Capítulo I

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Luces y sirenas eran escuchadas por las calles de la ruidosa Nueva York, siendo completamente ignoradas por los ciudadanos, quienes ya estaban acostumbrados a los constantes crímenes.

Los autos de policía se apresuraban a llegar hasta el lugar de donde había provenido la llamada hecha hace unos instantes, y —como siempre— iban a llegar tarde.

El dueño de la pequeña tienda que había sido allanada, se encontraba en el suelo, con un tajo debajo del abdomen que si no era tratado rápidamente podría acabar con su vida. El asaltante ya estaba corriendo fuera del lugar, habiendo logrado su cometido y esquivando exitosamente a los oficiales.

Había sido un crimen casi perfecto.

De no ser que, desde las sombras, siendo aún más rápido que los de azul, avanzaba rápidamente Spiderman saltando de telaraña entre telaraña.

El héroe habia iniciado con su carrera de justiciero hace ya unos seis meses, a pesar de ser odiado por el famoso periodista Neito Monoma —quien seguía buscando su oportunidad para demostrar que el arácnido era una amenaza pública— se había ganado el respeto de algunos civiles.

La persecución duró hasta que el delincuente creyó que sería buena idea meterse en un callejón y descansar.

Iluso.

Fue la oportunidad de nuestro héroe para hacer acto de aparición, dando una voltereta en el aire mientras disparaba una sustancia viscosa y apresaba al ladrón contra los muros del estrecho lugar.

—¡¿Qué carajos es esto?! —el hombre llevaba una curiosa máscara negra, la cual fue removida por el hombre vestido de araña, revelando así una melena rubia.

—Se llaman telarañas, como las de una araña ¿Ves? —soltó otro disparo al suelo—. Aunque el término correcto sería-

—¡¿Eso a mí que me importa?! ¡Sólo déjame ir!

—Oh —cierto, a los malos no solía interesarles las charlas sobre química—. No puedo dejarte ir, por si no lo notaste casi matas a alguien y asaltaste su tienda —el contrario tenía intención de replicar pero una telaraña fue dirigida hacia su boca—. Bien, con este ya van  2... 4... 6... ¡7! Dios, ¿Que nunca se cansan? —por supuesto, este no pudo responderle—. Como sea, te llevaré con la policía, ya casi termino mi hora de patrullaje y necesito dormir.

Y así, el misterioso justiciero se lo llevó columpiándose por los aires mientras los gritos y quejas del rubio eran ahogados por la sustancia pegajosa en su cara.

Tu amigable y vecino, Spiderman y ¿Deadpool?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora