17. Perdido

6 1 0
                                    

En el Hospital Clínico Leninskij

Sergey despertó un poco confundido. No recordaba nada y encima estaba sujetado de las muñecas y los tobillos. Al abrir sus ojos vio a su abuela Elena, quién lo miraba con dulzura.

—Hola mi amor.
—Hola abuela. ¿Qué me pasó?
—Tuviste una crisis, cariño. Tuve que traerte sedado. Sé que es difícil para ti mi amor, pero necesito que me permitas ayudarte. ¿Qué fue lo que pasó hace unos días?
—¿Unos días? —repitió como si no lo entendiera— ¿Cuánto tiempo ha pasado? —preguntó con temor.
—Cinco días cielo. Tuve que pedir que te sedaran porque te pusiste muy violento y atacaste a un enfermero.

Sergey bajó la cara avergonzado. Estaba consiente de que cuando estaba enojado tenía una enorme fuerza. Y se sintió peor cuando le vio a su abuela unos puntos mágicos en la sien derecha. Sus ojos se cristalizaron.

—Esa herida que tienes... ¿Te la causé yo?

Elena no respondió pero no hizo falta. Su silencio le dio la respuesta a la pregunta que Sergey le había formulado.

—Perdoname abuela, cómo lo siento —comenzó a gimotear. Elena se levantó de la silla y lo abrazó como pudo.
—No fue a propósito mi amor, fue un accidente. Estabas muy alterado y reaccionaste a la defensiva, pero te ayudaremos. Vas a estar bien. El doctor Zaravor vendrá a hablar contigo, le avisaré que ya despertaste.

Elena le besó la frente y salió de la habitación.

En la casa de Emma

—¿Has sabido algo de Sergey? Estoy preocupada por él.
—Nada, amiga. Quizás le aplicaron la misma que a ti. No ha venido a clases.
—Siento que algo anda mal, él no me dejaría de escribir. Su teléfono sigue enviándome al buzón. Necesito que hagas algo por mi...

En el Hospital Clínico Leninskij

Sergey seguía atado. Ya había tenido la entrevista con el psiquiatra de planta, pero al parecer no obtuvo muchos avances. Sergey se negaba a hablar sobre lo sucedido, le dolía mucho admitir que se sentía débil y vulnerable. Sólo había una persona en el mundo a la que le contaría sus inseguridades.

Llegó el mediodía y Yulia le estaba dando de comer. Sergey comía callado, sumido en sus pensamientos.

—Un millón de rublos por tus pensamientos —le dijo en forma amistosa.
—Es que... no he sabido nada de Emma. Capaz me esté intentando contactar, pero destruí mi celular. ¿Te ha contestado?
—No mi amor, es como si ese número estuviera fuera de cobertura. ¿Quieres que vaya a su casa?
—No abue, su mamá no sabe que soy su novio y no quiero causarle problemas. Además, creo que en el fondo —soltó un suspiro pesado— será mejor que me aleje de ella. Soy un peligro y nadie merece lidiar con alguien así.
—Oye hijo —le dio una sonrisa de labios cerrados— vas a superar esto. Los Volkov somos decididos y amamos con el alma. Si amas a esa muchacha, lucha por ella.
—Pero abuela, ella merece alguien mejor.
—Y tú harás todo para ser ese alguien. El verdadero amor es valiente, niño. ¿Crees que no tuve miedo cuando enamoré a tu abuela? ¡Por supuesto que sí! ¿Y crees que tu papá no dudó cuando enamoró a tu madre? ¡Obvio que también! Pero eso no nos detuvo. Así que sé un hombre, no un niñito cobarde. Y recuerda que nadie se nos resiste, así que aprovecha esta oportunidad. Todos estaremos apoyándote.

Dos días después

Amelia fue a casa de Emma a llevarle los deberes. Su madre se encontraba en el hospital con su abuela y ella estaba sola.

—Hola nena, no tuve suerte. Al parecer no había nadie en casa, perdona —le dijo con pesar.
—Dios. ¿Estará bien? Es lo único que pido.

La conversación fue interrumpida por el sonido del claxon de un auto. Cuando Emma se asomó por la ventana, se emocionó al ver el auto y salió corriendo hacia la entrada. Pero cuando la ventanilla del lado del copiloto se bajó, su emoción cambió a sorpresa.

Los secretos de familia se ocultan en casa: justicia para Sergey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora