8. Secretos de familia

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Esa misma tarde fue trasladado junto con otros treinta privados de libertad de otras comisarias hacia la prisión Federal de Máxima Seguridad Don Quijote de la Mancha. Era la cárcel más segura del estado, la cual quedaba en Ruski, una pequeña isla rodeada por el mar y construida sobre una base alta, representaba un escape prácticamente imposible. Ni siquiera Harry Houdini hubiera podido llevar a cabo tal proeza.

Al llegar le quitaron sus pertenencias y le obligaron a desnudarse. Con una manguera que estaba conectada a una toma de agua y tenía un compresor de alta precisión, fue bañado como un enfermo psiquiátrico. Luego le proporcionaron cinco uniformes que consistían en bragas color rojo y zapatos mocasines con ligas de los lados. Lo hicieron vestirse y lo condujeron todo el camino hasta su celda.

—Sigue la línea amarilla imbécil —le dijo con hostilidad uno de los guardias.

Una vez dentro, cerraron por fuera y lo dejaron ahí. Era una habitación pequeña con una cama litera, un pequeño escritorio con una silla soldada al piso y a escasos metros un retrete y un lavamanos en un diminuto cubículo. Tenía la estructura de las casas actuales conocidas como “mini hogares”.

Antoine soltó un suspiro pesado y se tiró en la cama de abajo de la litera. Alzó la vista que le daba hacia el colchón de la cama de arriba. Cerró los ojos y a su mente vinieron tantos recuerdos: su infancia agridulce por las burlas de sus compañeros por ser hijo de una relación homoparental, su amigo cuando se suicidó y él no pudo ayudarlo, la verdadera forma como fue concebida su sobrina Scarlet y el secreto que le guardó a su hermana sobre el verdadero padre de ella...

Los problemas que estaba presentando con Lorena por dinero y la crianza del niño, el haberse ido a trabajar sin haber arreglado las cosas con su mujer desde su última discusión. Y por último,  enterarse que lastimaron a su pequeño. Eran tantas situaciones guardadas en su pecho y ese último hecho hizo explotar la válvula de su conciencia. Y sencillamente dejó de pensar, actuó de forma metódica y deliberada y hasta la fecha no siente ningún tipo de remordimiento. Al contrario, el saber que el maldito se escapó de las garras de la muerte era como veneno que lo mataba lentamente por dentro. Sabía perfectamente que si tenía oportunidad, lo volvería a hacer y se aseguraría de no fallar esta vez.

En qué momento mi vida se volvió una mierda” —se dijo a sí mismo.

Apretó los ojos intentando contener las lágrimas que hacían su aparición, pero le fue imposible. Eran tantas cosas guardadas que no aguantó más y sollozó, sintiéndose un miserable y fracasado. Incluso estaba dudando de lo que había escogido, a pesar de que la fotografía era su pasión. Se cuestionó que de haber seguido los pasos de alguna de sus madres, su vida hubiese sido muchísimo más fácil y cómoda.

Amaba a su hijo más que a nada en el mundo pero también se cuestionó lo egoísta que fue cuando hizo lo que hizo para traerlo al mundo. Le faltó el respeto a Lorena cuando no le consultó nuevamente sobre esa decisión, y volvió a hacerlo cuando hizo el cambio de píldoras. Era casi como haberla violado, pero sin la violencia y el trauma. Él la puso en una posición que claramente ella no quería por su deseo egoísta de ser papá.

Al día siguiente un guardia lo vino a buscar hasta su celda.

—Tienes una llamada, Volkov. Mueve tu trasero.

Antoine se levantó y esperó que abrieran la puerta. El guardia lo esposó y lo condujo hasta una cabina telefónica que tenían dispuesta para algunos reos. Dada su sentencia, él podía recibir una llamada al mes y sólo de familiares directos.

Lo hicieron entrar a la cabina y cerraron la puerta. Él tomo asiento y acercó la bocina a su cara preparándose para hablar. Afuera a cierta distancia se encontraba el guardia.

Los secretos de familia se ocultan en casa: justicia para Sergey Donde viven las historias. Descúbrelo ahora