Capítulo XXII

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Himiko había tenido una vida normal.

—¡Yo no sé nada! ¡Lo juro! —gritó con las lágrimas retenidas en los ojos.

Bueno, si por normal te refieres a robar, matar y torturar para un grupo de investigación nada legal que experimentaba con personas inocentes; con tan solo diecisiete años, entonces sí, tuvo una vida normal.

Lo único que lamentaba era su fallido romance adolescente, pero no todo en la vida se puede.

Aunque no lo pareciera, había obtenido buenas amistades en L.O.V. y Tomura le pagaba lo suficiente como para poder comprarse todos los cuchillos que quisiera, así que estaba bien para ella.

Claro que debió imaginar que relacionarse con esa clase de gente le podría traer problemas, pero nada que no pudiera manejar. Escaparse de prisión era tan fácil como robarle a un ciego.

¿Spiderman le molestaba por haberla metido en la cárcel? Un poco, pero no lo suficiente como para matarlo. No aún.

El héroe solo se limitaba a hacer su trabajo, como ella, además tenía un acuerdo con su "jefe" de que no sería tan imprudente y mataría al primero que se le cruzara. Era un poco aburrido, pero necesitaba el dinero. Todavía le quedaba un año para ser mayor de edad, por lo que necesitaba recursos para sobornar a los oficiales y que no la metieran en un orfanato.

Pero, ¡hey! No todo era malo. Últimamente había tenido bastante diversión, hace algunas semanas tuvo que infiltrarse en las instalaciones Might a robar unos archivos, y un par de días atrás había tenido que volar por los aires una casa. No supo muy bien la razón de lo último, la euforia del momento no la dejó escuchar en cuanto Tomura le dijo que debía colocar explosivos, hacía tanto tiempo que no le daban un trabajo así.

—¡Por favor, juro que te daré lo que quieras, solo déjame ir! —el sujeto seguía llorando mientras rogaba.

—¡Me encantaría! Pero... ¿Qué tiene eso de divertido? —ladeó la cabeza hacia un lado, pensativa—. ¡Ya sé! —chasqueó los dedos—. Juguemos un juego, y si tú ganas te dejo ir con vida, si no...

—¡S-Si, lo que sea! —el pobre tipo aceptaba cualquier cosa con tal de irse de aquél lugar. Llevaba quién sabe cuantos días allí abajo, a manos de esa psicópata que no lo dejaba ir, matándolo de hambre y sed lentamente.

—¡Fantástico! Entonces, volveré a hacerte la pregunta, y si no respondes lo que quiero te arrancaré un dedo —tomó las pinzas que tenía sobre la mesa y se acercó al hombre que no dejaba de temblar.

—¿Y-Y cómo s-se supone que gano?

—Diciendo la verdad —sonrió mostrando sus dientes y achicando los ojos—. Tienes diez intentos. ¿Comenzamos?

Cínica, se acercó hacia el castaño que temblaba a más no poder, pero antes de poder formular las palabras, la puerta de la habitación se abrió abruptamente y su vision fue tapada apenas pudo distinguir a dos manchas rojas.

—¡Suelta el cuchillo! —esa voz Himiko ya la había escuchado antes.

—Así no es como funciona, Spidey, te falta más convicción, énfasis. Así nunca van a tomarte en serio, necesitas una frase, algo que te identifique como "Spiderman" —¿Qué era esto? ¿Una jodida obra de teatro?

«¿Ese es Deadpool?»

—¿Qué te parece: «cierra la boca y asegurarte de que no escape»? Tranquilo, señor, todo va a estar bien.

—Agh, esto lleva demasiado tiempo —Himiko creyó oír un golpe.

—¡Deadpool! ¡¿Qué crees que haces?!

Tu amigable y vecino, Spiderman y ¿Deadpool?Donde viven las historias. Descúbrelo ahora