7. Justicia para el magnate

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Elena llamó temprano a Nastya y le pidió que le hiciera el favor de cuidar de Sergey. Una vez que pasaron a dejarlo, le pidió a Yulia ir hasta la estación policial de Santa Catarina. Cambió de lugar con ella, ya que se encontraba demasiado nerviosa para conducir. Aunque no les habían llamado de ahí, tenía un mal presentimiento.

Al llegar pidió hablar con un oficial, el cual se mostró bastante hostil. Elena tuvo que mencionar que era hija de Sergey Katin. Aunque había muerto hace bastante tiempo, su nombre era sinónimo de poder y respeto.

El oficial habló con uno de los detectives y este se acercó a la pareja. A diferencia del subordinado, se mostró más empático y colaborador.

—Buenos días señoras, soy el Detective Ronal Olmos. Me excuso por el oficial, es nuevo en este departamento. ¿En qué puedo ayudarlas?
—Buenos días detective. Soy Elena Katina y ella es mi esposa, Yulia Volkova. Queremos corroborar si nuestro hijo se encuentra en esta comisaría.

El detective les hizo entrar a su oficina y se sentó frente a su computadora. Ellas tomaron asiento en las sillas de enfrente.

—Ok señora Katina, por favor indíqueme su nombre completo.
—Antoine Dmitry Volkov Katin.

El detective tecleó el nombre en la computadora y se rascó la nuca. El chico estaba siendo acusado de homicidio y había mucha insistencia de los medios en saber, por lo que el alcalde lo estaba presionando para cerrar el caso lo más rápido posible. Soltó un suspiro mientras pensó lo que les iba a decir.

—Sí, está aquí —dijo con pesadez.
—¿Y por qué no nos avisaron? —le dijo Elena comenzando a alterarse. Yulia le apretó la mano para intentar apaciguarla.
—Disculpe señora Katina, es un asunto delicado. Me están presionando de la oficina del alcalde para darle término al caso y como él confesó, todo se va a agilizar.
—¿Podemos verlo? —dijo esta vez Yulia.
—Ok. Por favor síganme.

El detective llevó a la pareja hasta la celda del muchacho, la abrió para que pasaran y cerró por fuera.

—Tienen veinte minutos —sentenció.

Una vez dentro Elena le echó los brazos al cuello y lloró sobre el hombro de su hijo. Yulia los abrazó a ambos. Una vez que se separaron, Antoine las condujo a la cama para que se sentaran los tres.

—Mi amor. ¿Por qué lo hiciste? —le dijo Elena acariciándole el rostro.
—Perdón mamá, la ira me consumió. Me dio mucha rabia el enterarme que la policía no había hecho nada y decidí actuar por mi cuenta. Tenía que hacerlo —comenzó a sollozar.
—Tranquilo hijo, vamos a contratar al mejor abogado que encontremos —le dijo su morena madre.
—No se preocupen por eso, mamás. No me importa pasar el resto de mi vida aquí, con tal de haber hecho justicia para mi hijo. No me arrepiento y lo haría otra vez. Sólo les pedire algo: que se encarguen de Sergey. Cuando me trasladen, no lo traigan. No quiero que me vea así y piense que su papá es un hombre malo. Díganle que estoy trabajando y ya cuando esté más grandecito... yo mismo le contaré toda la verdad. Díganle que lo amo con toda mi alma y que es lo más importante para mí. Y con respecto a Lorena —soltó un suspiro pesado— no quiero que mi hijo esté cerca de ella. No me atrevo a confiar de nuevo, le falló como madre. Ya firmé un documento donde las dejo como las encargadas de Sergey si algo llegara a pasarme. No va a estar en mejores manos.
—Se acabó el tiempo señoras —dijo el detective.

Ambas abrazaron a su hizo y salieron de la celda. Antes de salir de la estación, el detective habló con ellas.

—Mañana será el juicio y lo trasladarán. Él renunció a ser defendido y como les dije, la oficina del alcalde está presionando mucho para cerrar el caso y que la prensa se olvide. No se preocupen, se está manejando todo con mucha discreción. Una vez que esté establecido les avisaré para que puedan visitarlo.
—Gracias detective, es usted muy amable —le dijo Yulia estrechando su mano— vámonos cariño —haló suavemente a Elena hacia la calle.

Los secretos de familia se ocultan en casa: justicia para Sergey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora