1. Viaje en el tiempo.

97 8 4
                                    

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando éramos niños, todos albergábamos sueños grandes, quizás imposibles

¡Ay! Esta imagen no sigue nuestras pautas de contenido. Para continuar la publicación, intente quitarla o subir otra.

Cuando éramos niños, todos albergábamos sueños grandes, quizás imposibles.

Yo, por ejemplo, anhelaba con fervor cumplir dieciocho años, ser adulta y vivir una vida perfecta como las de los cuentos que solía leer. Pero ahora, a solo meses de cumplir la mayoría de edad, me doy cuenta de que la realidad no se parece en nada a lo que mi niña interior imaginó. En verdad, desearía poder regresar a esos días de mi niñez.

Si hubiera sabido que no estaría preparada para enfrentar tantos cambios, tal vez nunca habría ansiado la llegada de la adultez.

Desde que entré en la adolescencia, mi vida perdió la chispa que la iluminaba de niña. Comencé a ver el mundo a través de un cristal gris, sintiendo que todo se desmoronaba a mi alrededor.

La pérdida de mi padre a los trece años fue un golpe devastador. Mi madre, viuda, intentó recomponerse y, un tiempo después, decidió casarse nuevamente. Tres años después, me dio la noticia de que tendría una hermana. Al principio, la idea me emocionaba, pero a medida que pasaba el tiempo, la llegada de mi hermana hizo que mi madre se volviera cada vez más distante. Con el nacimiento de mi hermana, empezó a parecer que yo ya no existía.

Al principio, culpé a la bebé por esta situación. Con el tiempo, comprendí que la responsabilidad recaía en mi madre. Al cumplir diecisiete, me di cuenta de que ella ya no me quería. Su indiferencia era palpable; su atención se centraba solo en mi hermana. Puede que algunos piensen que exagero, que una madre debe atender a su bebé, pero sé que el amor de una madre no se divide. Ella podía haber amado a ambas, pero no lo hizo. Recuerdo las palabras hirientes que me dijo: "Te odio, ojalá no hubieras nacido".

Así es como, en este momento, considero que mi vida es un caos. Mis amistades son escasas; tengo solo dos amigos, y sé que murmuran mal sobre mí a mis espaldas. No hay sinceridad en esas relaciones.

Sin embargo, siempre quise a mi madre. A pesar de todo, es mi madre, y aunque la relación se ha deteriorado, siempre tuvo y tendrá un lugar especial en mi vida.

Aún había alguien que llenaba mi mundo de luz: mi abuelo. Él era la única persona que se mantuvo a mi lado cuando todo se desmoronaba. Me escuchaba, me aconsejaba y me hacía sentir que aún valía la pena luchar. Con el tiempo, su salud se deterioró. Iba a visitarlo con frecuencia, sabiendo que cada encuentro era un regalo.

Cronoamor Donde viven las historias. Descúbrelo ahora