importancia al caso y en breve se olvidó.

Yulia y Elena se miraron. A pesar de las pruebas obtenidas por Emma, no era suficiente para armar un caso.

-Hablemos con Nicolay a ver que nos dice -finalmente habló Elena- Pero procuremos no involucrar a más personas. Mientras menos lo sepan, mejor.

Los secretos de familia se ocultan en casa: justicia para Sergey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora