4. Eso no puede ser.

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Mierda

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Mierda. Desde el momento en que escuché el nombre de Emma Honley, un peso extraño se me quedó en el pecho. Es una especie de angustia abrumadora. Ni siquiera conocí a esa chica, y sin embargo, su muerte, su sola mención, me intriga horriblemente. Y no entiendo por qué. Pero cuanto más intento ignorarlo, más imposible se vuelve.

Estamos en el auto, camino a nuestro nuevo hogar, cuando la voz de mi padre rompe el silencio que había llenado casi todo el viaje.

—Ya casi llegamos. ¿Quieren conocer algún lugar antes? —Nos pregunta, mirando por el retrovisor.

Su voz me suena distante. Yo apenas lo escucho, perdida en mis propios pensamientos, atada a ese nombre que no me deja en paz.

—¿Qué tal si vamos al famoso museo? —Sugiere mi hermana, casi entusiasmada—. Dicen que es increíble.

—Está bien. No nos quedaremos mucho —responde mi padre. Y, sin saberlo, cambia el rumbo de todo.

Llegamos al museo y bajamos del auto. Mientras mis hermanos conversan animados, yo camino con la mirada fija en el suelo, en otro mundo, atrapada en mis pensamientos. Pero entonces escucho algo que me hace detenerme en seco.

—¿No será esa la chica de la que habló el vendedor? —Dice Wend, señalando a alguien en la distancia—. La que se parece a Emma Honley.

Mis ojos siguen la dirección que señala, y ahí está: una chica que, mierda, sin exagerar, es idéntica a Emma. Es tan parecida que siento como si el tiempo se hubiera congelado a mi alrededor. Mi corazón late a mil, y el mismo presentimiento oscuro regresa, ahora como una presencia que abruma más y más.

—Voy a preguntarle si sabe que se parece a ella. —Anuncia Wend, empezando a caminar hacia la chica.

—Wend, no... espera. —Intento detenerla, pero fue inútil.

Desde donde estoy, observo cómo la chica se vuelve cada vez más incómoda mientras Wend le habla. Me invade una mezcla de curiosidad y miedo; no puedo apartar la vista de ellas. Finalmente, la chica se da la vuelta, escapando de la situación, y en un impulso inexplicable, mis piernas se mueven por si solas, siguiéndola como si mi voluntad me obligara.

Ella corre sin mirar atrás, y yo la sigo, sintiendo cómo la adrenalina se mezcla con ese pánico latente que me ha perseguido desde que escuché el nombre de Emma. La chica finalmente entra en una tienda, y yo me detengo en la puerta, dudando. No quiero asustarla, pero entonces la veo: está respirando rápido, como si le faltara el aire, y un instinto irracional me impulsa a acercarme.

Toco su hombro suavemente. Ella se gira de golpe, con los ojos desorbitados, y me mira como si acabara de ver un fantasma.

—¡¿Qué?! —Exclama con una voz temblorosa.

——¿Qué tal? Uh... soy Riley. —Le digo en voz baja, tratando de sonar calmada. —Lamento mucho si mi hermana te incomodó…

La chica parece debatirse entre la confusión y el miedo, pero después de un largo silencio, finalmente me responde, en un susurro.

—No… no pasa nada. Es solo que… necesito preguntarte algo. Es una locura, pero… ¿conoces a Emma Honley?

Su pregunta me deja helada. Mis manos empiezan a sudar, y aunque no entiendo qué está pasando, le contesto.

—Sí… o bueno, un poco. Ella murió hace ocho años. —Hago una pausa, sintiendo cómo las palabras me pesan en la lengua. —¿Por qué te interesa?

La chica palidece, como si algo dentro de ella se estuviera quebrando. Sus manos tiemblan, y me mira con una mezcla de terror y desconcierto que me eriza la piel.

—¿Cómo… cómo murió?

Mi voz sale casi en un susurro, sin saber cómo va a reaccionar.

—Se tiró de un edificio en junio, hace ocho años.

Sus ojos se agrandan, llenos de una desesperación indescriptible. Sus labios tiemblan, y de repente parece disociarse, como si hubiera caído en un abismo en su mente.

—Yo soy… soy Emma Honley —Dice, su voz temblando de forma tan intensa que siento cómo un escalofrío me recorre el cuerpo.

La miro, tratando de entender lo que acaba de decir. ¿Acaso es una puta broma?  Pero su expresión es demasiado seria, demasiado rota.

—No es una broma. —Responde, como si acabara de leer mis pensamientos—. Viajé en el tiempo y necesito ayuda… necesito que alguien me crea.

Mis manos están frías, y mi mente intenta procesar lo imposible de sus palabras. Pero algo, algo en su desesperación, me hace querer creerle. Al final, respiro hondo y me escucho a mí misma diciendo:

—Está bien… no sé si te creo, pero si necesitas ayuda… ven con nosotros. —Le lanzo una mirada seria. —Pero frente a mi familia, eres “Hon”. No quiero asustarlos.

Hon asiente, y ambas regresamos al museo. Mi papá está en el auto, visiblemente molesto, mirando su reloj como si el tiempo le estuviera ganando.

—Riley, ¿dónde estabas? —Su voz es grave y cansada.

—Papá, ella es Hon. ¿Podemos llevarla con nosotros? Ella necesita ayuda.

Él suspira, echándome una mirada de advertencia, pero finalmente asiente. Y mientras nos acomodamos en el auto, me siento junto a esta chica que dice ser Emma Honley. La veo, y sus ojos reflejan una mezcla de gratitud y miedo profundo, como si le costara confiar en alguien después de todo lo que ha pasado.

Entonces, mientras el auto avanza en silencio, algo en mí cambia. Aun sin entenderlo del todo.

¿Quién es esta tipa? ¿Por qué finge ser Emma Honley sólo por su increíble parecido?

Carajo, ¿ahora en que me metí?

Carajo, ¿ahora en que me metí?

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