10. Es imposible.

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Podré ser tan imbécil como para creer en cosas irreales, en lo que no existe

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Podré ser tan imbécil como para creer en cosas irreales, en lo que no existe. Sin embargo, no acepto que me obliguen a creer en algo tan absurdo, incluso para mí, que a menudo me siento tonta.

Admito que Hon empieza a caerme un poco bien, pero eso no significa que me veré la cara de idiota. Y, seamos sinceras, ¿qué harían ustedes si una chica desconocida aparece de la nada y les dice que es otra persona que ya murió? Seguramente pensarían que es un chiste, ¿no?

Ese es precisamente mi pensamiento: es imposible. Aunque la manera en la que ella lo afirma hace que parezca que está hablando en serio, lo que me lleva a preguntarme si no será una cruel broma. Y, además, su aspecto físico. Tiene esos mismos cabellos rubios desordenados, esos ojos verdes que brillan con la misma intensidad que en las fotos de la noticia.

Y, por si fuera poco, lleva consigo el reloj de Damian Laine, un científico del que hablaron en una de mis clases de historia. Rara vez presto atención en clase, pero recuerdo perfectamente que ese día, abrumada por el aburrimiento, decidí escuchar a la maestra. La historia de Damian Laine es clara en mi mente: era un joven prodigio, un científico que había dejado su huella, y también era el abuelo de Emma Honley.

El reloj que Hon tiene es idéntico al modelo que nos mostraron en clase y al que está en el museo. Solo lo he visto en fotos, por lo que no estoy completamente segura.

—Hon, incluso si realmente hubieras viajado en el tiempo, nadie te va a creer. Solo un loco que no sabe qué hace con su vida se lo creería.

Hon suspira, y creo que es el momento en que finalmente me dirá que todo era una mentira. Pero no fue así.

—Lo sé, suena muy estúpido —reconoce, lo que me provoca un suspiro de estrés—. Pero... no te lo diría si no estuviera desesperada. Además, si tuviera la oportunidad de fingir ser Emma Honley solo por mi apariencia, preferiría morir.

—Hon, eres exactamente igual a ella, pero esto no es un libro para que llegues y me cuentes una mentira que nadie creería.

Me tallo las sienes con frustración, hastiada de repetir lo mismo una y otra vez.

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