Capítulo XVII

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—¿Shoto? —Izuku se giró apenas un poco, lo suficiente como para ver los cabellos bicolores de su amigo.

—Volvió. Él volvió. —lo dijo con un tono tan desgarrador que le rompió el corazón—. Discutimos. Feo. Habló de cosas que no quería escuchar; y huí. Cómo un cobarde. Dejé al resto de mi familia con ese monstruo —sonaba demasiado alterado y apenas le podía entender lo que decía.

—Shoto, respira. Tranquilo —lo detuvo antes de que comenzara a hiperventilar—. No eres un cobarde. —aunque le dolía el alma ver a Shoto derrumbarse así, se obligó a usar un tono firme—. Ven, vayamos al departamento para hablar de esto. Necesitas calmarte.

Ayudó a su amigo a recoger el poco equipaje que tenía —que era claramente menos que el que se había llevado en un principio—, y comenzaron a caminar para tomar un taxi que los llevara de vuelta a Queens.

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Contrario a su viaje de ida con Deadpool, el trayecto se mantuvo silencioso. Aunque si lo pensaba mejor, Shoto siempre había sido así: un chico callado, que sólo habla cuando lo considera necesario.

Con el tiempo Izuku comenzó a comprender mejor los distintos silencios del bicolor; este, por ejemplo, dejaba muy en claro que Shoto no se encontraba bien.

El auto se detuvo e Izuku —avergonzado por olvidar su billetera en la casa de su madre—, dejó que su amigo pagara para luego subir al departamento.

—No te muevas, iré a preparar un poco de té y luego hablaremos —no esperó una respuesta y desapareció por la cocina.

Mientras el agua hervía en la tetera, se dijo a si mismo que luego debía llamar a su madre para avisarle que se quedaría a pasar la noche con Shoto.

«Tambien debería mandarle un mensaje a Kacchan, después de todo lo dejé solo con sus amigos y ni siquiera le avisé que había llegado bien.»

Tomó su teléfono, entró en el chat de su viejo amigo de la infancia y le envío un mensaje diciéndole que estaba bien. Agradecía haber intercambiado números cuando se pusieron al día sobre sus vidas.

Cuando el agua por fin hirvió, sacó dos tazas de la alacena y se dirigió hacia el heterocromático que estaba sentado observando a la nada.

—Bien, puedes contarme que pasó ahora —le entregó una taza con el té ya servido y lo miró, dejándole en claro que tenía toda su atención.

—Estábamos todos felices y celebrando cuando tocaron la puerta —comenzó a relatar con un suspiro—. Mamá dijo que iría a abrir; luego se escuchó un grito, parecía estar queriendo echar a alguien. Se escucharon pasos y lo vi. Mi padre había entrado a la casa de mi madre exigiendo que lo escucháramos —los ojos de Izuku se abrieron de la sorpresa—. Quise golpearlo, echarlo de la casa, quise gritarle tantas cosas, pero mi cuerpo no reaccionaba. Fue... Horrible —tomó un respiro y luego bebió un poco de la taza.

»—Me pidió hablar. Allí mi cuerpo pareció reaccionar porque logré decirle que no, que se fuera y nos dejara en paz, pero se negó y siguió hablando de todos modos. Me dijo que lo sentía, que lamentaba todo lo que nos hizo pasar a mis hermanos, a mi madre y a mí. Su voz sonaba distinta, arrepentida, por lo que lo escuché; pero no estaba dispuesto a perdonarlo. Le permití seguir hablando porque creía que luego se iría.
No fue así.
Sus palabras comenzaron a volverse arrogantes y terminó diciéndome que me quería en su empresa. Que sería su sucesor y que debía instruirme desde ahora para ser su nueva imagen pública. Me negué. Discutimos y gritamos. Fuyumi comenzó a llorar diciendo que paráramos pero ninguno le hizo caso. Mamá gritaba diciendo que en cualquier momento llegaría la policía, y Natsuo intentaba alejarlas a ambas de nuestra discusión cuando él me golpeó. Me golpeó y gritó palabras horribles. No lo soporté más y huí. Huí como un cobarde con un par de bolsos y tomé el primer vuelo que encontré hacia aquí.

Tu amigable y vecino, Spiderman y ¿Deadpool?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora