4. Montaña rusa

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Los primeros meses Lorena trabajó sólo en sesiones de fotos, todo dentro del país. Cuando su vientre comenzó a crecer, Giorgio le dijo que ya no podía seguir modelando como antes, y le consiguió un contrato para una revista de amas de casa. Los últimos tres meses fueron fatales, no podía salir porque se mareaba mucho y se le hinchaban los pies. Se puso muy sentimental y lloraba por todo.

—Lindo...
—Dime mi amor —le dijo Antoine tallándose un ojo.
—Quiero comer sushi... también leche condensada...
_¿Ahora? —ella asintió haciendo un puchero— Ok, déjame ver donde te consigo eso. Ya regreso.

Antoine se salió de la cama todavía adormilado, se colocó un mono y sueter, se calzó unos deportivos para tomar su cartera y llaves.

Abordó su auto y comenzó a conducir, mientras iba viendo las vallas publicitarias.

Llevaba como cuarenta minutos conduciendo cuando vio una gasolinera abierta. Compró la leche condensada y siguió rodando, hasta el restaurante asiático.

Una vez que tenía todo, se fue a casa. Su mujer lo esperaba ansiosa para engullirse todo eso. Una mañana, Antoine estaba preparándose para irse al trabajo. Pero no pudo ignorar la petición de su mujer.

—Cariño se me hará tarde.
—¿No te parezco atractiva? —dijo con un puchero.
—Nena, me encantas y lo sabes. Pero tengo que ir a trabajar.

Lorena lo besó y le quitó toda la fuerza de voluntad que tenía. Se dejó llevar hasta la habitación, donde hicieron el amor esa mañana.

En el último mes no tuvo malestares ni antojos raros, sólo se incrementó su apetito sexual. Antoine parecía un zombie, en su trabajo lo molestaban por eso.

—Ya falta poco amigo, mi mujer se puso igual con nuestros tres hijos —le dijo uno de sus compañeros colocándole una mano en el hombro en señal de apoyo.

Ya estaban en el momento crucial. Lorena rompió fuente y Antoine salió disparado con ella al Hospital clínico Leninskij. Su madre no se encontraba de guardia ese día, pero para su buena suerte lo estaba su tía Nastya.

—Vamos cariño, tú puedes. Ya falta poco mi amor.
—Demonios, ¡como me duele! —gritó enojada mientras le estrangulaba la mano a su marido.

El Doctor le pidió que pujara una vez más y se pudo oír el llanto del bebé. Lo tomó, cortó el cordón umbilical y se lo dio a su madre.

—Es un varón. ¿Cómo lo van a llamar?

Lorena estaba cansada, casi a punto de desmayarse. Miró a su novio y le concedió la decisión a él.

—Sergey Oleg Volkov Ivanov.

Por ser parto normal, le dieron de alta a las cuarenta y ocho horas. El niño nació sano y sin ningún problema aparente. Salió rubio como la madre, pero tenía los ojos del padre. Físicamente era una mezcla de ambos.

—Hora de comer de este galán —dijo Nastya al entrar a la habitación de Lorena, para entregarle al bebé.

Yulia y Elena vinieron a las horas a conocer al pequeño. Fedora también vino con su hija Scarlet, quien ya tenía nueve años. No era usual que una niña estuviera dentro de las instalaciones a menos que fuera paciente, pero por tratarse de la familia Katina se hicieron excepciones. Violet hizo una video llamada ya que se encontraba en Gorsk haciendo el servicio rural para obtener su título de medicina.

Luego de que el bebé fue dado de alta, Nastya le avisó a Antoine. Él pidió permiso en su trabajo para ir a buscar a su mujer e hijo y llevarlos a la casa. 

Lorena resolvió contratar a un decorador de alta gama para acondicionar una de las habitaciones para el bebé. Le pagó una alta suma de dinero a cambio de un acuerdo de confidencialidad. La relación sentimental que tenía Lorena Ivanova era un total misterio para el público. Su agente le recomendó que su vida privada la manejara bajo perfil. Por tal motivo no quiso casarse ni mucho menos presentar a su hijo a la prensa.

Los secretos de familia se ocultan en casa: justicia para Sergey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora